Rajoy, cuya imagen está muy marcada por factores como el incumplimiento de sus promesas electorales y la insensible convivencia con la corrupción, que en su etapa ha alcanzado niveles insoportables, se aferra a su liderazgo en un PP dividido y en retroceso, a pesar de que es señalado por muchos, incluso dentro de su propio partido, como un pésimo candidato que, además, es incapaz de pactar con nadie en una etapa de la política española en la que los pactos son imprescindibles.
El PSOE continúa en su dolorosa travesía del desierto, perdiendo cada día mas frescura, chospa y capacidad de conectar con la sociedad. Después del desastre de Zapatero, al que los españoles no le perdonan sus torpezas y errores, que costaron a España cientos de miles de millones de euros y un deslizamiento funesto hacia la pobreza y la decadencia, carece de personas con peso político en sus filas y el único que dio el paso fue el cantamañanas Pedro Sánchez, que en muchos aspectos supera al mismo Zapatero.
No hay líderes políticos atractivos y fiables en ninguno de los partidos porque los que valen huyen de una política desprestigiada y marcada por la corrupción, el rechazo de los ciudadanos y las luchas internas a cuchillo corto, lo que permite que mediocres frívolos y casquivanos, que en la economía real no habrían alcanzado puestos relevantes, se conviertan en candidatos a presidir el gobierno. Como hacen siempre los mediocres, los líderes de los partidos laminan a todos los que pueden hacerle sombra y se rodean de otros mas mediocres y tontos, incapaces de desplazarlos.
Pero hay tanta inseguridad y nervios en el ambiente y la desconfianza es tan grande que en España hasta los tontos conspiran y las cúpulas de los partidos están plagada de traidores y asaltantes escondidos en las esquinas.
El resultado es una guerra de navajas entre mediocres en una España sin rumbo porque los políticos, enfermos de codicia, vanidad, arrogancia y corrupción, se han apoderado del Estado y de sus poderes y han desplazado al ciudadano lejos de la político, contruyendo así una falsa democracia, injusta y vulgar, que es incapaz de producir esperanza, ilusión y proyectos comunes.
La falta de respeto se ha convertido en el caldo de cultivo de la política española, donde los políticos no son respetados por un pueblo que cada día aprende a odiarlos un poco más y donde los políticos ni se respetan entre ellos mi respetan a un pueblo que, en democracia, debería ser el soberano.
En ese ambiente triste y desencantado los españoles, que ni siquiera saben lo que proponen los partidos y están impregnados de confusión e ignorancia, se presentan ante sus segundas elecciones generales en medio año, con miedo a que inmediatamente después, ante la incpacidad de los políticos para dialogar y pactar, lleguen las terceras elecciones en un solo año, todo un síntoma del fracaso de los políticos españoles y del fin de un ciclo de falsa democracia que pide a gritos una regeneración y una refundación del sistema.
España es un disparate monumental cuajado de incertidumbres y riesgos, donde los ciudadanos ya no saben que hacer y en que la confusión y la indignación está haciendo posible que doctrinas fracasadas y derrotadas como el comunismo resurjan encarnadas en un partido como Podemos, que sólo ha demostrado maestría en su capacidad para recoger votos desesperados y angustiados por las injusticias y desastres provocados por los viejos partidos, que han construido una nación que nada en la crisis y que tiende a romperse.
Francisco Rubiales