Eurostat da cifras todos los días de cómo marcha esta parte del mundo: el desempleo en la Unión Europea (UE), junto al comportamiento social y económico de los Estados Unidos, son las referencias que pretende grabar como únicas verdades, sin exponer criterios sobre qué tipo de sociedad debe negociarse. Eurostat nos deja la impronta del éxito económico sobre el fundamental éxito social.
Nadie duda que las comparaciones pueden ayudar a formar un mundo mejor; pero no lo hizo cuando esta agencia de datos de la UE nos recordó que la tasa de desempleo en diciembre de 2014 en la UE fue del 9,9% lo que supuso una caída del 0.1% en comparación con la de octubre de 2011 que estuvo en un 10.0%; nadie se vio revolucionado ni lo festejó, lo que sí logró el dato fue el que muchos supieran que los desempleados a diciembre de 2014 fueron 24,056 millones de personas en la UE.
Al pretendido optimismo de la agencia le ha seguido el del equipo liberal español, que insiste en que lo peor de la crisis ha pasado; pero 2 familias + 2 familias no son 4 parados, ni los datos comparativos, mejores que los del país de los toros, ayudan a que los hispanos se sientan mejor: a diciembre de 2014 Alemania tenía un 4,8% de desempleados y Austria el 4,9%, España tenía el 23.7% y Grecia registraba el 25,8% en octubre.
Por esa marabunta de números, a muchos españoles les parece justo preguntarse qué pasará después de la crisis; unos apuestan por el regreso del consumo pre-crisis, otros por la llegada de una sociedad menos despótica y más transformadora.
Es posible que esas esperanzas dependan de los miles de desahucios habidos o de la imposición de los impuestos sobre los bolsillos de los de a pie; pero dentro de ello hay una realidad incontestable: hubo pocos países que en 2014 vieron que el desempleo, aun creciendo en relación a 2013, estuvo en tasas de reposición o aceptables como en Finlandia que pasó del 8,3% al 8,9%, Italia del 12,6% al 12,9% y Francia del 10,2% al 10,3%.
El caso es que, queriendo o no regresar al estilo del consumo pre-crisis, una mayoría de ciudadanos está convencido de que no serán las mismas personas; pareciera que se les hubiese agotado el idealismo de una segunda casa para el verano, y con él, una clase media que según Rajoy siempre vivió por encima de sus posibilidades. Es, podría decirse el inició de una clase media nueva, algo menos numerosa o mucho más proletarizada y extendida sobre toda la UE, un resultado o daño colateral de los países del sur de este lado del mundo.
Muy pocos ven a los jóvenes europeos de hoy, empleados o no, enfrentándose al poder del gran capital una vez pasada la crisis; con un paro en los jóvenes menores de 25 años, a diciembre de 2014, de 4,96 millones en la UE, el cambio que vivimos tiene la lógica de dirigirse hacia una Europa más centralizada y, que aún formada por países menos soberanos, cada vez se convierten en más proteccionistas sobre sus nacionales, conteniendo sus gastos, abocados a la flexibilización laboral y fortaleciendo el individualismo. La evolución de los futuros integradores de la nueva clase media permite esbozar esta hipótesis: En 2001 España tenía el 21.4% de desempleados juveniles menores de 25 años, a diciembre de 2014 llegaba al 51.4%; Austria vio crecer ese desempleo, en el mismo período, desde el 5.8% al 9.0%; los países bajos desde el 5.6% al 9.6%, Italia desde el 28.1% al 42.0% y Grecia del 28.1% al 50.6%. Ha sido Alemania, en el mismo período, la mejor parada con un 8.2% y un 7.2%, pero es fácil apostar por su instinto y deseo de no vivir esos escenarios. Nos dirigimos, dirían algunos, a un mundo más domesticado.
Mientras tanto a todos nos parece incomprensible el caso de que dentro de estos constantes peligros a la estabilidad de los hogares de la UE, se nos diga que los pasajeros en avión, que duermen en hoteles, continúa creciendo, Eurostat recuerda que sólo en la UE hubo 840 millones de desplazamientos en 2013 cuando en 2009, en plena crisis, el tránsito de pasajeros del transporte aéreo fue de 753 millones.
En 2013 España ocupó el tercer lugar en el registro de viajeros aéreos con 158 millones, le precedieron el Reino Unido con 210 millones y Alemania con 181.
Otra cifra que desborda los sentidos de la UE, es la de 2.7 billones de noches que durante 2014 se disfrutaron durmiendo en establecimientos turísticos. El top de los países de la UE lo formaron Francia con una venta de 403 millones de noches, España con 401 e Italia con 370 millones.
Un mundo desigual al que nos hemos acostumbrado y que no vemos como un adversario, incluso cuando en España hay 1.766.300 hogares con todos sus miembros activos en paro, llegando, los hispanos, al paroxismo de desear un cambio profundo del sistema y de partidos políticos y, a la vez guillotinando socialmente a quien se atreve a proponerlo.
Como diría un cómico venezolano: “No mejora el enfermo”. participa@latinpress.es Colaboración especial para LatinPress®. http://www.latinpress.es