Hace ya algún tiempo, cuando publicó su libro `El perfume del cardamomo´, el editor Enrique Redel me presentó al escritor Andrés Ibáñez, cuyas columnas, con agrado, leo de vez en cuando en el suplemento cultural de Abc. En aquella ocasión también estaba Paul Viejo, quien lo entrevistó en un café de Madrid, del que ahora no recuerdo el nombre. Desde entonces procuro leer los artículos de Andrés Ibáñez y, por lo general, estoy de acuerdo con sus propuestas, pero en el último suplemento de Abc ha publicado un texto con el que debo disentir.
En este artículo sostiene Andrés Ibáñez que ya son pocos o muy pocos los escritores españoles nacidos en los 60 y 70 que ambientan sus relatos y sus novelas en España. Y de ello da algunos ejemplos de escritores que recurren a otras geografías para contarnos una historia: Agustín Fernández Mallo, Esther García Llovet, Eduardo Lago, Ismael Grasa, Pilar Adón, David Torres… Hasta ahí bien: porque es cierto que, con la globalización, todos quieren abrirse a otros mercados y las historias se universalizan. Pero quiero hacer dos apreciaciones que desmienten su teoría. La primera es que hay abundancia de autores españoles que sí ambientan sus novelas y sus relatos en tierras hispanas, pero no son conocidos, sus libros no son muy populares y la mayoría no se encarama jamás a la lista de los más vendidos. Y de ellos daré ejemplos en el siguiente párrafo. La segunda es que, aun habiendo muchos autores que escriben sobre España, sólo unos cuantos son aceptados por los editores, que hoy día prefieren publicar traducciones y autores en lengua hispana que vivan en el extranjero. Lo digo porque durante un tiempo, de manera inexplicable hasta que pedí que dejaran de hacerlo, fui bombardeado por manuscritos inéditos de escritores de este país que también ambientan sus textos en España. Yo mismo tengo una novela inédita que suelen rechazarme no tanto por su extensión como porque está ambientada en el mundo rural español.
A muchos de los autores que escriben sobre España, con personajes que se mueven por Madrid, Gijón, Valladolid, Mallorca, León, Zamora, Pamplona o San Sebastián, y que publican en diversas editoriales, los he leído y los conozco. Montero Glez habla en sus novelas del sur de España. David González suele ambientar sus poemas y sus relatos en la “ciudad gris”: Gijón. Lo mismo vale para Carlos Salem, en cuyos textos no faltan referencias madrileñas. Vicente Muñoz Álvarez también escribe a menudo sobre España. Como también lo hacen Manuel Vilas (defensor a ultranza de la Deep Spain), Patxi Irurzun, Jon Bilbao, Juan Velázquez, Karmelo Iribarren, Javier Das, Carlos Herrero, Julio Valdeón Blanco, Daniel Ruiz García, Iñaki Echarte Vidarte, Íñigo García Ureta, Kutxi Romero, Inma Luna, Germán San Nicasio, Óscar Esquivias, Tomás Sánchez Santiago, Carlo Padial, Joaquín Piqueras, Javier Menéndez Llamazares, Diego Medrano, Pedro de Paz, Roxana Popelka, Eduardo Moga, Manuel Abacá, Nacho Abad, Pedro Sanjuán Blanco (aún inédito)… La lista es larguísima. A todos ellos, y a muchos más, ya digo que los he leído y tengo sus libros publicados. Y hablan de España, en la que ambientan novelas, poemas y relatos. El problema de ese desconocimiento no es de Andrés Ibáñez: el problema viene del mercado, de la industria, de algunos distribuidores que distribuyen mal, de esos libreros que no abren todas las cajas, de los suplementos al uso que sólo reseñan lo consabido, de los editores que miran para otro lado y no apuestan y de la maquinaria que da la espalda a estos autores. Pero existen.
El Adelanto de Zamora / El Norte de Castilla