A pesar de la gravedad extrema de todo lo expuesto, temo que aún mayor trascendencia y peligro –por su inminencia- es el problema del islamismo en España, el cáncer más extendido y que amenaza metástasis, si es que no es ya incurable, insanable en la achacosa piel de toro española. Según el último estudio demográfico de la población musulmana en España, llevado a cabo por el Observatorio Andalusí y referido a fecha del 31 de diciembre de 2013, 1.732.191 musulmanes residen en nuestra patria, con 1.200 mezquitas distribuidas por todo el territorio español. La inmigración musulmana ha transformado la sociedad española. Nuestra cultura nativa es descartada como irrelevante y el cristianismo arrinconado. Valores como “libertad de religión” se llevan al extremo en detrimento de nuestra “libertad de expresión”, que nos es robada porque “no es justo para los inmigrantes”, que tienen prioridad sobre la población originaria. Ellos no se adaptan, imponen sus normas y religión y nosotros debemos asumirlo y doblegarnos en nuestra propia nación.
Hay que destacar el casi medio millón de musulmanes que habitan en Cataluña y que están siendo parte importante en su proceso secesionista, como reconoce “The New York Times” con un cristalino titular: “Los inmigrantes han ayudado a Cataluña a separarse de España”. El reciente informe del Departamento de Estado de los Estados Unidos, considera a Cataluña como el núcleo más peligroso del islamismo en Europa. Así, un informe secreto del ex embajador Eduardo Aguirre fechado en octubre del 2007, decía: “La alta inmigración, tanto legal como ilegal, desde el norte de África, así como de Pakistán y Blangladesh, hace de esta región un imán para reclutar terroristas”. Lo demuestra que el jefe de los paquistaníes de CIU es un islamista radical (Khalid Shabaz) que fue detenido en 2011 por la Policía por estafa y falsificación de documentos, ocupando el número 79 en la lista de Artur Mas a las autonómicas de 2012, y está considerado por las Fuerzas de Seguridad como un “paquistaní de ideología extrema”. Estos islamistas radicales son recoge votos entre los cientos de miles musulmanes instalados en Cataluña. Por eso el separatismo catalán ha priorizado la migración magrebí sobre la latina, para que les ayudase en su proyecto de construcción nacionalista. Ya sabemos por qué el 30% de la población musulmana de España vive en Cataluña, siendo la región europea con mayor proporción. Desde el Gatestone Institute se habla ya de la República Islámica de Cataluña.
Pero no sólo los nacionalistas catalanes se unen a los a los musulmanes para destruir España, también la izquierda y su cristofobia se apoya en ellos para destruir toda raíz cristiana, como demuestra que la Junta de Andalucía, en manos de PSOE-IU, pretende expropiar la Mezquita-Catedral de Córdoba, propiedad de la iglesia desde Felipe IV, donde una cédula real del año 1659 reconocía al obispo como “dueño legítimo”. Está históricamente comprobado que la izquierda y los nacionalismos se alían con todo lo que sea anti España, con todo lo que les permita y ayude destruir la España milenaria y cristiana. Son los nuevos Conde Don Julián y Obispo Don Oppas, que traicionaron a España permitiendo la invasión musulmana. Quieren borrar y anular las gestas de Don Pelayo, El Cid, Fernando III El Santo, Jaime I El Conquistador, los Reyes Católicos y tantos héroes que han derramado su sangre por España y forjado la gloriosa historia de nuestra patria; quieren desandar casi ocho siglos de Reconquista cristiana y española ante el invasor Islam; quieren, en definitiva, matar a España porque ha sido, históricamente, el muro contra el que se ha dado de bruces el islamismo.
A pesar de los negros nubarrones que se ciernen sobre España y su fatal destino tal vez ineluctable, me quedo con los versos de Fernando de Herrera, escritor español del Siglo de Oro apodado “el Divino”, que en su poema “Por la Victoria de Lepanto”, escribía: “¿Quién contra la espantosa (amenaza turca) tanto pudo? El Señor, que mostró su fuerte mano por la fe de su príncipe cristiano y por el nombre santo de su gloria, a su España concede esta victoria…”.