El simposio “Cataluña contra España”, subvencionado por la Generalidad para cultivar el secesionismo, pretende hacer creer que los españoles odian a los catalanes, como si éstos no fueran también españoles.
Aceptando la incorrección del título, porque los territorios no pueden ser enemigos y el choque sólo se daría entre sus habitantes, sería cierto que España es enemiga de los catalanes.
Pero también de todos nosotros, por lo que todos podríamos cultivar nuestro auto odio organizando otro simposio titulado “España contra los españoles”.
El primer recuerdo que tiene el cronista de la enemistad de España con los españoles, en tiempos de la dictadura franquista, es el de la pésima calidad de todo lo que lo rodeaba y vestía, de toda clase de objetos a la venta, con excepción de los alimentos frescos.
Toda producción española, absolutamente toda, estaba protegida patrióticamente de la competencia extranjera.
El régimen explicaba que había que fomentar nuestra industria: tejidos, medicamentos, alimentos envasados, libros, todo tipo de máquinas o utensilios necesarios.
Mientras, un amigo inglés del cronista traía de Londres los mismos bienes, pero de gran calidad, a mitad de precio, que no producían sabañones, cuyos dolores habría que cobrárselos a los fabricantes de los irritantes tejidos estropajosos españoles.
España estaba contra nosotros al preservar los monopolios de unos industriales que se enriquecían y crecían rápidamente, de los que éramos rehenes por el bien de la patria, y que ahora dicen que les robamos.
Pues así fue España hasta hace muy poco desde 1714, la fecha negra de la Generalidad catalana. Lo español, se veía en las etiquetas, estaba fabricado en Barcelona o Tarrasa, o en Éibar. El resto de España era un desierto industrial.
España siempre estuvo contra nosotros, y nos explotó en nombre del patriotismo.
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