La diplomacia israelí es conocida por ejercer una fuerte presión y por tener poca cintura con las críticas. María G. Zornoza lo muestra en un artículo en Público: “Pedro Sánchez lo ha vivido en sus carnes durante los últimos días. Pero los tirones de oreja de Tel Aviv a aliados europeos no se limitan a España ni son exclusivos del contexto de guerra actual. Irlanda, Bélgica, Francia o Polonia también han vivido rifirrafes diplomáticos. Ha unos días, el presidente del Gobierno español viajó a la región junto al primer ministro belga. Sánchez lidera la actual Presidencia del Consejo de la UE. Y el belga lo hará a partir del 1 de enero. Casualmente, son dos de los mandatarios europeos que más explícitos han sido, junto a Irlanda, a la hora de pedir un alto al fuego y de exigir a Israel que respete el Derecho Internacional y, especialmente, del Derecho Internacional Humanitario”.
Pedro Sánchez cuestionó en una entrevista en TVE que Israel estuviera respetando el Derecho Internacional. Unas palabras intolerables para los hebreos, que volvieron a llamar a consultas a la embajadora. A pesar de la presión, tanto Sánchez como De Croo se han reafirmado en sus declaraciones: el número de civiles asesinados en Gaza es intolerable. En paralelo, el primer ministro irlandés, Leo Varadkar, celebró a través de X la liberación de una rehén con doble nacionalidad irlandesa-israelí. “Estaba perdida y ha sido encontrada”, fue la fórmula que empleó y que desató la furia en Tel Aviv. El ministro de Asuntos Exteriores hebreo, Eli Cohen, acusó a los tres países de ser cómplices y apoyar al terrorismo de Hamás.
El propio Emmanuel Macron, presidente de Francia, que ha mantenido una postura tibia y ambigua, también fue diana de las críticas de la diplomacia hebrea. Pocos días después de la ofensiva de Israel en Gaza, el inquilino del Elíseo pidió el fin de la intervención militar israelí. Y, en una entrevista con la BBC, denunció que “muchas mujeres y niños estaban siendo asesinados en Gaza”. Palabras que sacudieron la relación entre Tel Aviv y París. Netanyahu calificó las declaraciones de “un error factual y moral” y obligó a Macron a recular, excusarse y matizarse.
Hay dos países para los que toser a Israel no es una opción. El primero, Estados Unidos, el hermano mayor del Estado hebreo y su gran valedor político, financiero y militar. El otro es Alemania, que acarrea sobre sus hombros los fantasmas históricos de la culpa por el Holocausto.Pero, con el paso de los años, Washington ha frenado resoluciones de condena a Israel en la Asamblea General de Naciones Unidas. Y Alemania, junto a otros como Austria o Hungría, han marcado el paso en el Consejo Europeo rebajando el tono de denuncia a Israel.
En estos momentos, Netanyahu lidera el Ejecutivo más belicista y ultranacionalista del Estado hebreo. Durante sus mandatos ha consolidado y reforzado la política de extensión de los asentamientos ilegales, que se han multiplicado por tres desde la firma de los acuerdos de Oslo en 1993. Y la explosión de los colonos en Cisjordania ha ido progresivamente agraviando la discontinuidad territorial de Palestina, siendo uno de los grandes y principales obstáculos para la consecución de los dos Estados, que es la apuesta que los europeos defienden desde hace décadas.
Israel y la UE cuentan con un acuerdo de asociación y el país forma parte de buena parte de los programas europeos. Pero utilizar estas armas en la capital comunitaria para presionar o coaccionar nunca ha sido una opción. Desde el inicio de la guerra, la eurodiputada Idoia Villanueva, de Unidas Podemos, ha pedido en varias ocasiones medidas contundentes como la suspensión del acuerdo de asociación, un embargo de armas, la retirada de contratos de armamento y sanciones a los “responsables del genocidio en Gaza y la violencia en Cisjordania”. Pero ninguna de esas opciones está sobre la mesa de los Veintisiete.