Mientras Rodríguez Zapatero viajaba a China rogándole a los dirigentes comunistas que compraran deuda capitalista española, Esperanza Aguirre señalaba el instituto San Mateo, en el centro de Madrid, como el lugar al que irán los 200 mejores alumnos de la ESO de la Comunidad.
Más adelante anunció que todos los institutos tendrán un “aula de excelencia” para los mejores estudiantes.
Zapatero debería haberle pedido a los chinos que le mostraran las aulas escolares para niños más estudiosos, opuestas al igualitarismo maoísta inicial de su dictadura. Esos niños, cuando sean mayores, serán dueños de alguna parte de España.
La iniciativa “elitista” de Esperanza Aguirre es muy tibia. Quizás porque sabe que dentro de pocos años el San Mateo tendrá gran proporción de chinos.
Serán madrileños como cualquier otro, pero hijos de inmigrantes llegados para triunfar, empeñados en formar a sus hijos como voluntariosos superdotados. Así hacen los chinos por todo el mundo.
Habrá muy pocos inmigrantes más en etre los excelentes, y los españoles originarios quedarán asombrados ante los competitivos asiáticos.
Para analizar por qué Z. ha llevado España a su peor momento contemporáneo, debería leerse un informe recién publicado por la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas sobre la “La cultura de la competitividad” en el que se demuestra que los españoles carecen del espíritu emprendedor de otros pueblos, incluso europeos.
Cierto, es algo histórico. Pero agravado por el igualitarismo y el desprecio a los méritos del zapaterismo.
El mismo Zapatero es un caso paradigmático de lo peor de los españoles, que de acuerdo con el informe cultivan poco la inteligencia, presumen de conocimientos que no tienen, no inspiran confianza en la sociedad, y escasamente muestran capacidad de innovación y voluntad de esfuerzo.
Con rarísimas excepciones, España ha crecido gracias a exportaciones de bienes poco elaborados, de remesas de sus ciudadanos emigrantes durante muchas décadas, y de la llegada de inversiones extranjeras en las que el español no ponía ingenio alguno.
Los asiáticos durmieron muchos siglos, pero han despertado tan pletóricos que hasta tenemos que pedirles créditos que deberemos devolverles multiplicados.
Y como seremos insolventes, les entregaremos la soberanía del país. Hasta podrían quedarse con unas cuantas provincias.
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SALAS. Como siempre, nada que añadir.