Escribo este artículo sabiendo de antemano que me va a quedar un poco largo. Y es que hay veces que tanta chapuza no cabe en espacios pequeños. Por eso, vayamos al grano.
Primer error. El Gobierno marroquí retira el pasaporte y expulsa ilegalmente a Aminetu Haidar del Sahara porque ella denuncia cómo se están violando sistemáticamente los derechos humanos en su tierra. Y el Ejecutivo de España, sabiendo que esta expulsión era contraria a derecho, lo acepta y permite que ella traspase los controles y llegue a Lanzarote. No puede alegar desconocimiento. España lo sabía.
Segundo error. Ya en España, no se autoriza a Haidar a volver a su tierra asegurando que es legalmente imposible porque carece de pasaporte. Sin embargo, días después, el mismo Gobierno esgrime una resolución policial extraordinaria por la que sí se permite salir del país a la activista. ¿En qué quedamos? ¿Puede o no puede cruzar la frontera? ¿Antes era imposible y ahora, de repente, es legal?
Tercer error. España pone en marcha a su diplomacia para intentar convencer a Marruecos de que devuelva el pasaporte a Haidar. Estas gestiones no sólo fracasan con estrépito y dejan en evidencia la debilidad española a la hora de reponer la legalidad quebrada y el cumplimiento de los Derechos Humanos, sino que hacen fuerte a Marruecos, que se atreve a chantajear con rebajar la vigilancia de la inmigración, el terrorismo y el tráfico de drogas.
Cuarto error. Ante el fracaso de las gestiones diplomáticas, España monta una operación a espaldas de las autoridades marroquíes y de la propia Aminetu para intentar colarle a la activista a Rabat por sorpresa. Piden permiso para sobrevolar y aterrizar, pero no esperan a obtener el sí político, aún a sabiendas de que Marruecos no iba a permitirlo. El show es de tal calibre que el desviado especial de Moratinos para esta crisis, Agustín Santos, llega a pedir al piloto que despegue de Lanzarote sabiendo que le habían retirado el permiso para tomar tierra en El Aaiún. Vamos, aterriza como puedas, versión cutre. “Ya lo arreglaremos en el aire”, dijo Santos. Cuando la operación se aborta, la estratagema española queda al descubierto.
Quinto error. En lugar de centrarse en devolver a Haidar a su casa haciendo las presiones al nivel que corresponda, el Gobierno español camia de estrategia y pretende quebrar la voluntad de Haidar y hacer fracasar su huelga de hambre alimentándola a la fuerza. Para ello, la delegada del Gobierno en Canarias pone una denuncia y moviliza a un juez que, con una notable falta de tacto y acompañado de dos policías y varios funcionarios, irrumpe en el cuarto de Haidar. Tras salir a empujones, intentan arrebatar la cinta a un cámara por grabar en la calle. Muy democrático todo.
Sexto error. La estrategia del Gobierno también pretende aislar a Haidar de su entorno, al que responsabiliza de empujar a la activista hacia la muerte. Quienes defienden esta tesis, y se la he oído a mucha gente, lo hacen porque no conocen a Aminetu, no la han visto decir que está dispuesta a morir, no la han visto caminar por las calles de El Aaiún cercada de policías y haciendo la señal de la victoria, no saben de quién están hablando, no tienen ni idea de su voluntad firme y de su coraje. Podría entender que dijeran que Aminetu maneja a su entorno, pero nunca, jamás, que ella esté siendo manejada.
Séptimo error. El presidente Rodríguez Zapatero ha admitido públicamente que los intereses generales priman por encima de la vida de Aminetu Haidar. Da igual la forma en que lo hiciera, eso es lo que quiso decir. Es decir, la razón de Estado frente a los derechos de las personas, que pueden ser avasalladas, expulsadas de su país e incluso amarradas a una cama de un hospital y entubadas en contra su voluntad. Muy ejemplarizante.
Tendrán que perdonarme, pero es posible que por las prisas de terminar este artículo me haya olvidado de algún error más cometido por este Gobierno de España que tanto alardea de defender a los débiles y bla, bla, bla, pero si quieren seguimos hablando la próxima semana.
De momento, termino contándoles que en los cinco días que he pasado en el aeropuerto de Lanzarote he escuchado dos frases que resumen, para mi gusto bastante bien, lo que está ocurriendo. La primera me la dijo un compañero periodista: “Se acaba el tiempo para Aminetu, ya sólo le queda su sufrimiento”. La otra, el actor Guillermo Toledo. “Estoy aquí por egoísmo. La lucha de Aminetu es la lucha de los derechos de los ciudadanos frente a la fuerza de los estados. Y, por tanto, también es mi lucha. Si ella fracasa, yo fracaso; y si gana, yo también gano”. Yo también lo creo, pienso que aquí lo que nos estamos jugando todos es nuestra propia libertad.