Nos estamos equivocando. No necesitamos políticos en el poder sino gestores capaces, técnicos bien preparados y dotados de valores para que gestionen con garantías nuestras instituciones y administren el Estado con sabiduría y acierto, justo lo contrario de lo que están haciendo nuestros políticos, cuya mano conduce a España hacia el caos y el fracaso. Una nación tiene que ser gestionada como una empresa, no como un cortijo propiedad de una casta de políticos intocables. El servicio a la comunidad debe sustituir al privilegios y lo justo debe ocupar el espacio que hoy, con nuestros políticos al mando, ocupan la arbitrariedad, el abuso y el vicio.
La gestión de los malditos políticos no sólo siembra de fracaso y muerte la sanidad pública, sino que actúa del mismo modo en otros ámbitos vitales, como la economía, la educación, la cultura, la igualdad, la unidad de la nación, la convivencia, etc. España es ya conocida en todo el mundo como un país mal gestionado por una de las clases políticas peores del planeta, que, además es la que disfruta de más privilegios y es más rechazada por sus ciudadanos.
Basta un par de ejemplos para que se perciba con toda crudeza la pésima gestión de nuestros políticos: Uno de cada cinco muertos en el mundo por coronavirus es español, cuando nuestra población es solo el 0.6 por ciento de la mundial; España tiene más coches oficiales rodando que Europa y Estados Unidos justos y también tiene mas políticos que Alemania, Francia y Gran Bretaña juntos. Pero, además, es un país con mas políticos y altos cargos aforados que todo el reto de Europa y Estados Unidos. Por último, la España que nos han construido nuestros ineptos y corruptos "amos" ocupa lugares de privilegio en el ranking mundial de casi todos los vicios y miserias: blanqueo de dinero, prostitución, alcoholismo, drogas, dinero sucio...
La Historia de España demuestra con una claridad pasmosa que los políticos no han llevado siempre al desastre y que la salvación, cuando ha ocurrido, nos ha llegado desde la ciudadanía, generosa y capaz de reaccionar ante el drama. De un estudio detallado de nuestra historia surge la conclusión de que los peores enemigos de España son sus políticos.
Cuando el drama del coronavirus termine, este mundo fracasado tiene que cambiar y la primera conclusión para el cambio debe ser que sin políticos y sin sus corrompidos partidos, con una España gestionada por personas decentes y preparadas, nuestro país podía ser de los más prósperos y avanzados de Europa y del mundo.
Con una democracia, sin partidos políticos y con ciudadanos preparados gestionando el poder, como ocurría en la Grecia clásica, España sería otra y desde luego mucho mejor que la pocilga de injusticias, abusos, arbitrariedades y vicios que nuestros políticos nos han construido.
Lo dice claramente el certero divulgador economista Gay de Liébana: "Necesitamos políticos que sepan lo que es una empresa y el mundo real".
La economía de Estados Unidos marchaba viento en popa hasta la llegada del coronavirus porque allí tienen a un presidente empresario, Donald Trump, que ha incorporado a su gabinete al presidente de Exxon Mobil, al de Goldman Sachs o al de otra gran multinacional, todos con gran experiencia en la creación de riqueza y empleo. Pero en España ¿A quién tenemos? ¿Qué han gestionado los que nos están matando con la crisis, generan dolor y desesperación y conducen nuestra economía hacia el colapso? ¿Conoce el Gabinete Ministerial el mundo real o es un inepto cóctel de intereses y una componenda para compensar a los que apoyaron la investidura de Pedro Sánchez?
La España que surja de la matanza del coronavirus tiene que cambiar y el primer cambio que necesita es dotarse de un liderazgo decente y eficaz, sin corruptos, ineptos y miserables al mando del timón, optando por personas de valores, capaces de anteponer el bien común y el interés general a la basura de los partidos políticos, esas asociaciones de mediocres ambiciosos que sólo luchan por obtener privilegios, dinero y poder.
Francisco Rubiales