Sólo de pensar que a Pedro Sánchez le quedan años de gobierno, antes de que se agote la legislatura, da escalofríos y es dudoso que España resista tanta ignominia y podredumbre concentrada.
El rey nos hizo perder una ocasión valiosa al designar a Sánchez para que gobernara nuestra patria, pero quizás todavía estemos a tiempo de conseguir que un personaje decente y limpio, sabio y que ame a España, sustituya al mequetrefe depredador que ocupa la Moncloa.
Cuando la República de Roma estaba en peligro, el Senado buscaba a Cincinato y le entregaba todos los poderes para que arreglara el problema. Cincinato, una vez solucionado el drama, devolvía su poder absoluto a la República y regresaba a la agricultura, que era su profesión.
La admiración por el patricio Cincinato (519-439 a.C.) viene de muy lejos en la historia de Occidente y llega hasta nuestros días. Lucius Quincius Cincinnatus, al que conocemos como Cincinato (nacido con el pelo rizado), vivió en un momento en que la segunda Roma, la que abominó de sus reyes, instituyó un Senado poderoso que previno la existencia de circunstancias que podrían aconsejar la dictadura temporal para la salvación de la República. De hecho, Cincinato inspiró el lema "Omnia reliquit servare republicam": "Dejó todo para salvar la república".
Poseía como hacienda cuanto podían arar en un día cuatro yugadas de bueyes tras haberse empobrecido (tenía siete) a causa de la defensa judicial de un hijo. Con sus propias manos labraba su tierra y la cultivaba. Ante enemigos que exigían un poder especial y total, la originaria Roma republicana le apartó del arado para nombrarle dictador, una dignidad temporal más honrada y apreciada que la de cónsul.
Cincinato, de familia patricia bien antigua y engarzada en los orígenes de la ciudad, fue designado dictador dos veces, 458 y 439 a.C., y en la primera de ellas apenas estuvo 16 días en el cargo, regresando a sus tareas agrícolas rechazando poder, honores y riquezas tras afrontar los peligros externos de la recién inventada República. En aquella ocasión, tras derrotar a los enemigos de Roma, castigó a un cónsul incapaz de desempeñar su cargo con dignidad y eficacia.
Desde entonces, Cincinato es el mayor símbolo y modelo que existe en nuestro mundo de buen político y de persona generosa que sabe anteponer el interés general al propio, justo lo contrario de lo que ocurre con la mayoría de los políticos actuales y con el predador Pedro Sánchez.
España, como la Roma de entonces, está ahora en peligro, dividida, llena de corrupción y odio y amenazada por un político desalmado que gobierna en alianza con lo peor de la nación, con partidos que confiesan luchar por la destrucción de España.
La Constitución nunca obligó al rey a designar a Sánchez. El monarca, si cree que los políticos que han sido votados no dan la talla, puede y debe designar a un Cincinato, alguien capaz de salvar la patria y regenerar la podredumbre y el vicio.
Está comprobado que Sánchez antepone sus intereses a la nación española y a sus instituciones, que indulta a delincuentes, que expande la corrupción, que nos endeuda, que llena nuestras calles de delincuentes, que protege a los invasores que llegan sin intención de integrarse, que apoya a los ladrones de viviendas, que asalta la Justicia, que coloniza las instituciones y que embiste a las libertades, a los derechos ciudadanos y a la esencia de la democracia.
Si muchos en su propio partido lo querían apartar del poder, con más razón debió hacerlo el rey, obligado por la Constitución a defender España.
Francisco Rubiales