Cuando en la cúspide del poder se encuentran instalados comisionistas, intermediarios, evasores fiscales, corruptos y decenas de miles de cargos públicos que se han enriquecido sin explicación, entonces es lógico que el país se convierta en un estercolero y que retroceda en todos los campos, desde el económico al ético, sin olvidar la cultura, la política, la educación y todos los ámbitos de la vida.
Eso es, justamente, lo que le ha ocurrido a España.
La corrupción y otros vicios contrarios a la democracia no son en España un reflejo de la sociedad, como dicen algunos políticos con desvergüenza y falsedad, sino que han impregnado a la sociedad desde los palacios y ámbitos del poder. La sociedad española siempre ha sido más decente y limpia que su clase dirigente.
Pero también tienen esa obligación de ejemplaridad todos los personajes públicos, por la influencia que ejercen en la ciudadanía: toreros, cantantes, actores, cineastas, escritores, comentaristas... Muchos de los actuales dramas de España se deben a que los modelos que nos han presentado en esa "Universidad" influeyente que es la televisión no han estado a la altura: Belén Esteban. Jesulín, ... Lo que el pueblo percibe al verlos y admirarlos es que mejor acostarse con un famoso o famosa o ser descarado y contar chismes que ser arquitecto o ingeniero y que la virtud y el valor no es rentable. No digamos cuando contemplan la escasa ejemplaridad de los políticos, empezando por el multimillonario Jefe del Estado y siguiendo por esa cofradía de maleantes que cada día desfila por los telediarios, camino del banquillo.
La Pantoja en la cárcel, Imanol Arias y Ana Duato investigados, Leo Messi, Neimar Jr y otros deportistas brillantes y multimillonarios defraudando al fisco, Urdangarín, Blesa, Rodrigo Rato, los consejeros andaluces implicados en los EREs falsos... todo un desfile de malos ejemplos que están causando estragos en una España donde el pueblo sencillo era y sigue siendo mil veces más decente que sus dirigentes.
La primera gran enseñanza que emerge de la dura realidad española es que España necesita más una regeneración ética que un rescate económico. La regeneración de la política y hasta el desarrollo económico tienen que ir precedidos de un rearme moral que potencie los valores e impida que los delincuentes y maleantes se instalen en el corazón del Estado, como ocurre ahora.
Francisco Rubiales