Especial ‘Expediente X’ – Sexta Parte

Publicado el 19 agosto 2012 por Cinefagos

Analizar las últimas dos temporadas de Expediente X es posiblemente lo más complicado de todo este especial. Lo es porque son las menos conocidas, suponen un bajón de calidad y también, porque la trama es demasiado confusa de seguir.  Sin embargo, la audiencia es quien manda, y como el público siguió apoyando a la serie, ésta tuvo que renovarse y seguir adelante a pesar de que la idea estaba más que desgastada.

Tras la muerte de todos los miembros del Sindicato, la resolución del misterio de Samantha Mulder y la “muerte” del Fumador arrojado por unas escaleras, la trama había llegado a su fin. Se hizo un cierre que intentó regresar a sus orígenes, y dejarnos con las sorpresas tanto de la abducción de Mulder (para justificar su salida) como el embarazo de Scully. Ni Chris Carter ni nadie del equipo sabían si regresarían o no para una octava temporada,  pero finalmente lo hicieron, y con ello se plantearon numerosos problemas. Como, por ejemplo, ver quién iba a pasar el mal trago de sustituir a Fox Mulder.

Para ponernos en situación, recordemos dónde lo dejamos. Mulder y Scully regresaban a Oregón, al escenario de su primer caso juntos. Allí, un OVNI siniestrado parece estar reparándose mientras varios abducidos están siendo secuestrados de nuevo. Mulder teme que Scully desaparezca también, pero la sorpresa llega cuando es él quien es ascendido a los cielos en una nave espacial. Mulder podrá ver con sus propios ojos qué es lo que les ocurre a los abducidos, como tantas veces deseó, aunque mucho nos tememos que la aventura no le gustará demasiado.

Mientras tanto, Scully nos anuncia que está embarazada, algo que nosotros pensábamos que era imposible.

El director Skinner, que hasta entonces se había mostrado más que reacio a compartir las teorías de Mulder, pega un considerable cambio cuando es testigo de la abducción, y será el mejor valedor de Scully en un momento en que todo empieza a ponerse en su contra. La trama central de estas dos últimas temporadas involucrarán a Scully del mismo modo que la anterior contó con Mulder como elemento central, pero por desgracia no alcanzará los niveles de excelencia de la anterior y en algunos momentos su falta de gancho será más que evidente.  El embarazo de Scully, el nacimiento de William y la relación entre Mulder y Scully otorgarán un tono mesiánico al guión que les gustará a los fans, pero que al público en general le resulta casi molesto.

La revelación de que Mulder es el padre de la criatura supondría al fin la confirmación de la relación entre nuestros dos agentes, algo que durante demasiado tiempo fue un aliciente morboso y esquivo que nunca parecía materializarse.

Pero de momento, los dos capítulos con los que se inicia la temporada tienen que hacer frente a cuestiones más apremiantes, como el citado secuestro de Mulder y la aparición de un nuevo personaje destinado a suplantarle como protagonista de la serie, algo que desde el principio los guionistas sabían que no iban a tener nada fácil. Se trata del agente John Doggett, interpretado por Robert Patrick, quien ya se ganó la inmortalidad interpretando al T-1000 en Terminador 2.

Además, el director Kersh ha sido ascendido, lo que hace que si ya nos caía mal, ahora lo haga incluso peor. Doggett ha sido designado especialmente por Kersh para encargarse de la búsqueda, lo que da a entender que realmente no se están molestando mucho en encontrarle. Si alguien menciona que Mulder fue raptado en el cielo por una luz brillante, Kersh los hundirá, y Doggett parece el típico agente modelo sacado de una novela policíaca, así que Scully no se fía de él. No lo hace cuando la interroga (de una forma sutil y amable, intentando sacar trapos sucios de Mulder), así que su comienzo es bastante tenso. Esto se debe, por supuesto, a los fans: ellos no querían que otro ocupase el sitio de Mulder de buenas a primeras, así que el hecho de que a Scully le caiga mal es un truco para posicionar al público a su favor. Si a nosotros nos cae mal, a nuestra querida Scully también, y tendrá que irse ganando el respeto entre nosotros.

Scully, convertida en crédula a la fuerza, tiene una teoría de por qué no logran encontrar a Mulder: según ella, después de tantos años de avistamientos, secuestros y experimentos, la única razón por la que no tenemos pruebas suficientes de la existencia de vida extraterrestre es porque ellos mismos se encargan de hacer desaparecer las pruebas. Y nosotros sabemos muy bien a quién utilizan para ello: al cazarrecompensas.

