España, que durante tres siglos no tan lejanos fue el mayor imperio de la historia y destruyó su autoestima a lo largo del siglo XIX, y más tras perder Cuba, Puerto Rico y Filipinas, podía comenzar a recuperarla mirándose a sí mismo, dándose cuenta de que es uno de los primeros del planeta.
Como acaba de recordar el exministro y actual presidente de la Fundación Transforma España, Eduardo Serra Rexach, España es ya uno de los líderes de Europa, región político-económica que teniendo solo el seis por ciento de la población mundial aporta el veinte por ciento del PIB del planeta y el sesenta por ciento del gasto total.
En la conmemoración del sexagésimo aniversario de la fundación en Roma de lo que hoy es la Unión Europea, y tras el Brexit, España entró formalmente en el cuadripartito dirigente, una élite informal, junto a Alemania, Francia e Italia.
La demografía, los avances sociales --su sistema sanitario, por ejemplo, es modelo para países más ricos--.y su peso económico, de cuya creciente importancia somos poco conscientes, han situado España en esa élite, a pesar de haber ingresado en la UE hace solamente 31 años.
El protagonismo español se concibió el pasado día 6 en Versalles, en el salón donde se firmó el final de la I Guerra Mundial, cuando François Hollande, Angela Merkel, Paolo Gentiloni y Mariano Rajoy pusieron las bases de lo que será la UE tras el Brexit, y que los demás miembros acaban de ratificar en Roma.
España vuelve a destacar internacionalmente. Rajoy, cuya imagen exterior es más positiva que entre sus propios militantes, ha hecho aprobar una declaración europea que vacía de posibilidades a los independentistas: para ellos debe ser su desesperante y anunciada “venganza del Estado”.
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SALAS