Parte del follón que tenemos organizado tiene que ver con nuestros partidos políticos en la actualidad, cada vez más encerrados en el marketing teatral, con estrategias pensadas fundamentalmente para la captación de votos. El problema es que estos partidos políticos son un reflejo de nosotros mismos, somos tú y yo, y tu prima y tu cuñada, tu compañero de trabajo y tu colega, con sus expresiones insultantes y opiniones despreciativas hacia todo lo que se mueva quienes influimos en los partidos y en ese desprecio por hacer algo juntos. Hay gente que insulta sin parar en las redes, que acusa de asesinos a gobiernos y al dia siguiente exige que lleguen a acuerdos con la oposición. Todo junto bien mezclado, para sacar siempre la conclusión de que los otros son malísimos, inútiles y culpables de las muertes de todos.
Sí, todo eso y mucho más influye en el follón que tenemos organizado. Pero hay una parte del mismo que tiene que ver con nuestra estructura estatal, que tanto a un lado como al otro no se reconoce. Incluso la gente se enciende y creen que rompen el esquema gritando, somos un estado autonómico. España es un estado federal, que aquí particularmente llamamos autonómico, pero nuestra estructura es federal, los territorios, que aquí llamamos Comunidades Autónomas, -otros los llaman landers- tienen gobiernos y parlamentos propios, con capacidad para legislar, ordenar, dirigir… los territorios tienen competencias en sanidad, educación y asistencia social, y en muchísimas mas cosas, pero por ahora vale con las anteriores para este asunto de la pandemia.
El pueblo español está acostumbrado a protestar al soberano de turno, al monarca, al dictador, al gobierno de la nación y a el dirige todo su malestar, los insultos y el desprecio, incluso ahora en la España democrática. Los gobiernos autonómicos, o gobiernos territoriales, quedan al margen de las protestas en todas partes, sus decisiones, su responsabilidad, parece no existir nunca, para lo malo, solo aparecen para la gloria, para las salidas positivas, por ejemplo, ahora, en la vuelta a la normalidad. Pero se olvida su responsabilidad en la parte negra de la pandemia. Su falta de previsión en cuanto a mantener almacenada una cantidad conveniente de mascarillas, guantes, trajes, falta de previsión en mantener recursos operativos, materiales y humanos, evitando la saturación como estaban antes de, falta de previsión durante años atrás para determinar que una reducida sanidad pública es ineficiente para tratar pandemias y mantener la sanidad asegurada para la ciudadanía.
La situación actual en España es que nadie tiene poder absoluto, el gobierno de la nación tiene poco o, no demasiado poder en muchos frentes para desarrollar sus políticas, comparte soberanía con los territorios y con la UE. Y por supuestos los territorios tampoco tienen poder absoluto para decidir e implementar todo aquello que quisieran. Los poderes aquí en España, están compartidos, las responsabilidades también. En amplios sectores de población no nos damos cuenta todavía de lo que ello significa y representa, y además, somos un Estado federal de joven trayectoria por lo que los organismos e instituciones de coordinación necesarios no funcionan tan correctamente como deberían, no están probados en su funcionamiento habitual. Destaca la necesidad del Senado como cámara territorial a reformar lo preciso urgentemente. Por eso es mucho más difícil llegar a acuerdos, es muy raro marcar caminos comunes cuando todos se pegan por salir en la foto y llevarse los méritos, empujando a los demás esperan llevarse los votos de cada elección.
Mientras tanto los poderes económicos disfrutan de una paz que no se merecen, poderes económicos territoriales, nacionales, y transnacionales que viven placenteramente su situación fuera de los focos, pero echando mierda a los políticos para lograr reducir más su poco poder ante cada situación. No es este el momento de sacar punta a este lápiz, pero consideren el papel de las empresas en esta crisis, en la que ponen fortísimas presiones para cambiar las directrices de la desescalada, poner o seguir en marcha y que se jodan los trabajadores, empresas que cuando tienen beneficios al bolsillo y cuando vienen pérdidas exigen al estado que las compense. Por no hablar de su papel como empresarios de una mayoría de las residencias de ancianos tratadas exclusivamente como negocio, de alta rentabilidad, decían en sus informes cuando buscaban inversores.
Antes de la pandemia y durante ella, las competencias sanitarias y de asistencia social, como las de educación, estaban, están, en las Comunidades Autónomas. El estado de alarma no ha suspendido de hecho las competencias, las CCAA podían comprar material sanitario para proveerse ante posibles contingencias, deberían haberlo hecho, deberían tener un acopio de material suficiente en previsión, guantes, mascarillas, trajes, … deberían haber tenido unidades médicas no tensionadas constantemente, las urgencias colapsadas habitualmente, pocas camas públicas, una atención primaria sin recursos, con pocos sanitarios, en condiciones muy precarias de contratación temporal, renovables o no. La Sanidad española había reducido su capacidad de atención previsora y recursos asistenciales en estos años de crisis y post crisis, respecto a la que tenía en 2008.
Prueban sus competencias, que los presidentes, consejeros y demás personal a sus órdenes han continuado teniendo en sus manos la organización de sus sistemas sanitarios, y de asistencia social. Ellos decidían la distribución de personal y equipos, echaban al responsable de las residencias, por ejemplo, en Madrid, y nombraban otro, eran los órganos territoriales, en Madrid, quienes decidían no derivar a los ancianos hacia los hospitales. En plena crisis han seguido comprando material como prueban los aviones que llegaban cargados por ejemplo a Madrid y Valencia, han sido los órganos territoriales quienes decían las cifras que facilitaban al Ministerio de muertos, o contagiados, eran esos órganos territoriales quienes decidieron a quienes hacían los test de pruebas… por supuesto en algún caso siguiendo las recomendaciones del gobierno. Claro que no podían actuar sobre las fronteras y los vuelos interpaíses, ni mantener la coordinación internacional con la UE y con la OMS, eso depende del gobierno central. En plena pandemia los números de teléfono de ayuda covid-19, han sido 17 o 19, uno por territorio, el resto de países europeos, tenían uno solo, acaso ese simple hecho no llama la atención de las dificultades de organización que tenemos.
El grado de gasto público de un estado y su distribución territorial, puede considerarse una medida de descentralización que en cierto sentido mide la cualidad federal de ese estado, entendida como la atribución de soberanía que comparten diferentes territorios con distintas administraciones públicas gobernando en ellos. A pesar de los cabreos que se originan diariamente, que para algunos justifican la conveniencia de una desmembración del estado para dirigirlo hacia una federación, la realidad concreta que ofrecen los estudios es que España es un estado federal, comparable con otros estados federales en cuanto atribuciones cedidas a los territorios, las CCAA, tiene una estructura particular con algunas deficiencias, como la financiación, etc. y el Senado que habrá que reconvertir ya, en Cámara Territorial donde diriman sus diferencias los territorios y no siempre en peleas bilaterales con el Gobierno Central, más propio de una confederación que de federación. Pero España es un estado federal.