Cuenta la mitología griega que Europa era una joven doncella fenicia hija del rey de Tiro de la que el lascivo Zeus se enamoró perdidamente. Para conseguirla Zeus se transformó en un hermoso toro blanco y se puso a pastar en la playa de Tiro donde Europa y su séquito recogían flores. Ante la belleza y mansedumbre del animal la joven princesa se acercó hasta él para acariciar su lomo, el toro se agachó como invitando a Europa a subirse en él, y cuando así lo hizo la doncella, Zeus echó a volar y la llevó hasta la isla de Creta donde la hizo suya, convirtiéndola en la primera reina de la isla.
Hoy, 9 de mayo, se cumplen 67 años de la Declaración emitida por el ministro de asuntos exteriores francés Robert Schuman que puso en marcha el proceso de unificación europeo. Algo impensable tan solo, justamente ese día, cinco años después de finalizada la más sangrienta y atroz de las guerras civiles europeas. Dicha declaración se considera históricamente como el primer paso dado para la constitución de lo que hoy es la Unión Europea. De ahí la razón de que el 9 de mayo se conmemore y celebre como el Día de Europa.
¿Interesa Europa a los ciudadanos europeos? ¿Existe algo real llamado Europa? ¿Queda algo de la idea de Europa que alumbró la Declaración Schuman en 1950? ¿Está secuestrada Europa aún hoy como ayer? ¿Es Bruselas el moderno y lascivo Zeus que seduce con engaños a la virginal doncella Europa? ¿O más bien los secuestradores de Europa son los gobiernos de los Estados-nación que bloquean con su autismo, cortedad de miras e intereses exclusivamente nacionales toda posibilidad de convergencia real hacia una Europa unida, solidaria y fuerte no solo en lo económico y financiero sino también en lo político y lo social?
Les invito a reflexionar sobre esas preguntas, que a día de hoy permanecen más vigentes que nunca.En enero de 2005, -¡doce años ya, y parece que fue ayer!-, con motivo del referéndum a celebrar en España sobre el proyecto de Constitución Europea, tuve el honor de pronunciar una conferencia ante dirigentes, cuadros y afiliados del sindicato Unión General de Trabajadores (UGT) en Las Palmas defendiendo el voto afirmativo a la misma. La concluí citando unas palabras pronunciadas por Víctor Hugo en 1848: "Llegará un día que todas las naciones del continente, sin perder su idiosincrasia o su gloriosa individualidad, se fundirán estrechamente en una unidad superior y constituirán la fraternidad europea. Llegará un día que no habrá otros campos de batalla que los mercados abriéndose a las ideas. Llegará un día en que las balas serán sustituidas por los votos". A fecha de hoy, doce años después, sigo defendiendo que no podemos dejar
que ese sueño perezca entre los europeos que duermen y los europeos que bostezan; que Europa sí merece la pena.Muy pocos europeos de hoy saben que ocurrió ese 9 de mayo de 1950 en París. S
e había convocado a la prensa a las 6 de la tarde en el Salón del Reloj del Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia, el Quai d'Orsay, donde se iba a hacer hacer pública, eso se les había dicho, una "comunicación de la mayor importancia". Las primeras líneas de la Declaración del 9 de mayo de 1950, redactada por Jean Monnet y comentada y leída ante la prensa por Robert Schuman, Ministro francés de Asuntos Exteriores, expresaban claramente la ambiciosa magnitud de la propuesta: "La paz mundial sólo puede salvaguardarse mediante esfuerzos creadores proporcionados a los peligros que la amenazan. Con la puesta en común de las producciones de base y la creación de una Alta Autoridad cuyas decisiones vinculen a Francia, Alemania y los países que se adhieran a ella, esta propuesta establecerá los cimientos concretos de una federación europea indispensable para el mantenimiento de la paz". Se proponía en esa Declaración crear una institución europea supranacional encargada de administrar las materias primas que en aquella época eran la base de toda potencia militar: el carbón y el acero. Ahora bien, los países que iban a renunciar de esta forma a la propiedad estrictamente nacional de la "columna vertebral de la guerra" apenas acababan de salir de un espantoso conflicto bélico que había dejado tras de sí innumerables ruinas materiales y, sobre todo, morales: odios, rencores, prejuicios, etc.Todo