Las mentiras florecen como setas en estos tiempos de campaña electoral. Esa gente del poder, sin moral y sin valores, miente sin que les tiemble el pulso y después se desdicen e incumplen sus promesas sin el menor rubor.
Algunos políticos, entre ellos Rajoy, dicen que bajarán los impuestos, pero ocultan que dijeron lo mismo en la anterior campaña electoral y después hicieron lo contrario.
Otros dicen que van a nacionalizar empresas, que van a privatizar, que garantizarán los servicios básicos y que van a suprimir el Senado y las Diputaciones. Habrá que verlo. Muchos, cansados de ser engañados, no les creemos y recelamos de todo lo que dicen, sobre todo durante la campaña, un tiempo de mentiras.
Rajoy acaba de decir en precampaña una de las falsedades mas peligrosas y nocivas en política: que para gobernar bien es necesario tener experiencia. Sin embargo, cientos de pensadores, incluyendo al sabio filósofo griego Aristóteles, piensan justo lo contrario: que "el poder corrompe" y que lo mejor es no tener experiencia y limitar lo mas posible los mandatos de los políticos, precisamente para evitar que adquieran experiencia y terminen corrompiéndose.
Lo importante no es, como dice Rajoy, la experiencia, sino el mérito, la virtud que posea el político, que debe ser impecable y adornado con el máximo de valores. ¿Para que nos sirve un político con experiencia si es un chorizo o un rufián? ¿Para que nos robe mejor?
Los políticos, transformados por voluntad propia en mediocres dictadores camuflasos de demócratas y sin frenos, contrapesos ni controles, se niegan a ser examinados y controlados por los ciudadanos y no aceptan exigencias ni condiciones para acceder el poder. Para ser secretaria de dirección se exigen idiomas, pero los políticos pueden llegar a la presidencia del gobierno sin saber hablar otra lengua que la propia y sin garantizar valor profesional y ético alguno. En España está vigente la paradoja de que a un político que va a controlar el presupuesto, el monopolio de la fuerza y los enormes recursos del Estado se le exige menos que a un barrendero. El escándalo mayor de nuestra sociedad es que los políticos son prácticamente impunes, que gobiernan sin las limitaciones que establece la democracia, que gobiernan como si los ciudadanos, al votarles, les hubieran entregado un cheque en blanco por cuatro años, sin ni siquiera cumplir la sagrada regla democrática de responder de sus actos y de los daños que causan ante la nación y los ciudadanos.