Scully tiene un mapa del camino que ha estado siguiendo el OVNI a través del suelo americano, y ve que va recogiendo abducidos uno por uno. Al final, el único que queda es un joven niño con poderes mentales que también correría el riesgo de ser secuestrado, y que no es otro que el joven Gibson Praise, el ajedrecista que podía leer el pensamiento, refugiado en un colegio para sordomudos en mitad del desierto. La posibilidad de encontrar a Mulder pasa por adelantarse a la nave. Curiosamente, Doggett llega a una conclusión parecida, y cuando logran encontrar a Gibson, éste es raptado por alguien que es Mulder, o al menos, tiene el mismo aspecto. Hay un par de detalles que hacen que sepamos que no es nuestro agente: como que, en mitad del desierto, Doggett esté sudando y él no, o su aplastante silencio. “Mulder” suelta a Gibson y salta por un barranco en una caída que debería resultar mortal para cualquiera, pero él se levanta y sale corriendo.

Doggett es un tipo pragmático. No cree en el vudú, en la magia, en los sucesos paranormales ni, desde luego, en seres extraterrestres. Pero como ocurre siempre, uno ve cosas que no es capaz de explicar. Pronto, Skinner hablará con él y le dirá lo que Kersh quiere. No que encuentre a Mulder, sino poner a Doggett en un lugar incómodo y quitársele de en medio, ya que se trata de un gran agente que podría llegar a hacerle la competencia en un futuro. Una historia sobre secuestradores alienígenas no te hace famoso en un cuerpo tan formal como el FBI. Cuando el cazarrecompensas finalmente es abatido por un brutal disparo de Scully en la base del cráneo y Doggett empieza a dudar de la versión oficial, se hace efectivo que Kersh le hunda enviándolo al peor de los departamentos, uno localizado en un sótano y al que nosotros conocemos bien: Los expedientes X.

Mientras tanto, Fox Mulder está sometido a terribles torturas y experimentos más propios del gore que de la serie de Chris Carter, rodeado de seres alienígenas con aspecto de Cazarrecompensas.

Con Mulder fuera, los capítulos autoconclusivos (y el show) deben continuar. Y lo hacen con un capítulo sobre un monstruo vampírico, con Doggett como protagonista pero con referencias constantes a Mulder, al despacho de Mulder y a la placa con el nombre de Mulder. Es casi como si quisieran remarcar que no se han olvidado de él. Redrum, copiando la palabra de la famosa novela de Stephen King, “El Resplandor”, nos muestra a un abogado al que le van a condenar por la muerte de su esposa, pero que no recuerda nada. El tiempo comienza a retroceder y le da la oportunidad de cambiar su destino, y nosotros nos quedamos con que el abogado es el tipo creador de Skynet en Terminator 2, y que está actuando con el T-1000.

Otro capítulo, Roadrunners, tiene a una secta que parece sacada de La Matanza de Texas y que rinde culto a un parásito que se introduce en el cuerpo de sus víctimas. Scully, sola y abandonada en un polvoriento poblado, se ve acosada por estos tipos que logran meterle en el cuerpo a la criatura, que tiene que ser extirpada por Doggett en una escena que hace que te preguntes mucho acerca del umbral del dolor que podemos soportar y de lo exagerado de la herida que le provocan.

Por lo general, la pareja formada por Doggett y Scully cumple, pero no es lo mismo, y se nota. Es por ello que cuando nos ponemos a pensar fríamente, nos preguntamos qué es lo que va a ocurrir a continuación con la Trama, con la historia de la Mitología alienígena. El Sindicato fue destruido, El Fumador ha muerto (aparentemente), el destino de Samantha quedó descubierto y no hay nada que explorar. ¿O sí? Pues tal vez, porque en estas dos temporadas se intentaría montar otra Conspiración, como extensión de la anterior, y que no gustó tanto al público, y que involucraría a los Supersoldados, réplicas alienígenas (y militares) de seres humanos normales y que estarían inspiradas en películas de la ciencia ficción más clásica como “Los ladrones de cuerpos”. Por desgracia, los mejores momentos de la serie han quedado definitivamente atrás, y ya no hay forma de hacerlos regresar. David Duchovny siguió arrojando buenas ideas, pero su participación en esta temporada fue reducida a la mitad.

Se dice que trabajar como protagonista en una serie es bastante duro, y que no todos lo pueden soportar. Gillian Anderson ha afirmado que ya no es tan joven como para resistir las maratonianas sesiones de rodaje, y Duchovny, en Californication, no pasa tantas semanas al año encarnando al personaje de Hank Moody. Es normal que Duchovny decidiera limitar sus apariciones, pero al hacerlo, acababa para siempre con la esencia de Expediente X. Sí, hay más tramas, más misterios, y los extraterrestres siguen siendo una sombra sobre nosotros, pero ¿qué tiene eso que ver con todas las tramas que hemos analizado hasta ahora? Nada. Las series cambian con la audiencia y se estiran en función de ésta, así que hay momentos en los que una historia puede parecer cerrada por completo y aun así hay que volver a empezar. Las dos últimas temporadas de Expediente X son un claro ejemplo de ello.

