La Historia demuestra que cuando una democracia como la española carece de fuerza para hacerse respetar y los poderosos no tienen los frenos y límites necesarios para temer a la ley, el ciudadano es un rehén del poder, a merced de bravucones y pendencieros con carné de partido. Cuanto los gobiernos y ayuntamientos españoles no tienen recursos propios para subsistir y dependen de los impuestos que recaudan, el ciudadano es saqueado sin piedad ni defensa por una casta que se siente impune.
Todo empezó con la instauración de una democracia falsa, en la que el poder residía en los partidos políticos y no en los ciudadanos, una especie de dictadura camuflada en la que los políticos, a los que Franco había despojado de todo poder, se resarcieron acaparando mas poder del que la democracia permite.
Pronto llegó el cierre de fábricas y de cadenas industriales, todo un desmantelamiento de lo que en tiempos de Franco era la décima potencia industrial del mundo.
Mas tarde llegaron los primeros engaños y manipulaciones: el cambio de criterio en la incorporación a la OTAN, la propaganda que acompañó la llegada de la izquierda al poder, la venta de una democracia que nunca existió y aquel primer gran robo sin justificación legal, que consistió en arrebatar a Ruiz Mateos el extraño imperio de RUMASA, un experimento que abrió las puertas a la corrupción., a los grandes robos públicos, a las privatizaciones con comisiones para los políticos y a las grandes estafas y fraudes que llegaron después, formando una catarata de lodo y desvergüenza casi inconcebible en un país avanzado y con valores.
Después llegó la venta de la economía española que representó la entrada en UE, las privatizaciones y, sobre todo, el endeudamiento público. España, al morir Franco, era, junto con Luxemburgo, el país menos endeudado de Europa, pero con los falsos demócratas y los politicastros mandando, el país pronto empezó a pedir dinero de manera descontrolada. Los políticos, sin controles y sin vigilancia ciudadana, pedían dinero como descosidos para agrandar el Estado y llenar los gobiernos, ministerios, consejerías, diputaciones y otros centros públicos de amigos con carné, una orgía que todavía no ha terminado y que ha convertido a España en el país con un Estado mas obeso y desproporcionado de toda Europa, con mas aforados que todo el resto de Europa y con mas políticos cobrando del Estado que Francia, Alemania y Gran Bretaña juntos.
Para organizar el gran robo había que desarbolar éticamente a una sociedad que, durante el franquismo, era radicalmente honrada. La gente dormía entonces con las puertas de sus casas abiertas, casi no existían deudas y los valores sostenían una sociedad dispuesta a avanzar, trabajar sin descanso y prosperar en paz y concordia. Los valores fueron sistematicamente liquidados desde la cúspide del poder, desparramando malos ejemplos y mucho dinero fácil. Solchaga plasmó el sucio espíritu de la época cuando dijo que España era el país de Europa donde era mas fácil hacerse rico.
Después todo fue una sucia orgía de depredación y robo desde el corazón de Estado: impuestos abusivos, urbanismo corrupto y desvergonzado, comisiones por doquier, contratos públicos trucados, subvenciones interesadas y a cambio de comisiones y, a renglón seguido, grandes golpes incapaces de conmocionar ya a un país ya aborregado, sin conciencia, domesticado y a veces envilecido: el saqueo de las cajas de ahorro, la estafas de las preferentes, el desmantelamiento del Estado de Bienestar, la supresión o recorte de servicios sociales, protección de los débiles y derechos ciudadanos, ley de suelo, hipotecas basura, fracaso del sistema bancario, rescate con dinero público, riesgo extremo de ruina y colapso de la economía, endeudamiento atroz, despilfarro político, abuso de poder y desprestigio de la clase política, a la que los ciudadanos aprendieron a rechazar en las encuestas, a despreciar y hasta a odiar.
Las consecuencias de aquella corrupción transformaron la faz de España, que de ser protagonista de un sorprendente "milagro" económico en los últimos años del Franquismo pasó a convertirse en el mayor problema de Europa, un país que agregaba al clima y al folclore dos nuevos rasgos de proyección mundial: la corrupción y el desempleo masivo.
La España del presente es un auténtico insulto a la democracia verdadera, donde el poder es detentado, con brazo de hierro, por partidos y por políticos que retozan en la corrupción, un sistema sin ciudadanos y sin valores, plagado de inmoralidad y de vicios.
El sistema político español, desvencijado e injusto, se legitima cada vez que se abren las urnas y las victimas, inexplicablemente, votan a sus verdugos, sin darse cuenta de que aquí votamos pero no elegimos, de que la sociedad civil está estrangulada y ocupada por los partidos y que el sistema, sin controles, frenos y contrapesos, sin un sistema electoral justo, sin una Justicia capaz de castigar el delito de los poderosos, sin ni siquiera unos medios de comunicación independientes y libres, carece de las mínimas garantías exigibles en una democracia moderna.