Todo el mundo dice que España tiene que mirar hacia un futuro que debe que ser distinto y mejor, pero la receta que el gobierno español aplica, sin resistencia por parte de la población, es el comunismo, la mas vieja entre las ideología y la más desacreditada por criminal. Toda la rebeldía y la protesta parecen un teatro cómico, una especie de sainete estúpido porque no existe en toda Europa una población con más motivos para expulsar a sus gobernantes y más cobarde y sometida que la española, así como unos partidos políticos de oposición más castrados y asustados que los de España.
Crecen la desconfianza y las pruebas de que Sánchez está gobernando pésimamente la crisis, pero él aparece humilde y lleno de falsedad en sus sermones televisados por cadenas que han sido compradas con millones de euros, dinero que España necesitaba urgentemente para luchar contra el coronavirus. Para desviar la atención y evitar el castigo que sin duda merece, Sánchez ha lanzado la idea de unos pactos para la reconstrucción que todos, según dice, deben apoyar. Se trata, evidentemente, de una trampa porque si los apoyas te haces cómplice de un gobierno miserable, pero si los rechazas eres acusado de insolidario. Los partidos de la oposición, desesperantemente torpes, cobardes y debilitados, le siguen el juego en lugar de pedir a gritos que sea juzgado por las miles de vidas de españoles que han caído por su negligencia y estupidez. Hasta VOX, ese partido al que acusan de ser la "extrema derecha", que parecía una fiera, está apagado y proyecta una cobardía desesperante e incomprensible, como si quisiera inyectar oxígeno ahora al gobierno noqueado de sus adversarios comunistas y socialistas.
La coalición creada para expulsar a la derecha del poder está hecha trizas. Sánchez y sus socios comunistas se llevan pésimamente y las discrepancias dentro del gobierno ya no se disimulan, pero eso no tiene reflejo alguno en la capacidad de gobernar. Sánchez sigue al mando, controlando todos los recursos y resortes. Hasta sus aliados le dan ya la espalda, pero tampoco la deserción de los que le prestaron los votos que necesitaba para gobernar tiene efectos sobre la gobernabilidad de España, un país de castrados y cobardes que sigue sometido al peor gobierno de Europa y a uno de los peores del mundo, como lo demuestran hechos constatados como el número de muertos por coronavirus, los errores cometidos en la lucha contra la pandemia y la ruina galopante que amenaza a España, con su economía al borde del colapso.
Vivir en España en estos días es un suplicio. Los españoles están encerrados en sus hogares y muchos nos sentimos reclusos en vez de confinados. Ni siquiera los niños pueden salir a dar un paseo por los parques y esos niños encerrados ya empiezan a sufrir daños en sus frágiles estructuras pasiquicas. España está llena de sospechas y de recelos, de rechazo y hasta de odio al mal gobierno, pero si preguntas a los españoles por el futuro te dicen, sorprendentemente, que el fracasado Sánchez saldrá reforzado de la crisis del coronavirus.
Mientras tanto, el desfile de imbéciles con poder es interminable, presidido por ese increíble Sánchez con apariencia de hermana de la caridad, que oculta su odio y rencor ante las cámaras, y por una ristra de ministros y altos cargos diciendo imbecilidades y estupideces. La ministra de Igualdad, Irene Montero, dice que su modelo para salir de la crisis es la Argentina peronista, mientras que otros lanzan consignas que atentan contra la propiedad privada, amenazan con expropiar cuentas bancarias y viviendas y sostienen, desde la locura más atroz, que el modelo de democracia es Venezuela.
Es un país de locos, sin la menor duda, pero de locos totalitarios, torpes, cobardes y castrados.
Francisco Rubiales