La trama arranca cuando una mujer da a luz lo que parece ser un bebé alienígena, y Scully empieza a sospechar de que su propio hijo pueda estar relacionado de alguna forma con experimentos llevados a cabo en clínicas de fertilidad. Sin embargo, hay que responder a la pregunta de cómo se quedó ella embarazada. Para ello, David Duchovny reaparece en forma de flashbacks para contarnos que, antes de su desaparición y a espaldas de todos, Scully y él hablaron en secreto de la posibilidad de fecundarla in Vitro. Para ello, Mulder le cuenta que cuando investigó su abducción, encontró un frasco con óvulos congelados que tal vez podrían ser reutilizables. El vial con los óvulos fue un cabo suelto de la tercera temporada, ya que Mulder se lo metió en el bolsillo y no se volvió a saber nada más de él, pero aquí parece tener alguna utilidad. Por supuesto, necesitarán un donante de semen, y Scully se lo pide a su compañero, que asegura “ser un experto en el método de donación”.  Sin embargo, el procedimiento parece fallar, y la última oportunidad de Scully para ser madre se queda atrás.

Entonces, ¿Por qué ahora está embarazada? Bueno, el caso es que lo está, y punto. Krycek aportará teorías peregrinas como que se quedó embarazada gracias al chip que le implantaron en la base del cuello (?) lo que nos hace preguntarnos cómo pudo soltar un espermatozoide desde la nuca hasta el útero, entre otras muchas cosas. Pero todo esto quedará en segundo plano cuando Mulder regrese de la forma más bizarra posible.

Uno de los abducidos junto a Mulder aparece muerto, víctima de lo que parecen horribles torturas, Doggett y Scully seguirán la pista hasta una secta ufológica donde nos reencontramos con un viejo conocido: Jeremiah Smith, un extraterrestre rebelde que cura a los retornados, salvándoles de la muerte.

Cuando Mulder aparece, Scully se comporta como una histérica, a pesar de que, a todas luces, está muerto. Cree que trayendo junto a él a Jeremiah Smith puede salvarle, pero justo entonces un OVNI se lleva al sanador y la deja sin ninguna posibilidad de salvarle. Fox Mulder muere, y de hecho, es enterrado en el siguiente capítulo. Vemos la lápida de la familia, y somos conscientes de que La Verdad se ha llevado a demasiadas vidas por delante. La familia Mulder ha sufrido demasiado, y al final, para nada. Poco después, flotando en el mar, aparece el cuerpo de Billy Miles, otro de los abducidos, hinchado como una pelota y claramente muerto… ¿O no? Miles está vivo, a pesar de que es imposible, y eso hace que Skinner se plantee si Mulder también podría estarlo de alguna forma.

Lo que es alucinante es que exhuman el cadáver de Mulder y descubren que realmente tiene constantes vitales, aunque reducidas al máximo, por lo que aún existe una posibilidad de salvarle. Todo esto se tolera, sin embargo, porque ocurre en el mismo capítulo. Imaginaos que enterrasen a Mulder en la séptima temporada y a mitad de la octava lo recuperasen. Sería un giro de guión forzado y ridículo. Un Deux ex Machina brutal.

Pero no nos engañemos. La resurrección de Mulder es un poco absurda, por mucho que Billy Miles pase por el mismo proceso y se desprenda de la piel como un lagarto, para emerger como otra cosa, un nuevo ser que jamás hemos visto hasta ahora.

Mientras ocurre todo esto, empezamos a ver que el agente Doggett siente algo por Scully, de una forma más clara que el sentimiento de Mulder hacia ella. Doggett es mucho más mundano, ve la televisión, tiene su casa, sale a tomar algo por ahí… y sabe que cuando Mulder regrese, él no tendrá posibilidades con Scully. También lo sabe la agente Mónica Reyes, una colgada que trabaja para el FBI y que desde el principio fue ideada como la sustituta de Dana Scully. Reyes es una mujer atractiva, inteligente, crédula y a la que se dotó de una “mentalidad abierta” a la que hacía referencia mientras examinaba a Scully de los pies a la cabeza. En otras palabras, la agente Mónica Reyes fue un personaje que quería meter ciertos tintes lésbicos en Expediente X y que, como todos, estaba colgada por Scully. Aunque también por Doggett, aunque esto parece más una forma de mantener un equilibrio y guardar las apariencias ante una audiencia (la norteamericana) a la que parece darle repelús la homosexualidad.

Reyes y Doggett son una pareja mucho más relajada, y no están tan llenos de las “neuras” de Mulder y Scully. Sin embargo, en numerosos análisis que hay sobre la serie, comentan lo interesante que es que precisamente, unos tipos tan majos y agradables no cayeran tan bien al público, y que prefiriéramos a tipos extraños y siniestros como Fox Mulder, con su obsesión, su actitud egoísta, su afición a la pornografía y sus escasas habilidades sociales. Aun así, Reyes no tuvo que enfrentarse a las iras de los fans de la misma forma que Doggett, ya que su introducción en la trama fue mucho más lenta. Hasta entonces, Mulder y Doggett coexisten de una forma u otra, y no se llevan precisamente bien. Mulder acusa a Doggett de ser el responsable de las lagunas a las que llevan sus investigaciones, (Tres Palabras), pero protagonizarán juntos un interesante capítulo centrado en una plataforma petrolífera donde, tras demasiado tiempo, el Aceite Negro hace acto de aparición. (Vienen)

Con esto, Fox Mulder se gana el cabreo de sus superiores y es despedido del FBI, lo que hace que nuestro agente favorito ya no tenga ningún sitio al que volver y se encuentre más lejos que nunca del lugar donde le conocimos, en los sótanos del edificio hace ya ocho años. Poco a poco, nos vamos preparando para decirle adiós.

