En año y medio el gobierno de Rajoy, elegido con mayoría absoluta porque prometía limpieza, regeneración, empleo y solución del drama económico, alcanzó los 6.202.700 desempleados, después de haber heredado un país ya asolado por el inepto Zapatero, con casi 5 millones de parados.
El PP no ha cumplido ninguna de sus grandes promesas: ni ha creado empleo, ni ha limpiado el país, ni ha adelgazado el sector público, ni ha detenido la vorágines del gasto público y del endeudamiento, ni ha bajado los impuestos, ni ha regenerado el tejido productivo, ni ha perseguido a los ladrones, ni ha solucionado la estafa de las participaciones preferentes y ha disparado los desahucios y sigue cobrando a la mayoría de los empresarios y autónomos, de manera desvergonzada, el IVA facturado, aunque no haya sido cobrado, una injusticia que abruma a las empresas y que, unida a las desorbitadas subidas de impuestos y a la maraña burocrática que envuelve a los emprendedores, está convirtiendo a España en una país pordiosero y destrozado, donde crear una empresa o abrir un negocio es mas difícil que en la mayoría de las repúblicas africanas y caribeñas.
Cuando un gobierno gana unas elecciones en base a unas promesas que después incumple, no sólo se carga de deshonor y de oprobio, sino que se convierte en ilícito y merece ser repudiado por unos ciudadanos que se sienten engañados y estafados. Si, además, ese gobierno, como es el caso del de Rajoy, ha perdido con creces la mayoría absoluta que lo sostenía y ha incrementado el rechazo de la ciudadanía hasta extremos insólitos, como reflejan todas las encuestas, la necesidad de alternancia se hace incuestionable y urgente.
De todas las promesas incumplidas, hay una que no tiene excusa y que no queda cubierta por el hipócrita grito de Rajoy de que "era necesario" hacerlo. Se trata de la negativa del presidente a adelgazar el Estado, una media tan urgente y justa que su incumplimiento clama al cielo y exige un castigo ejemplar para el administrador infiel y traidor que ha engañado a su pueblo. Hasta le comisario europeo Oli Rehm ha afeado la conducta de Rajoy al afirmar que "Hay gobiernos que prefieren subir los impuestos a reducir el gasto".
El Estado español es un monstruo insoportable, plagado de parásitos con carné de partido y de instituciones y empresas públicas inútiles e incosteables. En lugar de reducir ese monstruo mórbido e injusto, Rajoy lo está agrandando. Tiene ya mas gasto, mas endeudamiento y mas asesores que tenía Zapatero, superando la cifra de 20.000, según cálculos bastante fiables.
Por todas estas razones, Rajoy no sólo no merece gobernar, sino que ni siquiera es merecedor del respeto debido al poder elegido, pues sus promesas electorales eran y son un contrato con los ciudadanos que le votaron, un contrato violado y pateado con toda suciedad desde un poder ganado con engaño.