empezó ese día. Fue por eso que en la Cumbre de Milán de 1985 los Jefes de Estado y de gobierno decidieron proponer el 9 de mayo como el Día de Europa. Todos los países que deciden democráticamente adherirse a la Unión Europea adoptan los valores de paz y solidaridad que son la piedra angular de la construcción comunitaria. Estos valores se hacen realidad a través del desarrollo económico y social y del equilibrio medioambiental y regional, únicos mecanismos capaces de garantizar un nivel de calidad de vida equitativo para todos los ciudadanos.Europa, como conjunto de pueblos conscientes de pertenecer a una misma entidad y de tener culturas análogas o complementarias, existe desde hace siglos. Sin embargo, a falta de reglas o instituciones comunes, esta consciencia de ser una unidad fundamental nunca logró evitar los desastres. Incluso en nuestros días, algunos países que no forman parte de la Unión Europea siguen estando expuestos a espantosas tragedias. Como cualquier obra humana de esta envergadura, la integración de Europa no puede conseguirse ni en un día ni en unas décadas. Hay todavía vacíos e imperfecciones evidentes. ¡Es tan innovadora esta empresa esbozada nada más acabar la segunda guerra mundial! Las que en siglos pasados pudieran parecer tentativas de unión no eran en realidad sino el fruto de la victoria de unos sobre otros. Eran construcciones que no podían durar, porque los vencidos sólo tenían una única aspiración: recuperar su autonomía.Ahora ambicionamos algo muy diferente: construir una Europa que respete la libertad y la identidad de cada uno de los pueblos que la integran, dirigida en común siguiendo el principio de lo que puede hacerse mejor en común, debe hacerse así. Sólo la unión de los pueblos podrá garantizar a Europa el control de su destino y su proyección en el mundo entero. La Unión Europea debe mantenerse a la escucha y al servicio de los ciudadanos y los ciudadanos, a la vez que conservan su especificidad, sus hábitos y costumbres y su idioma, deben sentirse "en casa" y poder circular con plena libertad por esta patria europea. Europa, es la única idea posible. Para bien o para mal, es la única opción de futuro. Todo lo demás es el abismo. Y como digo en la presentación de este, mi blog, mi anhelo y mayor esperanza sería la de saber a mis nietos ciudadanos plenos de los Estados Unidos de Europa, patria común de todos los europeos.Ha llegado el momento de hacer de la UE una potencia política, democrática, industrial, cultural, ecológica y social, capaz de defender los intereses y los valores de los ciudadanos. Tenemos el deber colectivo de actuar y asumir esa responsabilidad.
Les invito a sumarse, difundiéndolo, al manifiesto
"Reinventemos Europa" que hoy publican numerosos diarios europeos firmado por profesores, intelectuales, escritores, artistas, políticos, filósofos, médicos, científicos, actores, empresarios, profesionales liberales y ciudadanos en nombre del movimiento Cívico europeo. Dice así:"Después de los comicios en Hungría, Austria y Holanda, la elección de Emmanuel Macron —europeísta declarado— a la presidencia de la República Francesa crea una oportunidad histórica de refundar el proyecto europeo sin perder tiempo. Por eso hemos decidido abrir desde hoy un gran debate cívico continental que implique a nuestros ciudadanos en la redacción de un nuevo capítulo de la historia de nuestra Unión Europea.
Hace un año exacto llamábamos a establecer una hoja de ruta concreta para llegar a un nuevo renacimiento europeo. Exhortábamos a nuestros conciudadanos, a los dirigentes, a los creadores de opinión de los países de la Unión, de todas las generaciones y todas las tendencias, a movilizarse contra las tentaciones de repliegue nacionalista y a promover un nuevo espíritu cívico europeo. También les invitábamos a unirse para crear las condiciones que permitieran reinventar la Unión Europea con un proyecto centrado en los ciudadanos. Ahora ha llegado el momento de esa transformación, de hacer de la UE una potencia política, democrática, industrial, cultural, ecológica y social, capaz de defender los intereses y los valores de nuestros conciudadanos, que se convierta en un elemento activo y fundamental de la globalización y deje de ser un observador débil y pasivo.
