La España de hoy, aunque parezca increíble, sigue siendo así porque las revoluciones y los cambios que transformaron a la mayoría de las naciones de Europa, en España no tuvieron efecto. Ni los valores y conquistas de la Revolución Francesa lograron entrar, ni España hizo jamás una revolución burguesa, ni los españoles lucharon nunca por la democracia. Todo lo que tenemos, incluido el actual sistema, falsamente democrático, fue una imposición de la élite al pueblo, que nunca supo defender sus intereses y que, en el gran momento del cambio posible, cuando España se jugaba ser o no ser una nación moderna, apoyó a Fernando VII e impidió que penetraran en nuestra patria la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, valores que sustentan la modernidad, impulsados por la revolución de los franceses.
Inglaterra, con Cronwel, ejecutó al rey absolutista y Francia guillotinó a su monarca absoluto en París, pero España, cuando le llegó la ocasión de hacerlo con el traidor y felón Fernando VII, lo convirtió en un héroe.
La primera gran revolución modernizadora de la Europa moderna fue la Reforma Protestante, que criticó la corrupción y la obscenidad que reinaban en la Iglesia Católica y aquellos criterios absurdos que consideraban a la autoridad y al rey como representantes de Dios en la Tierra. Pero España también entonces cerro sus puertas a las reformas, se unió al bando arcaico y defendió al Papado, ausentándose de aquellos cambios libertadores del espíritu, de la conciencia y de la individualidad, propiciados por el movimiento de Martín Lutero.
Por todas esas razones España es hoy una tierra de corrupción, injusticia, caciques y señoritos, ahora revestidos con el ropaje del político. Es una nación tan atrasada y desquiciada por la desigualdad que tiene cinco millones largos de ciudadanos que siguen votando comunismo, la más cruel, sanguinaria y totalitaria doctrina creado por el hombre. Por eso España tiene más políticos a sueldo del Estado que Inglaterra, Francia y Alemania juntas. Por esas razones, España tiene mas coches oficiales que cualquier otro país de Occidente y más aforados que todo el resto de Europa. Por esos lastres vergonzantes, la democracia en España ni siquiera ha asomado las orejas. Por eso rezuma corrupción y abuso por sus cuatro costados.
¿Alguien es tan incauto e inocente que crea que los herederos de aquellos condes y duques que recibieron tierras y privilegios en la Reconquista y que tenían derecho de pernada iban a aceptar una democracia verdadera en la que las decisiones las toma el pueblo? La democracia, en España, sólo llegará cuando el pueblo sepa luchar por ella y la conquiste con valor y honor.
Si la democracia hubiera entrado en nuestro desgraciado país, Miguel Blesa y Rodrigo Rato no habrían podido saquear Caja Madrid y Bankia, ni se habrían producido los EREs fraudulentos den Andalucía, no habría hoy miles de políticos incapaces de justificar sus abultados patrimonios, ni ignoraríamos todos a donde han ido a parar los fondos reservados opacos que se adjudican al poder político, ni los políticos nombrarían jueces y magistrados, ni existiría esa repugnante infección de abuso y corrupción que ha podrido la vida pública y que contamina ya la vida ciudadana del país.
España, nos guste o no, no es un país para pobres, ni para simples ciudadanos y menos aún para demócratas. España es un paraíso para los ricos y los caciques, que siguen considerándose, como hace diez siglos, dueños del Estado y ungidos por Dios para someter al pueblo.
La imagen elegida para ilustrar este artículo ha sido cuidadosamente seleccionada. Es la imagen de Miguel Blesa, un señorito millonario, amigo del ex presidente Aznar, que repartía entre sus amigos tarjetas opacas casi sin límite de gastos y que se consideraba con derecho a que la caja de ahorros que presidía le pagara, con el dinero de los desgraciados ahorradores, un rifle de 10.000 euros y cacerías africanas opulentas, en las que eliminaba leones, cebras y otros muchos animales salvajes. No es una imagen única ni especial porque Blesas hay miles en España, casi todos encuadrados en la política, que es el actual refugio-paraiso de las élites, y en las grandes empresas, integrantes todos ellos de la cofradía de los poderosos, la élite, el establishment español, que se siente dueño del Estado, merecedor de todos los privilegios, por encima de la ley y blindado por la impunidad.
Francisco Rubiales