La integración definitiva de la agente Reyes sucede en los dos episodios finales de la octava temporada “Esencia” y “Existencia”, cuando Scully se prepara para dar a luz a su hijo y además, Billy Miles hace acto de aparición convertido en lo que llamaremos un “Supersoldado”. Miles destruye las clínicas de fertilidad en las que experimentaban con bebés alienígenas y mata a los científicos. Alex Krycek, además, aparece para indicar que Miles es una réplica alienígena creada por los extraterrestres para acabar con cualquier posibilidad de resistencia ante la inminente invasión. Esto significa lo siguiente: El Sindicato, destruido y con todos sus integrantes muertos, aún tenía en marcha varios experimentos que los Grises (aunque se especula que podrían ser los propios rebeldes, aunque no se les menciona) consideran que deben ser eliminados. Billy Miles es uno de sus ejecutores, aunque hubiese dado lo mismo poner a un cazarrecompensas, como ya habían hecho en otras ocasiones. Da la sensación entonces de que los supersoldados no son más que un giro de guión innecesario.

Krycek les dice a todos que los supersoldados van tras el bebé de Scully, ya que podría ser algo más que un niño normal, podría ser un milagro, una especie de posible salvador de la humanidad, un niño más humano que lo humano. La clave de la resistencia. También descubrimos que Mulder estuvo muy cerca de seguir los pasos de Miles y convertirse en un Supersoldado de no haber sido por la intervención de sus compañeros.

Tras una larga persecución por los pasillos vacíos del FBI y donde Knowle Rohrer, una especie de confidente amigo de Doggett, se descubre a sí mismo como otro Supersoldado, acabamos presenciando el nacimiento del hijo de Scully en un pequeño pueblo abandonado. Vemos también que Doggett les envía al lugar donde él nació (ahí está su interés por Scully) y que Reyes le echa algunos piropos de forma muy sutil. Sin embargo, ni siquiera allí están a salvo, ya que aparecen los Supersoldados, que en vez de matar a Scully y llevarse al bebé, presencian su nacimiento, para después marcharse. No sabemos por qué, pero es posible que el bebé no fuera lo que ellos esperaban, y no entrañase ningún peligro para los conspiradores. Si nos ponemos a pensar es desalentador, ya que vemos que nada puede acabar con los Supersoldados alienígenas (hay un plano buenísimo en el que las vértebras de Miles empiezan a girar sobre sí mismas para regenerarse) y, también, que hay decenas de ellos, perfectamente integrados en la sociedad. Hombres, mujeres, de todas las clases y posiciones sociales, recuperando para ello la amenaza política del comunismo propia de la Guerra Fría, y donde te enseñaban a tener miedo de que tu vecino fuera un espía al servicio del enemigo. Una vez terminadas las conspiraciones basadas en la Segunda Guerra Mundial, se tira una vez más de la historia del Siglo XX para armar la ficción.

Al final, Alex Krycek recibe varios disparos por parte del director Skinner, quien tenía varias cuentas pendientes con él, y acaba para siempre con su amenaza. Sin embargo, la forma en la que está grabada la muerte no me gusta para nada. Hubiese preferido un disparo seco, en vez de esos dos planos con una bala acercándose y entrando en el cráneo del ladino Alex Krycek.

Lo mejor del final de la octava temporada es el reencuentro entre Mulder y Scully, con el bebé en brazos y los Tiradores Solitarios como Reyes Magos, esperando fuera. Vemos también por fin un beso entre nuestros dos agentes, y la confirmación de que entre ellos dos existe algo más que una relación estrictamente profesional.

Con la imagen de ese beso llegamos a la novena y última temporada, la conclusión de una de las series más longevas de la ciencia ficción. Y las cruzadas de Mulder y Scully llegan a su cierre de una forma ambigua, frustrante y llena de lagunas. La octava temporada trataba del embarazo de Scully y culminaba con su nacimiento, para descubrir que se trataba de un niño normal y corriente. También nos contaba cómo Mulder era expulsado del FBI, buscando una excusa para justificar su salida de la serie. Y ahora, tocaba el turno de continuar con la historia y terminando de desplazar a nuestros protagonistas para dejar paso a otra pareja de agentes que intentaría repetir el éxito de los anteriores.

