*ESPECIAL* Bienvenido, 2013. Que te den, 2012

Por Cooliflower

Habrá quien eche de menos el 2012. Hay mucho degenerado suelto. En Cooliflower os deseamos un excelente 2013 repasando este año que pasará a la historia por ser tonto, tirando a absurdo. Mejor nos reímos un poco…

Rescates y naufragios (vacaciones en el mar)

Apenas comenzado el 2012, el año en el que el Titanic cumplía 100 años haciendo de submarino permanente, se hundió el Costa Concordia con los pasajeros abandonados y el capitán mirando, bien seco y protegido, desde una barca. Si fue una performance dedicada al Titanic, el evento se les fue de las manos.

Como curiosidad: Schettino, el apellido italiano del autor del patinazo, significa… patín. En la secuencia de hechos todo indica que el desastre empezó por un encuentro del capitán con una joven Moldava, que pasaba por la Toscana para disfrutar de una cena privada con el sujeto patinador. La muchacha negó ser su rollo Love Boat “porque él siempre muestra las fotos de sus hijas. Un hombre que hace eso no puede tener un amante” (como todo el mundo sabe, los infieles enseñan/enseñamos fotos de Bin Laden). Y bien, mientras el capitán se amoldaba (o amolaba) a la moldava, el barco encalló y 32 personas fallecieron. El capitán dijo que tropezó y cayó en una barca y por ahí anda, de juicios. La culpa es de alguien, ya veremos, hice lo que tenía que hacer, blablablá.

El naufragio del Costa Concordia fue un compendio de política anticipada, una alegoría-resumen de lo que nos esperaba durante el año. El capitán, por vividor, estrelló el barco. La tripulación disponía de chalecos salvavidas, no así los pasajeros, que fueron rescatados desordenadamente. La tripulación huyó, priorizando el rescate de la recaudación.

España fue embarrancada lentamente y poca explicación necesita, conociendo la historia del Costa Concordia. Entre recortes, hemos sufrido un año de terroríficos incendios y reformas para que la costa siga siendo pasto de la especulación. Sólo hay que sustituir “capitán” por “bancos” y “tripulación” por “políticos”. El estado (llamémosle “armador”), ofreció un viaje “gratis” a los supervivientes de la experiencia, por si no habían tenido bastante con el primer naufragio.

Y tú, persona que pagas el billete, eres pasajero sin capacidad de decisión, salvo que no te dejes embarcar-embaucar. Eres pasajero de pasaje y temporalidad. Cuentas una vez por naufragio, o por elección. Para el 2013 y años sucesivos: deberíamos cambiar capitanes, ruta y barco. O mejor no salir de puerto y gobernar nuestras propias vidas.

¡Continúa tras el salto!

El fin del mundo

No hubo fin del mundo. Estas cosas pasan por  querer un fin del mundo por encima de nuestras posibilidades. ¿Qué administración puede costearse el acabose general, con efectos especiales y Dolby Surround? De todos modos, si en algo somos perseverantes los países latinos, es en organizar caos. Por si acaso, los políticos han proseguido con su calendario, que es el mismo que el maya pero en versión extendida; destrucción sí, pero planificada y a largo plazo.

Los mayas vaticinaron el fin del mundo para el 2012. O un cambio muy grande a nivel mundial, que no supimos interpretar (¿se referirían al Gangnam Style?). Los mayas desparecieron sobre el año 900 por causa de las sequías y tampoco -vaya ojo avizor- lo previeron. En eso nos parecemos a ellos: tras un año de huracanes, progresivo deshielo, sequía e inundaciones, hay personas (serias) que cuestionan el cambio climático y creen que la economía funciona al margen de la ecología. Nuestra civilización también se debería llamar Maya, pero por volar felices de flor en flor, en países multicolor. Maya, Maya… tanto polen pasa factura.

Retomando el fin del mundo lo peor, con diferencia, ha sido la reposición de películas sobre el género destructivo. Ahí sí que entran ganas de acabar con todo, empezando por las cadenas de televisión. ¿Dónde están los meteoritos cuando se los necesita? Si el mundo peligra ¿no será mejor acabar con cine clásico y una sonrisa?

Y el fin del mundo llegó. Vale. Quizá para ti no, pero sí para otros bichos, como los elefantes, que nuestro campechano rey se encargó de despachar. El buen hombre se fue a cazar preciosos e inteligentísimos animales, mientras aquí, otros animales menos inteligentes, entre algarabía descerebrada, decidían que menos es nada. El rey pidió disculpas y dijo que no lo volvería a hacer (no especificó si cazar, gastarse tu dinero, o caerse). El asunto sirvió para cuestionar el papel (mojado) de la monarquía, pero no sirvió para profundizar en el debate sobre las muerte de animales por deporte. Tampoco se trata de demonizar la caza menor controlada, pero sí rechazar el caro aniquilamiento de animales para disfrute de ociosos.

El ser humano influye directamente en la extinción de los animales por destrucción, activa o pasiva, de sus hábitats. La caza furtiva es responsable de que algunos animales, como los rinocerontes, estén cerca de la desaparición. Los de Java y Sumatra, ya han pasado a mejor vida. Ellos sí que ven el fin del mundo cercano, su armagedón se llama “ser humano”.

Para el 2013: No queremos fin del mundo. Ni para nosotros ni para el resto de las especies. Sin profusión de vida no hay vida; ni mala, ni buena.

Ecce Homo (Aquí está el hombre)

Una buena feligresa, y peor pintora, restauró una pintura sin valor artístico. El “Cristo de Borja” se convirtió en objeto de mofa y devoción; preciosa representación de Paquirrín, estilo Munch. El arte siempre ha sido así, desde que Duchamp llevó un urinario a concurso, le dio la vuelta, lo llamó “Fuente” y ahora forma parte de la historia. Ahí está Dan Brown. Perpetró un pastiche sin pies ni cabeza, dijo  “esto es investigación”, y sigue vendiendo millones de copias de “El código Da Vinci”. Sobre el truño de “Las Cincuenta sombras de Grey”, mejor ni hablamos, no sea que nos aten de pies y manos, nos humillen y encima nos guste. Ecce homo, ecce homo…

Si la perdida de valores se hubiera limitado al “arte”, la vida se haría más llevadera. Nos preocupa cómo el valor se ha equiparado al precio, y el precio puede medirse en dinero o popularidad. Es alto el peaje impuesto a vivir machacado por intereses oscuros (el poder por el poder); o meridianos (lucha -perdida- contra el tiempo).

Para el 2013 os decimos:

Querer no es poder y poder no es querer. Querer (de amar) es el verdadero poder.

El tiempo no nos volverá más jóvenes, pero sí más sabios.