Revista Opinión

España: la hora de los sinvergüenzas, los tramposos y los canallas

Publicado el 06 marzo 2012 por Franky
El último escandalo andaluz es aterrador: la presidenta de la empresa pública Invercaria (Inversión y Gestión de Capital Riesgo de Andalucía) reconoce ante uno de sus subordinados que "Si me comprometiera con la ética no estaría trabajando en esta organización". Posteriormente agrega que los de arriba, refiriéndose a la cúpula del poder político andaluz, conocen la situación y la aprueban. Las pavorosas confesiones son de Laura Gómiz Nogales, presidenta de Invercaria, una empresa de la Junta de Andalucía que se ha dedicado a repartir dinero público entre empresas amigas del PSOE, sin respetar los controles y procedimientos legales.--- España: la hora de los sinvergüenzas, los tramposos y los canallas España está adquiriendo en Europa una triste y peligrosa fama como país mentiroso, poblado por demasiados sinvergüenzas y tramposos. La culpa principal del nuevo estigma de España corresponde al anterior gobierno socialista, comandado por Zapatero, pero los nuevos gobernantes están haciendo pocos méritos para que ese estigma se disipe. Como toda "etiqueta", la de la "España corrupta y mentirosa" afecta a la totalidad de los ciudadanos de España y, sobre todo, a los que tienen poder político, cuyo inmenso desprestigio y escasa fiabilidad costará mucho tiempo restaurar y restituir.

Después de la mentira "griega" del anterior gobierno socialista con el déficit, que había prometido ante las instituciones europeas que sería del 6 por ciento en 2011 y que terminó siendo del 8.51 por ciento, con una inexplicable y suculenta desviación de casi 26.000 millones de euros más despilfarrados, Rajoy se ha encontrado con la incomprensión y la incredulidad, probablemente fundada, de una parte importante de Europa, precisamente la que en estos momentos toma las grandes decisiones desde la fuerza moral que les da el hecho de que esos países viven del esfuerzo de sus ciudadanos y no han despilfarrado ni mentido. Cuando el nuevo presidente español solicitó más flexibilidad en la reducción del déficit, argumentando que las circunstancias han cambiado y que, en plena recesión, es contraproducente una reducción tan drástica, nada menos que del 8.51 al 4.4 por ciento, los finlandeses y los suecos, apoyados desde la trastienda por muchos políticos del resto de Europa, incluso alemanes y franceses, han dicho que "no". Aunque Rajoy haya pactado previamente su reducción con la poderosa Ángela Merkel y con Sarkozy, la Europa seria que está cansada de chorizos y tramposos le ha dicho que "NO".

El argumento para la negativa es que España, como Grecia, es poco fiable porque sus gobernantes han demostrado, hasta la saciedad, que mienten y engañan, no solo a su propio pueblo, sino también a las instituciones internacionales.

A la responsabilidad de Zapatero hay que agregar la de los muchos funcionarios incrustados en las instituciones europeas por los socialistas, que están allí haciendo campaña contra Rajoy y su gobierno, afirmando en los pasillos y en hasta en las reuniones técnicas que no son fiables y que están engordando las cifras para después apuntarse éxitos económicos contundentes y electoralmente rentables, además de que están retrasando la presentación de los presupuestos para ocultar al pueblo las grandes privaciones que se avecinan y poder así ganar las importantes elecciones en Andalucía.

Me aseguran mis fuentes comunitarias que los rumores contra Rajoy son constantes y muy sólidos en los pasillos de Bruselas y Estrasburgo, alimentados por funcionarios europeos que les deben sus puestos a Felipe González, a Zapatero, a Pedro Solbes y a Joaquín Almunia. Y me aseguran que esos rumores caen en tierra abonada, ya que la imagen de España en los órganos de la Unión, forjada durante la triste etapa de Zapatero, es la de un país poco fiable, donde abundan los pillos y los tramposos, más fiable que Grecia, pero menos que Portugal, Irlanda e Italia, los otros tres países "tocados".

Lo cierto es que esos rumores tienen bastante de razón. La España gobernada por los socialistas ha demostrado en los últimos años una frivolidad escandalosa e insultante, adquiriendo una triste fama de país tramposo y corrupto que ahora sufren sus herederos, los gobernantes del PP. La decisión de Rajoy de "perdonar" los abusos e irregularidades del anterior gobierno e, incluso, de condecorarlos ha sido contraproducente en el plano internacional y ha demostrado que los políticos que han llegado al poder son amigos y más o menos iguales que los anteriores.

Muchos militantes y altos cargos del PP comprenden ahora que esa "tolerancia" de Rajoy con los abusos y delitos del zapaterismo es contraproducente, pero no se atreven a contradecir a un Rajoy inflado de poder y prefieren creer que ya es demasiado tarde para corregir ese error. Se sabe que los dos principales impulsores de una política "dura" contra los abusos, corrupciones y mentiras del socialismo son Esperanza Aguirre y José María Aznar, pero ambos representan hoy tendencias minoritarias dentro de un PP cuyo principal problema, ante los españoles y ante el mundo, es que a veces proyecta una imagen que se parece demasiado a la del PSOE.

En España, la crisis no sólo afecta a la economía, sino que se ha incrustado ya en las entrañas del Estado y afecta a toda la clase política, desprestigiada, divorciada de los ciudadanos y que después de la última subida de impuestos, contraria a las promesas de Rajoy, y a la loca y terrorífica decisión de Rubalcaba de apoyar el tumulto y la trifulca en las calles, empieza también a ser odiada, en bloque y sin distinciones, por su propio pueblo.

El "Estado" es una institución inventada por los hombres para procurarse estabilidad y crear las bases para la prosperidad y la felicidad, pero, para que funcione eficazmente y no se torne una bestia insaciable de poder e injusta, requiere dos condiciones ineludibles: la primera es el establecimiento de controles que limiten el poder de los políticos y de sus partidos, a través de separación de poderes, vigencia de la verdad, una justicia implacable y libre, etc.; la segunda es que ese Estado genere confianza en los ciudadanos.

En España no se dan ninguna de esas dos condiciones imprescindibles. Los controles que limitan el poder han sido dinamitados por los partidos políticos, que tienen el campo libre para cazar y abusar con impunidad casi plena, y los ciudadanos, al igual que ocurre en Europa, desconfían profundamente de su "Estado", poblado por demasiados corruptos, mentirosos y hasta delincuentes.

Ante esta situación de profundo deterioro de la máxima institución de la sociedad humana, la convivencia se deteriora, la economía se hunde, las previsiones dejan de ser fiables y la gobernabilidad de torna un problema, ya que los políticos y sus partidos acumulan más odio y rechazo que respeto y obediencia.

El civismo, asesinado por una clase política deplorable y rastrera, está muriendo a chorros en España. Por eso, la blandura de Rajoy ante los abusos y traiciones de ese socialismo que hoy está en la calle alimentando el fuego de la trifulca y la inestabilidad, es cobarde, contraria al deseo de los ciudadanos y casi tan culpable actual drama como la ineptitud mentirosa y corrupta de Zapatero y sus muchachos.



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