Tras los viajes al campo y a la playa emprendidos en Día de fiesta y Las vacaciones del señor Hulot, Jacques Tati llega a la ciudad, recuperando al patoso personaje de su anterior película. Los ojos del pequeño Gérard nos acercan a las desventuras del señor Hulot mientras se mueve entre su acogedor y pintoresco barrio y la desoladora mansión de diseño de su familia.
En Mi tío Tati consigue algo que ya había ensayado en sus anteriores películas pero que aquí explota con majestuosidad: el entorno se convierte en un personaje más, es decir, considerar el decorado ya no como un lugar en el que habitan los personajes, sino un ente vivo en el que el ser humano luchar por sobrevivir. Tati llena Mi tío de imágenes icónicas, como el viaje del señor Hulot para llegar a su morada o la gran mansión cobrando vida a través de sus ventanas, mientras desarrolla su eterno discurso sobre la deshumanización del progreso.
Mi tío se articula mediante una series de set pieces cómicas en los que la lucha es constante, sobre todo en lo que concierne a la inhóspita casa de la familia Arpel. Los esfuerzos de habitantes y vecinos por adaptarse al absurdo diseño moderno provocarán hilarantes y largas secuencias donde el surrealismo hace acto de presencia y nada parece tener sentido. Tati además, en su primera película en color, desarrolla una bellísima paleta de colores que provoca un absorbente efecto hipnótico ante lo que estamos viendo (buena cuenta de ello da la edición restaurada en Blu-Ray que presenta de forma sublime una imagen soberbia). La frialdad de la ciudad moderna ante los tonos cálidos del barrio establecen un bello pero fuerte contraste, dando un mensaje que quizás hoy se nos antoja algo retrógrado pero que no está exento de una reivindicación humanista.
En la línea de sus anteriores trabajos, Tati presta una especial atención al sonido que rodea a sus personajes amplificando de forma exagerada el más mínimo murmullo que sea importante para el desarrollo de las secuencias. Este uso del sonido tiene especial relevancia en la parte final de la fábrica donde la infernal maquinaria de fabricar salchichas se rebela contra el pobre señor Hulot.
Pero Mi tío no solo se queda en un fascinante y hermosísimo envoltorio sino que demuestra que Jacques Tati era un perspicaz observador de comportamientos humanos y, sobre todo, sociales. En Mi tío, todos los personajes, desde el peculiar barrendero que nunca barre a la estirada vecina pasando por el aburrido cuñado del señor Hulot, nos cuentan algo de una sociedad que cada vez atiende menos al otro y cada vez más se encuentra absorta en sí misma y en sus creaciones, ya sean coches, edificios o fábricas. Jacques Tati toma definitivamente el relevo del Charles Chaplin más social y antropológico.
Jacques Tati. Integral [Blu-ray]
De nuevo:
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