Hoy mentimos todos, secundando el sucio ejemplo de una clase política pervertida que altera la historia y que sostiene que existe la democracia, que la justicia es igual para todos, que cualquier agresión a una mujer es por ser mujer, que un hombre es mujer si desea serlo o que el matrimonio entre personas del mismo sexo es igual que el natural.
Las mentiras ya son impunes en España porque todos callamos cuando nos mienten y no nos revolvemos como fieras contra los mentirosos. Mentimos para sentirnos importantes, para ocultar nuestras miserias y decimos que lo hacemos para que la gente sea feliz.
Un sistema corrupto tiene su principal valedor en la mentira. Se dice que los impuestos son necesarios, pero el dinero es para disfrute de los poderosos; se roba y después se dice que no se roba; se colocan a familiares y amigos con sueldos públicos, pero después se niega o se dice que eran los más capacitados; se miente con las cuentas, con las medidas y con las motivaciones y todo se oculta con la ayuda de los medios de comunicación sometidos, cuya compra con dinero público también se niega.
La mentira mueve el mundo, decía Jean-François Revel y se ha hecho fuerte en Occidente, especialmente en Europa, donde el poder del Estado no para de crecer frente a unos ciudadanos cada día más marginados e insignificantes. Pero en España se baten los records: prensa comprada, tesis plagiadas, mentiras institucionales, libros escritos por otros, curriculos folseados, dineros escondidos, decenas de miles de políticos ricos que no saben explicar sus patrimonios y argumentos del poder travestidos de bondad, cuando son pura perversión corrupta.
Mienten cuando dicen que combaten el independentismo, que no es otra cosa que subversión violenta y rebelión golpista. Mienten cuando permiten que las escualas catalanas siembren el odio y la mentira. Mentían y hasta delinquían cada vez que transferían competencias vitales a vascos y catalanes, diciendo que lo hacían en nombre de la democracia, cuando era pura transación mafiosa, a cambio de votos y apoyos.
Mienten cuando llaman "ultraderecha" a VOX, que es probablemente el partido más respetuoso con la Constitución de todo el país. Mienten cuando promueven el miedo como si fuera una droga y ocultan que lo hacen porque ellos mismos temen la verdad. Dicen que la Justicia es libre, pero es falso. Dicen que el Congreso hace las leyes, pero quien las hace son los partidos. Mienten cuando hablan del "Estado de Bienestar" y ocultan que el único Estado de Bienestar que existe en España es el que disfrutan los políticos: dinero abundante, nulas exigencias, pensiones de lujo, impunidad a raudales, poder sin controles, etc..
Cuando murió Franco, España era un país poblado por gente decente y honrada, que devolvía una perra chica cuando el tendero nos la daba por error. Hoy, España es un país pervertido por sus políticos, donde todos mentimos porque ellos necesitaban envilecernos para ocultar su vileza.
Muchos medios de comunicación, obligados en democracia a ser templos de la verdad, se han vendido por dinero y hoy sostienen el abuso, la injusticia y la mentira del poder, mentras las asociaciones de la prensa siguen defendiendo, de manera hipócrita, que "sin prensa no hay democraica". España es un ejemplo precisamente de lo contrario, de que la prensa sostiene el abuso, la injusticia y la tiranía.
Mentimos cuando decimos "Cataluña y España" en lugar de Cataluña y el resto de España; cuando decimos "Cataluña y el Estado", como si las instituciones catalanas no perteneciesen al Estado. Mentimos cuando llamamos antifascistas a los verdaderos fascistas y señalamos como ultraderecha a grupos que portan la bandera de España. Mentimos cada vez que repetimos que hay que dialogar, cuando todos sabemos que ya no hay nada que dialogar y que hay que actuar. Los ministros mienten cuando dicen ante las cámaras "Estamos trabajando", cuando no hacen nada porque ni siquiera saben que hacer.
Ya mentimos sin darnos cuenta de que lo hacemos. Quizá mentimos solo por comodidad, por costumbre, porque casi todos lo hacen. Pero en realidad mentimos porque han logrado corrompernos y nos negamos a ver la verdad, que sigue estando ahí, pero que muchas veces es incómoda ¿Cómo voy a dejar de votar al partido que he votado desde hace cuatro décadas. Lo seguiré votando aunque se haya vuelto traidor y enemigo de España. Mi amigo Carlos dice que reconoce que el PSOE ya no es socialista sino un aparato corrupto que reparte dinero y privilegios, pero que lo seguirá votan porque dejar de hacerlo significaría asumir que uno se ha equivocado en la vida.
Estamos ignorando que negar la verdad tiene un alto precio y que la mentira es un vicio que cobra réditos brutales, destroza a los pueblos, debilita y envilece.
Francisco Rubiales