La última temporada trajo también cambios bastante discutibles, como una nueva cabecera que vendría a sustituir a la otra tan famosa y que se mantuvo prácticamente sin cambios durante ocho años. También se pensó en más cambios que no llegaron a materializarse, como por ejemplo, cambiar la frase promocional de “La Verdad está ahí fuera” a “La Verdad debe ser contada”. Algo que a día de hoy todos saben es que JAMÁS hay que cambiar una de las señas de tu producto, gracias a reacciones como las que desataron dichos cambios.

Con “Hoy no pasó nada importante”, dejamos claro que Fox Mulder ha desaparecido, pasando a la clandestinidad, suponemos que para protegerse a sí mismo y a quienes les importan. Cuando Doggett encuentra su apartamento vacío, entendemos que con esa imagen se cierra un ciclo en la serie, y que jamás regresará. También nos damos cuenta de que Scully parece haber pasado a un segundo plano, y que son Doggett y Reyes quienes llevan el peso de toda la investigación, y que parece involucrar a una mujer indestructible que va por ahí ahogando a trabajadores del gobierno.

Lo que descubrimos es que esta mujer, Shannon McMahon, (interpretada por Lucy Lawless, conocida sobre todo por encarnar al icono lésbico Xena: La princesa guerrera)  es una especie de Supersoldado indestructible, y que comparte un pasado en común con John Doggett.

Doggett fue un marine hace años, (es interesante cómo Robert Patrick suele interpretar papeles militares), en su compañía había varios compañeros que ahora deciden regresar a su vida. Uno de ellos es Knowle Rohrer, a quien vimos por última vez estrellándose con su coche durante la persecución en los aparcamientos del FBI, y otro es la propia Shannon. Según ella, fue seleccionada junto a Rohrer para participar en un proyecto secreto del gobierno, que la convirtió en un Supersoldado: una máquina de ingeniería biológica virtualmente invencible entre cuyas habilidades se cuentan el poder respirar bajo el agua, no dormir jamás o la imposibilidad de ser asesinado.

Esto hace que nos planteemos si se trata de lo mismo que Billy Miles, al que no hacen ninguna mención y al que jamás volveremos a ver. Así que podemos pensar que hay dos tipos de supersoldados, y que eso complica innecesariamente un trama ya de por sí difícil de sustentar. Mientras que Billy Miles es un Supersoldado alienígena, una réplica de un abducido (el sujeto secuestrado es probable que esté muerto) sin capacidad de razonar, Rohrer y Shannon son otra cosa, soldados que simplemente han adquirido habilidades excepcionales, y que no han perdido en el camino ni la vida ni la capacidad de razonar.

Si los Supersoldados alienígenas vienen a rescatar el misterio del comunismo, los Supersoldados humanos provienen de uno de los muchos rumores y leyendas urbanas que rodean a los altos mandos del ejército estadounidense. Una de esas historias hablaría de la creación de un tipo de infantería infalible (El nombre de Supersoldado también recuerda a los cómics de El Capitán América) algo así como lo que son Shannon y los demás.

Los datos que recibimos de Xena nos informan de que los militares llevan cerca de cincuenta años experimentando en la búsqueda del Supersoldado Perfecto (cincuenta años atrás, presenciaríamos el accidente OVNI de Roswell, donde el gobierno tendría conocimiento de los planes alienígenas y, muy posiblemente, conseguirían tecnología y material biológico suficiente para empezar la investigación). Y que han tenido tanto éxito como para conseguir que un nuevo tipo de Supersoldado nazca a través de un óvulo mutado.

Entendemos de quién está hablado, por supuesto: del hijo de Scully, quien ha empezado a mostrar pequeñas habilidades, como la de mover sus juguetes con la mente. Mientras Scully empieza a preocuparse por su hijo, Shannon además nos cuenta que han empezado a introducir una sustancia en el agua, una variante de la Cloramina o un compuesto que hacen pasar por tal, cuyo objetivo consistiría en convertir a todos los seres humanos en Supersoldados.  Investigando un poco más, llegamos a un barco en el que se experimenta con óvulos humanos y donde tal vez manipularon la descendencia de la agente Scully. Por supuesto, el barco tiene que saltar por los aires para que nadie descubra nada y deje a nuestros agentes con nada.

Para entonces, y sin entender realmente las justificaciones de por qué el agente Mulder habría desaparecido así de repente, tal vez amenazado o preocupado por la salud de quienes le rodean, ya hemos visto suficientes imágenes de Doggett y Reyes juntos, de pie y marcando presencia como para entender por dónde van los tiros. Ellos serán nuestra nueva pareja protagonista, y por si aún nos quedan dudas, vemos que la propia Dana Scully abandona para siempre las oficinas del FBI, cerrando otra puerta a sus espaldas, y siendo destinada a la academia de Quantico, donde se forman los nuevos agentes, en calidad de profesora.

