Muchos creían que Zapatero había quedado anulado como político al ser apartado del poder en España por su propio partido, al que le hacía perder miles de votos cada día. Fue una salida de la política cargada de vergüenza y oprobio, pero la realidad demuestra que no ha aprendido la lección y que sigue haciendo daño aunque ya no gobierne. Zapatero es de esos tontos letales que siguen causando daños mientras están en activo, incluso si solo trabajan de albañil o carpintero.
Los españoles, si queremos librarnos de sus estragos y del desprestigio que causan sus actos, deberíamos exigir al gobierno que le impida de algún modo practicar sus insensateces en el escenario mundial. No se trata de maniatarlo y amordazarlo, sino de desautorizar sus errores y recordarle que él no es un ciudadano privado, sino un alto representante del Estado, que disfruta de privilegios como su pertenencia al Consejo de Estado, coche oficial, un funcionario a sus servicio, una oficina, secretaria y asignación especial de fondos.
Cuando estuvo al frente del gobierno español Zapatero condujo al país hasta el borde del colapso y la ruina y convirtió a España en el hazmereir del mundo. Su partido, el PSOE, ante la perdida constante de votos que ocasionaba su presencia en la presidencia, le obligó a convocar elecciones anticipadas, en la que su partido fue ampliamente derrotado por Mariano Rajoy, que obtuvo una sólida mayoría absoluta gracias a Zapatero y su pésimo gobierno.
Francisco Rubiales