Los españoles esperan ver en el poder a un tipo duro, con los "congojos" bien puestos, adoptando medidas eficaces contra la corrupción, desparasitando el país, metiendo a miles de ladrones y sinvergüenzas con carné de partido en la cárcel, reformando las leyes para que los abusadores tiemblen de miedo y arrebatándoles la teta del Estado a los cientos de miles de parásitos y de políticos enchufados que sobran y que viven de lujo en el presupuesto, sin aportar nada.
Hay que adoptar medidas de gran dureza, como reformar la ley electoral, suprimir los aforamientos y eliminar esos fueros y privilegios que han convertido España en un corral sin vallar. Hay que suprimir la financiación pública de los partidos políticos y sindicatos y hay que resetear el país para que de una vez pueda instaurarse una democracia verdadera, no el esperpento trucado que se creó en 1978, que siempre ha sido una dictadura camuflada de partidos.
Las medidas que España demanda son tan difíciles que solo un verdadero hombre o una verdadera mujer podría asumirlas.
Mariano Rajoy acaba de afirmar que "No creo que sea bueno para el partido ni para el país que yo me vaya". En primer lugar, el subconsciente le ha traicionado porque primero debía haber colocado a España y después a su partido. En segundo lugar, sólo sería bueno que se marchara si, para sustituirle, llegara un verdadero hombre de principios sólidos, valor y fuerza.
Muchos creen que ese personaje duro y decidido nunca podrá encontrarse en el actual sistema de partidos políticos, que son auténticas fábricas de mediocres, y que el candidato ideal para la salvación tendrá que ser una especie de "dictador" democrático, capaz de coger el desquiciado toro de España por los cuernos, pero otros creemos que nadie es más fuerte que un demócrata, un tipo apoyado por los votos del pueblo, dispuesto a cambiar este circo. Winston Churchill afirmaba que la democracia es el más fuerte de los sistemas porque el poder, sustentado por el pueblo, está fortalecido por la legitimidad, la opinión pública y la ley.
El problema de España, en esta tesitura de crisis profunda política, económica y moral, es más de testosterona que de otra cosa. Hay que atreverse a desparasitar el país y eso requiere temple y coraje poco habituales.
Lo que es evidente es que el hombre fuerte (o mujer fuerte) que España necesita no puede surgir de esos mismos partidos que son los culpables de la actual debilidad y postración de España ¿Cómo va a acabar con la corrupción quien la ha creado? ¿Cómo va a limpiar el país quien lo ha llenado de inmundicia? De los actuales partidos solo pueden surgir gallinas enfermas de arrogancia y cobardía intrinseca. Sin la menos duda, el héroe que España necesita para regenerarla habrá que buscarlo en otros caladeros más sanos, probablemente en el corazón de esa sociedad que resiste a la política y se opone al abuso desde hace años, en silencio y sin demasiada esperanza, pero con tesón y fibra heroica.
La Cospedal acaba de decir que Rivera ha "insultado" a Rajoy al decir que no puede liderar un gobierno de regeneracion. Y sin embargo es cierto, no tanto porque Rojoy provoque rechazo, un mal común entre los políticos, sino porque es un "blandito" que ha demostrado carecer de suficientes agallas para adoptar las medidas que España necesita. Los españoles esperan que de las próximas elecciones no surja otro abrazafarolas mentiroso y corrupto, sino un verdadero hombre de bien, con dos congojos.
Si los españoles, cada día más conscientes de que España está herida y en peligro por culpa de los políticos, pensaran que tienen que seguir lidiando en las próximas elecciones con la misma tribu de mediocres, se desplomarían de desánimo y les repugnaría tener que elegir entre el guaperas socialista, dispuesto a pactar con el mismísimo diablo para llegar a presidente, con el joven viejo comunista de la coleta, disfrazado de indignado, con el muchacho confuso que parece decente pero que pacta, apoya y apuntala a los socialistas, incluyendo a los que llevan décadas corrompiendo Andalucía, y con el indolente líder blandengue de la derecha, incapaz de dialogar con nadie y que repite como un robot asustado que el tiene derecho a gobernar porque ha ganado las elecciones.