Gracias a Daemonicus podemos ver a Doggett y Reyes desenvolverse como protagonistas, y vemos también que a Reyes le han adjudicado un ex – novio que trabaja como director adjunto, tal vez para limar aún más las pretenciones lésbicas de Mónica Reyes. Además, reforzamos esa tensión sexual marca de la casa para involucrar a nuestros nuevos agentes. Y a estas alturas, podemos deducir que sigue el siguiente esquema:

Scully ama a Mulder, y Mulder, lógicamente, ama a Scully. Pero el director Skinner también se siente atraído por Scully, así como El Fumador, y el agente John Doggett, cuya atracción adopta también un aire paternal y proteccionista. Sin embargo, a la agente Mónica Reyes le gusta Doggett (quien le corresponde un poco, pero tampoco mucho) a la vez que a Reyes le interesa la propia agente Scully. Dicho así, parece que lo que mejor podría pasar es que todos los personajes de la serie se encontrasen en una orgía grupal para mitigar así con casi una década de tensiones hormonales, pero sirve además para que nos demos cuenta de que las relaciones no son nunca ni directas, ni claras ni sencillas.

Mientras Mulder estaba cerca, Doggett era el segundón, pero ahora él es nuestro protagonista. Pero Mulder sigue muy presente, ya que los Supersoldados deciden intentar acabar con él una vez más, haciendo que uno de ellos se ponga en contacto con Scully para hacer salir a su compañero del lugar en el que se esconde. Como curiosidad, este misterioso hombre está interpretado por Terry O’Quinn, mundialmente famoso gracias al John Locke de Perdidos y que fue al mismo actor al que le estalló la bomba en la cara en la primera película de la serie.  Gracias a Locke, tenemos más datos acerca de que fue Scully quien invitó a Mulder a su cama (en un capítulo anterior, All Things, dirigido por Gillian Anderson, vemos cómo Scully se viste y arregla, al parecer, tras mantener relaciones sexuales con Mulder), lo que hace que los fanboys aplaudan con las orejas al imaginarse la escena.

Lo interesante de este capítulo no es cómo intentan justificar la eterna presencia de Fox Mulder sin contar con el actor que lo encarnó, sino que descubrimos que hay una forma de matar a los Supersoldados. Magnetita, el único imán natural y que se encuentra en una cantera en la que el personaje interpretado por Terry O’Quinn es pulverizado tras mascullar que ha de matar a Mulder o a su hijo.

Eso es lo único rescatable, ya que seguimos sin saber nada acerca de los Supersoldados y sus diferencias entre humanos y alienígenas, que se les puede matar. “John Doe” tira de México y de un Doggett sin memoria en un capítulo que me hace pensar en una serie acerca de de un profesor de Albuquerque que uno de los productores de Expediente X desarrollaría tiempo después llamada Breaking Bad y que se cuenta entre las mejores de la actualidad.

El tramo final de la serie tiene que contestar varios interrogantes, como qué es William, qué poderes tiene, qué papel puede desempeñar en la invasión extraterrestre, qué ha sido de Fox Mulder, cuál es el destino de los Expedientes X y cómo acaba la historia. Así que vamos a empezar a ir a contrarreloj para cerrar todos los arcos argumentales.

Provenance y Providence trata acerca del secuestro de William por parte de una secta ufológica, poco después de que se descubra que tiene poderes, lo que añade más leña al fuego sobre si es en parte alienígena o no. Además, aparece un nuevo OVNI siniestrado, y un antiguo miembro del ejército de los Estados Unidos cree que William será la llave que abra la puerta de la colonización por los extraterrestres. Este militar también nos da la pista de que en 1991, el ejército ya contaba con un escuadrón de Supersoldados durante la Tormenta del Desierto, y que él cree que esos Supersoldados son una especie de Ángeles, a la vez que los alienígenas, la representación de Dios.

Pero claro, existe una profecía que dice que alguien intentará detenerlos, y podría tratarse de Fox Mulder, o de su hijo William. No queda claro cuál de los dos es, ni por qué uno de los dos tiene que morir, y yo lo acuso a que la serie ya estaba dando sus últimos coletazos antes de acabar para siempre. La historia estaba resentida con tantos sucesos y tantas conspiraciones, y sus protagonistas, cansados. Al final, no entendemos qué clase de poderes tiene William, salvo que tal vez es capaz de manejar los OVNIS siniestrados. Seguimos tirando de Dios y de profecías, recursos muy manidos no sólo por la serie, sino por incontables películas y novelas.

La naturaleza de Dios encarnada por los extraterrestres (recordemos que hablamos de los Grises de sangre aceitosamente negra) ya se discutió en capítulos tan extraños como Biogénesis, y las profecías siempre me han parecido excusas baratas para no esforzarse demasiado a la hora de buscar justificaciones para armar una historia y también, para darle un aura de predestinación a todo. La idea de que Mulder es el centro de toda la historia también sirve para recordar al espectador de que David Duchovny sigue aquí de alguna forma. Al final, para mantener a salvo a William, Scully decide darlo en adopción.

