Via Matteo Renato Imbriani, 13. Perugia. Qué detestable manera de encontrar una noticia sobre tu país en la prensa italiana. Esta mañana muy temprano la radio anunciaba en su repaso informativo que la tragedia de la dana en Valencia ocupaba la primera página de algunos periódicos de aquí; pero la consternación llegó al comprar poco después La Repubblica y ver en portada «L’apocalisse di Valencia», con esa fotografía de decenas de coches amontonados cubriendo una calle, y dentro, a doble página, una crónica del desastre con un saldo de 95 muertos. Estremece anotar que a las diez de la noche el recuento da la cifra de 155 fallecidos. En el rotativo italiano, con reclamo en primera página, se publicaba en la sección de opinión («Commenti») un durísimo artículo del escritor español Manuel Vilas («Abbandonati a noi stessi», algo así como que nos han dejado solos, abandonados a nuestra suerte), en el que, tras enumerar algunos de los estragos sobre la población, presagiaba tristemente que el gobierno central echará la culpa al de la comunidad autónoma y esta hará lo mismo con el gobierno central y a ellos reprochaba —aparte el inexorable cambio climático— no haber intervenido con la obligada rapidez y con protocolos modernos. «La Spagna è sconsolata», concluía, y habilitaba el titular del texto —«Spagna sconsolata»— en la versión digital de ese periódico. El sufrimiento de tantas familias ha de ser atendido con todos los medios y de manera urgente, y la reconstrucción psíquica, física y material tras la catástrofe debe afectar también a la intensidad y a la comprensibilidad de los mensajes sobre una crisis climática provocada por los países más desarrollados, y que todavía mucha gente sigue menospreciando, cuando no negando. Italia también está desconsolada. Con la imagen de un rescate sobre la que se lee el ruego de una «preghiera per Spagna», recibo un mensaje de una vecina: «Miguel, che disastro!».