Revista Comunicación

Españoles y su oculto talento. Si no me sé una palabra… ¡me la invento!

Publicado el 10 marzo 2020 por Lafábrica

¿Alguna vez os ha interesado el origen de las palabras? Es algo muy curioso, y normalmente va acompañado de anécdotas históricas que nos hacen los reyes de cualquier reunión. Pues bien, hoy en el blog de La Fábrica de Traducciones vamos a hablar sobre la etimología de algunas palabras muy especiales… las que nosotros, los españoles, ¡nos hemos inventado de arriba a abajo! Porque así somos nosotros, si no entendemos algo bien, le echamos cara e imaginación y, si nos dan algo de tiempo, nos montamos un idioma nuevo… ¡y olé!

Algunas de estas palabras surgieron con el choque cultural entre los españoles (sobre todo los de más al sur) y los viajeros de otras culturas y lenguas, y la necesidad de comunicarse, junto a la poca vergüenza, hicieron todo el trabajo. ¿Listos? ¡Seguro que reconocéis algunas!

El origen de palabras muy «nuestras»

Bistec

Esta ha sido la palabra que ha motivado este post sobre el origen de las palabras, ya que está circulando mucho en las redes el gran descubrimiento. Al parecer, tanto españoles como latinoamericanos empezaron a utilizar esta palabra al intentar pronunciar (erróneamente) beef steak. Actualmente, esta palabra tan nuestra se recoge en la RAE, por lo que hay reacios a la teoría, pero… ¿no es sospechosamente parecido?

Aliquindoi

Esta palabra, que parece no tener sentido ni en español, tiene un carácter muy andaluz. «Killo, estate alikindoi» significa, brevemente, «amigo, estate atento, al loro, que no se te escape ningún detalle». Su origen proviene de la frase look and do it, algo que los ingleses decían a los españoles para que observasen cómo trabajaban y lo hicieran ellos. El mensaje estaba claro: «¡presta atención!».

Jopo

La historia de todas las palabras de este post nos hacen pensar que, quizás, los españoles deberíamos poner más oído cuando hablamos con algún extranjero. ¿Alguna vez os han echado de algún sitio con la expresión «¡jopo! ¡largo de aquí!»? Pues, efectivamente, el significado es igual que el de la frase que la inspiró, pero la transcripción… leed despacito, ¡es hop off!

Españoles y su oculto talento. Si no me sé una palabra… ¡me la invento!
BONUS: Truquitos de los taxistas para entenderse con los extranjeros

Guarrito

Esta nos hace mucha gracia. Y, la verdad, no es el único ejemplo de este fenómeno. Seguro que habéis pedido un kleenex cuando habéis estado resfriados, o borráis los errores con típex, o envolvéis la comida con papel Albal… Todas esas son marcas de pañuelos, correctores o papel de alumnio, pero lo hemos atribuido ya al producto y lo llamamos así. Algo parecido ocurrió en este caso con los taladros eléctricos, que se comercializaron con una marca muy conocida llamada Warrington… Comprobado, ¡los andaluces se comen todas las letras que pueden de una palabra!

Merdellón

Esta palabra típicamente malagueña que define a personas con poca educación tiene doble etimología (a falta de uno, dos orígenes). Se relaciona con la llegada de Napoleón a Málaga y a su primer contacto con sus habitantes, que tiene pinta de no haber sido amor a primera vista. Al parecer, el francés pronunció las palabras merde de gens, que cuadra con la pronunciación de nuestra palabra, aunque lo que hubiera tenido más sentido es gens de merde. Este último detalle hace que los grandes estudiosos de los foros de Internet se inclinen más por la información extraída de la DRAE, donde se sitúa el origen de merdellón en la palabra italiana merdellone o «criado sucio».

Chumino

¡Atención! ¡Sacamos los dos rombos! Tapad los ojos de los más jóvenes, porque el origen de esta palabra contiene dosis de erotismo y poca vergüenza. Durante los siglos XVII y XVIII, los puertos de Málaga y Cádiz gozaban de una intensa actividad. Los marineros ingleses iban y venían, y en tierra solían esperarles prostitutas que veían en ellos una fuente de dinero casi asegurada. Para llamar su atención, se subían las faldas para enseñarles sus encantos, y cuando la policía empezó a prohibirlo, eran los marineros los que tenían que pedirlo al grito de Show me now!. El resto no hay que explicarlo… ese shouminou que oían los paisanos en tierra acabó convirtiéndose en nuestra palabra de dudosa elegancia.

¿Os sabéis más ejemplos? ¿Hay algo que se nos haya escapado? Compartidlo con nosotros en los comentarios o nuestras redes sociales

🙂

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