Para llegar a esa decisión, tiene que pasar por la reaparición de un antiguo fantasma del pasado, Jeffrey Spender, desfigurado y convertido en una ruina humana que dice venir de parte de Mulder. Spender introduce una vacuna en William, basada en la magnetita. Pero Jeffrey no se presenta así por las buenas, sino que como está tan desmejorado, parece que hay dudas sobre si podría tratarse del propio Mulder. Un análisis de ADN confirma que comparte sangre con Fox, lo que confirmaría así de una vez que El Fumador fue el padre de Fox Mulder, como tantas veces habían dejado caer en temporadas anteriores. Según Jeffrey, la Conspiración no terminó con la muerte de todos los miembros del Sindicato, sino que continuó, llevada a cabo en esta ocasión por los propios extraterrestres, sin intervención humana.  Entregar a William en adopción es una salida fácil también para desembarazarse de un hilo suelto en la trama que lejos de añadir grandes momentos a la historia, ha traído más confusión que otra cosa.

Con William fuera, y con el pasado de John Doggett cerrado también en Release, añadiendo eso a la innecesaria y casi ridícula muerte de los Tiradores Solitarios en ‘Jump The Shark’ (cerrando así su serie basada por completo en ellos que fue cancelada inexplicablemente), queda darnos un último homenaje a nosotros mismos como adoradores de Mulder, Scully y los Expedientes X con ‘Sunshine Days’, el último de los capítulos mitológicos y que intenta justificar los nueve años de trabajo en el sótano del edificio del FBI cuando por fin encuentran un fenómeno inexplicable que sacar a la luz.

Con esto, hemos llegado por fin a la conclusión de la serie, un episodio doble especial titulado ‘The Truth’. La idea es que por fin hemos llegado a conocer La Verdad que tantas veces perseguimos junto a Mulder y Scully armados con linternas, a través de trenes sin nombre, por bosques, naves espaciales enterradas en la Antártida y misterios sin respuesta. La Verdad es un resumen de toda la historia, tal y como vimos en “Dos Padres” y “Un Hijo”, pero más orientado hacia la reconciliación con el público a la hora del adiós más que un recurso narrativo. Es lo malo de los finales, que hay ocasiones en las que es muy difícil saber cuándo se ha llegado a ello, y en ocasiones como esta, se dieron cuenta de que debería haberse hecho mucho antes, posiblemente, en una séptima temporada como muy tarde. “Perdidos” cogería algún detalle del final de Expediente X, como la recuperación de personajes fallecidos para buscar una despedida del público.

Una de las pocas buenas noticias que trajo el final fue el regreso de David Duchovny, que volvía para llevar la historia a su conclusión lógica y final. Hubiese sido una traición al espíritu de la serie no contar con él para acabar. En el capítulo final, Mulder aparece con la acreditación para entrar en una base militar, donde por fin acceder a La Verdad que tantas veces se le escapó. Quién le ha dado tantas facilidades en esta ocasión es un misterio, pero sirve para que, tras descubrir una Verdad terrible, Mulder se vea acosado por Knowle Rohrer, que intenta matarlo. Logra librarse de él, pero delante de varios testigos, por lo que Mulder es detenido y juzgado en un extrañísimo tribunal militar cuya fiabilidad queda muy en entredicho. Parece más una excusa para llenar el final de la serie con discursos largos y opulentos sobre Conspiraciones, hermanas perdidas y tiempos pasados, porque no hay nadie allí que parezca ni un juez, ni un abogado. En vez de defenderse de las acusaciones del asesinato de un hombre al que no se puede matar, Mulder, ayudado por personajes principales y secundarios, vivos o muertos, logra hacer una reconstrucción de toda la historia de los Expedientes X, desde el nacimiento de la vida en La Tierra hasta su previsible final a manos de unos seres a quienes ya no se puede detener.

En el juicio, que tiene pinta de ser muy poco legal, la acusación va deshaciéndose uno tras otro de todos los testigos que Mulder y Skinner presenta. Primero Scully, luego Jeffrey Spender, más tarde Maritta Covarrubias, que deja claro que a pesar de la muerte de todos los miembros del Sindicato, sus planes continúan adelante. Mulder intercede para salvarla, ya que ella tiene miedo de que puedan matarla.

Gibson Praise, el genio ajedrecista que Mulder y Scully conocieron hace años, regresa para hablar a favor de Mulder, y es él quien desenmascara a un hombres misterioso llamado El Hombre del Palillo. Este tipo, interpretado por Alan Dale, (Perdidos), parece que intenta ser un sucesor de El Fumador en la nueva Conspiración, sin embargo, hay tan poco tiempo para desarrollarla que su papel es bastante flojo y carece de personalidad.

Doggett y Reyes también dan su versión de los hechos, siendo de tan poca ayuda como los anteriores. Sólo Mónica Reyes reúne el valor para enfrentarse a los jueces y dejar bien claro que protejan a quien protejan, al final todos perderán. Ella además aclara el papel de William entre la maraña de razas alienígenas y Supersoldados de origen incierto. Sin embargo, el capítulo tiene decisiones tan ilógicas como esa pataleta ridícula de Kersh cuando Scully presenta la prueba exculpatoria definitiva, al mostrar que no hubo ningún cadáver. Esto sólo busca dejar claro que los tipos del gobierno son muy malos muy malos, no quieren escuchar ni necesitan hacerlo, ya que sólo les interesa el control absoluto, pasando por encima de quien sea.

