Por Eloy González
Muchos sabemos que el autoconcepto que tenemos como nación española no es muy allá, es muy mejorable, por no decir malo. Algunos decimos claramente y donde se tercie, que España es un país acomplejado, muy acomplejado.
Ni con todo el maremoto reciente éste del catalufo, ni con las leyes de “desconexión”, ni con el 1-0, ni con la DUI, apreciamos síntomas de mejoría en el enfermo, de un rearme, de una indignación. Ni con una banda de delincuentes como estos del “prusés”, dicho hasta por jueces y fiscales, ni con el secuestro de muchas mentes infantiles en la llamada “escola catalana” o con el inmenso altavoz difamador llamado TV3, pagado con nuestros impuestos por cierto, vemos mucho cambio.
Los sediciosos del régimen encarcelados e incluso huidos, en lugar de estar inhabilitados de por vida, se pueden volver a presentar sin problema en el 21-D (que hay que echarle…), TV3 sigue con sus partes de guerra contra el “estado opresor y franquista”, los niños castellanos siguen a merced de lo que les diga el radical de turno que tiene por profesor etc., etc. Sin mucha novedad en el frente.
Ojo, que no soy esos que dicen que “lo que no pasa en España, no pasa en ningún sitio” porque en todos los países se dice más o menos lo mismo, salvando sus lógicas diferencias. Solo basta con viajar mínimamente por ahí para darse cuenta de que la gente común se queja de cosas parecidas. Cada país tiene sus peculiaridades. En España, tenemos el complejo.
De no tenerlo, jamás hubiéramos llegado a tener partidos secesionistas haciendo chantaje en el Congreso de Madrid, no tendríamos la educación en manos de auténticos talibanes revanchistas, no tendríamos a medios totalmente desquiciados y parciales etc.
A ningún país de nuestro entorno cercano, como Francia o Alemania le pasarían estas cosas. Para empezar, esos partidos secesionistas que no acatan ningún orden legal del Estado, estarían prohibidos, controlados o desactivados en gran parte. Y por supuesto, jamás podrían presentarse a unas elecciones generales, habiendo ya unas autonómicas. Si su ámbito no es en todo el Estado, si es solo autonómico, ¿por qué diantres se pueden presentar a las generales? Madre del cordero que ningún partido plantea. ¿Cosas del complejo? En ningún país cercano se aprecia ese recelo casi enfermizo en muchos ámbitos para evitar la palabra España. Es como un anatema, como en los tiempos de la Roma antigua, cuando si alguien decía la palabra Roma al revés, o sea Amor, todas las desgracias caerían sobre la ciudad, llamada luego Eterna.
En programas de la tele, cuanto más progre mejor, son incontables la veces en las que se oye “estepaís” y ninguna vez “España”. Así estamos.
De acuerdo en que no se pueden comparar países, sencillamente porque no tenemos la misma historia, ni el mismo componente social, ni siquiera el mismo clima, latitud, longitud o geografía. Estas 4 últimas variantes varían y de qué manera, el ser de la gente.
En España tuvimos guerra civil. Ningún país del entorno tuvo nada de eso. No lucharon contra el compatriota sino contra un enemigo exterior. Tener guerra civil marca. Marca durante generaciones. Nos hace recelosos del que tenemos al lado al que vemos enemigo rápidamente. Hace un bando ganador y al otro perdedor, cosa que con el tiempo bascula. Ahora los que se consideran herederos de los que perdieron, hacen como que ganaron y pasan factura a los otros. Resultado: un país desquiciado, sin rumbo, al pairo del viento que sople, acomplejado.
No se ve cambio en la situación ni aun estando en emergencia nacional, artículo 155 mediante. El chalaneo político entre partidos seguirá. Está todo muy atado en el cortoplacismo, a salir del paso, a no perder el pesebre, sin visión nacional a medio o largo plazo. Cualquier intento se corta por lo sano y se vitupera e injuria al que lo intenta.
Contra el complejo se impone coraje, valentía, un puñetazo en la mesa, un valorar nuestra parte de historia gloriosa, plagada de figuras que en su día fueron referencia mundial. Dejar de creer en falsas y exageradas leyendas negras endosadas por enemigos exteriores y ahora, también interiores. Volver a sacar esa casta y orgullo español que tuvimos y usarlo en positivo, en nuestro favor.
De momento, ni está ni se le espera. Esperemos que sea porque es demasiado pronto aun.