España, un país desquiciado y confuso

Publicado el 03 julio 2010 por Franky
España es hoy la viva imagen del fracaso de la política y del liderazgo, un país desmoralizado, desquiciado y confuso, con sus valores básicos trastocados y hasta con su modelo de convivencia, la democracia, en crisis, un país crispado y dividido en el que el liderazgo no está dando la talla porque los políticos sólo han demostrado ser hábiles y eficaces incrementando su propio poder, su dominio y sus privilegios.

Todos conocemos la respuesta correcta a sencillas preguntas de se plantean en la vida diaria, pero, en el momento de la verdad, todo es confusión y falla la lógica ¿A quién deben servir un fiscal y los grandes tribunales, al gobierno o a la ley? Es evidente que a la ley. Sin embargo, ocurre que la política domina muchas veces la balanza de la justicia, que la ley se aplica de manera diferente cuando el juzgado es un amigo o un adversario y que los partidos políticos, demasiado poderosos, influyen en las sentencias.

Algo similar ocurre con los políticos y los periodístas: ¿A quien debe servir un político electo, a los ciudadanos a los que representan o a los partidos en los que militan? La respuesta correcta es a los ciudadanos, pero en verdad sirven a sus partidos y se olvidan de los ciudadanos. ¿Y los periodistas? Su traición es, si cabe, la más dolorosa para la democracia. Los periodistas han tomado partido y han dejado de servir a la verdad y al ciudadano para entregar sus esfuerzos profesionales a partidos e intereses empresariales. Como consecuencia, nadie sabe donde está la verdad y los poderes campean por el abuso y la corrupción sin que nadie pueda ponerles freno.

¿Y con los ciudadanos? Ocurre otro tanto porque anteponemos el miedo y el conformismo a la libertad, al deber de exigir y a la rebeldía. Soportamos como esclavos demasiadas lacras y opresiones, demostrando que hemos perdido el orgullo de ser libres. Nos domina el miedo y hemos permitido, con una cobardía digna de lástima, que nuestra democracia haya sido asesinada por los partidos políticos y suplantada por una oligocacracia donde el que manda ya no es el pueblo (demos) sino las élites de los partidos (oligo). Sabemos que nuestros políticos anteponen sus propios intereses al bien común... y no hacemos nada. Conocemos el alcance pavoroso de la corrupción... y no hacemos nada. Nos mienten, nos endeudan, nos suben injustamente los impuestos, nos bajan los sueldos y ni siquiera tenemos la gallardía de exigir a nuestros políticos que también ellos practiquen la austeridad y sean ejemplares. La sociedad civil española, desarmada y desarbolada, está casi en estado de coma.

La confusión y el desquiciamiento afectan a todas las facetas de la vida, desde la educación a la convivencia, sin olvidar las relaciones sociales y la vida laboral. La sociedad está cambiando y no precisamente en el sentido que marca la democracia. Los poderosos son cada día más poderosos, al igual que los ricos son cada vez más ricos, mientras que los humildes y los pobres descienden cada día varios escalones, hacia el foso, en la escala de la dignidad. La igualdad, columna vertebral de la democracia, es hoy una quimera, al igual que la justicia, la fraternidad y otros valores cruciales.

El Estado, controlado de manera férrea por políticos profesionales, ha olvidado su razón de existir y ya no quiere o no puede cumplir con sus obligaciones contractuales. No es capaz de garantizar la convivencia, ni la seguridad, ni la igualdad de oportunidades, ni la justicia, ni se atreve a luchar contra la corrupción, ni puede ya suprimir las diferencias irritantes entre unos y otros.

El Estado español es hoy la viva imagen del viejo monstruo Leviatán, que oprime y subyuga.