El discurso final de Fox Mulder deja claro que estos nueve años han sido duros, y en los que ha descubierto que no hay por qué temer la Verdad cuando hay suficientes mentiras para esconderla. Pero dará igual, porque por mucho que intenten ocultarla, La Verdad seguirá ahí, lista para rebelarse al mundo entero, sin remisión, sin posibilidad de escapar de su aplastante peso.

En un plano vemos que Mulder no está solo, sino que tiene el apoyo de sus amigos, El Señor X y sí, el traicionero Alex Krycek.

Mulder es condenado a muerte por inyección letal, un recurso que nos parece exagerado. Esa misma noche, mientras Knowle Rohrer acude a la prisión para acabar de una vez con Mulder, Doggett y Skinner acuden para rescatar a Mulder, ayudados por X y Krycek. Su ayuda sobrenatural descoloca, y no entendemos cómo personajes muertos y enterrados pululan la mente de nuestro protagonista, pero eso no sorprende tanto como la inesperada ayuda de Kersh, quien durante demasiado tiempo ha sido el mayor antagonista de la serie tras El Fumador. Kersh les recomienda abandonar el país y poner rumbo a Canadá, pero Mulder opta por lo contrario, yendo hacia unas antiguas ruinas (reales, por cierto) Anasazi.

Mientras, Mónica Reyes y John Doggett descubren que los Expedientes X han sido cerrados, por fin, y el póster tirado en el suelo es una puerta más cerrada tras nuestras espaldas. Parecen dejar muchos cabos abiertos, quizá para continuar con una décima temporada que jamás llegó a materializarse, aunque sabían que aquello era el final. Skinner, además, desaparece en un despacho acompañado por El Hombre del Palillo, y su destino final queda colgado. Puede que muera, puede que no, y jamás hubiésemos sabido qué ocurrió con nuestro calvo favorito de no ser por la segunda película, estrenada seis años después.

Pero falta algo para terminar, un clímax, un cierre, un duelo final. Y eso es lo que nos proporcionan al encontrarnos con El Fumador una vez más, escondido en esas antiguas ruinas indias. Entendemos que la posición de gran poder que ostentaba hace años ha ido decayendo hasta dejar un hombrecillo sucio y amargado que se esconde a la espera del final. Según él, ese poblado es el último sitio seguro de La Tierra, ya que su composición (rica en magnetita) debilita las naves extraterrestres. Fue ese mineral quien provocó el accidente de Roswell en 1947 y con el que el gobierno descubrió la existencia tanto de los extraterrestres como sus planes. Fue El Fumador quien le envió a aquella base, para enseñarle de una forma cruel cuál era La Verdad, que los extraterrestres nos invadirán, y que la fecha es el 22 de Diciembre de 2012. Los extraterrestres regresarán y colonizarán el planeta. No hay nada que hacer, ninguna posibilidad de evitarlo. El Fumador dijo en su momento que se podía matar a un hombre, pero jamás destruir lo que él defendía a menos que antes quebrases su espíritu. Años (y temporadas) más tarde, finalmente lo consigue, y Fox Mulder no tiene fuerzas para luchar porque sabe que no hay esperanza. Su plan no consistió en impedir que se produjera la Colonización, sino en desvelarla, en sacarla a la luz. Bien, pues ya lo sabe, y es la peor noticia que nadie pueda recibir.

El Fumador sonríe creyendo que, en cierto modo, ha ganado, pero no por mucho tiempo. Los extraterrestres no pueden llegar hasta él, pero sí un par de helicópteros negros que vuelan por completo todas las ruinas Anasazi, acabando con el Fumador (y también con la pobre mujer que le cuida y que no tiene culpa de nada, la verdad). Al igual que con la muerte de Krycek, se recurre a tétricos efectos especiales para dejar claro que sí, que por fin muere, que no hay más trucos, que se acabó el humo del cigarrillo en la sombra. Otra puerta más cerrada para siempre, la última de ellas.

Refugiados en Roswell, Mulder y Scully comparten su última escena juntos, en una posición muy parecida a la del capítulo piloto, hace a día de hoy casi veinte años. Mulder quiere seguir creyendo, pese a todo. A pesar de todas las trabas y todos los problemas. Quiere creer en que no hemos perdido a nuestros muertos, que siguen a nuestro lado a pesar del oscuro camino que nos aguarda a toda la humanidad. Quiere creer que aún hay una posibilidad, porque es demasiado duro como para admitir una derrota. Fox Mulder quiere creer que aún hay esperanza, y algo por lo que luchar. Y como él lo hace, Dana Scully lo hará también.

Seis años más tarde, ‘I Want To Believe’ significaría la segunda ¿y última? Adaptación a la gran pantalla de la historia, y con el análisis de esa película llegaremos a la conclusión final de este largo especial.