Que a una Ministra de Cultura le echen para atrás una reforma que, como la mayor parte de los mensajes que provienen del gobierno respecto al intercambio de archivos, mete en el saco de la piratería a todo bicho viviente, resulta muy preocupante. Que sea la misma Ministra a la que la Unión Europea le declaró ilegal un canon digital impuesto a todo quisqui para lamerle el culo a la SGAE es una muestra de incompetencia que debería tener consecuencias.
Algunas asociaciones de creadores han puesto el grito en el cielo y no han tenido el menor reparo en amenazar a los usuarios. Si una asociación que representara mis derechos como autor lanzara amenazas como la que ha vertido la Coalición de Creadores e Industrias de Contenidos esta semana ("si el texto es rechazado o sufre alguna modificación, la coalición cambiará de tercio y defenderá ante la UE la adopción de otras normativas más agresivas y que afectan a los usuarios"), pensaría seriamente en abandonarla. Criminalizar al receptor de las obras creativas es una política que no ha dado resultado en ninguna parte.
Por otro lado, menospreciar y malinterpretar las declaraciones de asociaciones de internautas no parece de recibo. Nadie está a favor de las prácticas ilegales, pero cuando son ilegales. Lo que no tiene sentido es acusar de ilegalidad a cosas que no lo son (el intercambio de archivos). ¿Por qué el book-crossing está bien visto e incluso apoyado por las instituciones? Establecer una espada de Damocles sobre webs que no realizan prácticas ilegales es una forma de censura que no puede ser aceptada en una sociedad democrática.
A pesar de las dificultades, los cineastas iraníes consiguieron hace unos años colocar una producción cinematográfica tan raquítica como la suya en el panorama internacional. Abbas Kiarostami, la familia Makhmalbaf o Bahman Gobhadi han sabido trasladar aspectos diferentes de la realidad iraní, y muchas veces más positivos de lo que es habitual encontrar en las crónicas informativas. O lo que es lo mismo, han demostrado que parte de la sociedad iraní clama por una libertad usurpada por instituciones como el llamado Ministerio de Cultura y Orientación Islámica, que otorga licencias a las películas para que puedan proyectarse en festivales internacionales. Curiosa eficacia: la intención es evitar que se presenten películas que puedan "manchar la imagen de Irán", cuando lo que de verdad mancha la imagen de Irán son precisamente este tipo de restricciones propuestas por políticos descerebrados, inmerecidos representantes de unos "valores morales" que ellos mismos se han inventado. Lo que es inmoral es ser como ellos.