En muchos aspectos, nuestro llamamiento ha tenido eco. La conmoción provocada por el resultado negativo del referéndum británico y la nueva situación internacional, con la inesperada elección de Donald Trump y el endurecimiento de las posiciones políticas de Rusia, han hecho cada vez más patente que es urgente formar un frente europeo común. ¿Cómo, si no, afrontaremos unos retos que rebasan con creces el ámbito nacional y revitalizaremos nuestras democracias? En toda la Unión, de Portugal a Polonia, de Alemania a Rumania, pasando por Francia y los países bálticos, numerosos ciudadanos han salido a la calle para expresar su apego a la UE. Han surgido movimientos nuevos como Pulse of Europe, Stand for Europe y Civico Europa. Los eurobarómetros y los sondeos de opinión de estos nueve últimos meses muestran una gran recuperación, sin precedentes desde el comienzo de la crisis financiera, del apego al proyecto europeo y la convicción de que la UE debe reforzar su capacidad de acción en materia de seguridad, lucha antiterrorista, gestión de las migraciones y regulación de la globalización comercial, financiera, medioambiental y social. Y esa dinámica ha tenido plasmación política. Varios jefes de Estado y de Gobierno han incorporado estos temas a su reflexión, y la Unión, coincidiendo con el 60º aniversario del Tratado de Roma, ha esbozado las líneas generales de la hoja de ruta que reclamábamos. Varias de nuestras propuestas en materia social (por ejemplo, sobre derechos sociales) y de seguridad y de democracia (como las listas transnacionales) ya han empezado a debatirse en los Consejos de Ministros de la UE.
Además, los dirigentes nacionales y los ciudadanos ya no dudan en manifestar su convicción europeísta. No temen decir que el orgullo nacional y la ambición europea no solo no se oponen sino que se refuerzan mutuamente. El fracaso del referéndum antieuropeo en Hungría, las victorias de los europeístas en Austria y Holanda y, ahora, el triunfo de Emmanuel Macron en Francia, que situó la refundación del proyecto europeo en el centro de su campaña, son ejemplos de este contexto histórico favorable.
Hoy tenemos el deber colectivo de actuar y todos debemos asumir esa responsabilidad. Somos conscientes de que nuestras sociedades todavía están fragmentadas: es urgente reforzar nuestras posibilidades de crecimiento, combatir enérgicamente las desigualdades e inventar los derechos y las libertades del futuro para ofrecer a todo el mundo unas perspectivas duraderas de progreso y de inclusión democrática; en caso contrario, la cohesión de nuestros países y de la UE correrá peligro. Para cambiar la situación, es importante que cada uno asuma sin más tardar sus responsabilidades: los Estados y la Unión, pero también los ciudadanos y los líderes de opinión. Es lo que estamos intentando hacer hoy, a nuestro nivel y con los limitados medios de que disponemos, al comprometernos y volver a tomar la iniciativa.
¿Cuál es la vía europea hacia un futuro mejor? En concreto, ¿cómo vincular a nuestros conciudadanos con la búsqueda de soluciones positivas? Este es el gran debate cívico que inauguramos hoy, 9 de mayo, día de fiesta en Europa, en Bruselas, la capital de la Unión, con Jean-Claude Juncker, el presidente de la Comisión Europea. Hemos presentado a los dirigentes europeos unas propuestas concretas —lo mismo que hemos pedido que hagan los presidentes de la Comisión y el Consejo— para tratar de reequilibrar el proyecto europeo y tener más en cuenta las preocupaciones de nuestros conciudadanos en torno a siete aspectos: la democracia, la educación y la cultura, la dimensión social, el desarrollo duradero, la economía y la industria, la moneda y, por supuesto, la seguridad, la defensa y la política exterior. Pero queremos ir más lejos. Nos parece urgente dar nuevo aliento a nuestras democracias representativas fomentando una verdadera democracia deliberativa y participativa en Europa. Para ello, proponemos organizar un nuevo proceso participativo europeo que comience en otoño, cuyo propósito sea involucrar a los ciudadanos en la definición de las prioridades y los proyectos políticos de la Unión; de ahí saldrán pactos cívicos en toda la UE que comprometan la responsabilidad de los ciudadanos. Pedimos que todos los que están convencidos de que es necesario que inventemos juntos nuestro futuro se unan a nosotros y nos apoyen".
Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
elblogdeharendt@gmail.comLa verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)