Cuando se tiene ante los ojos un buen libro de cuentos se nota enseguida. Es un pálpito que te recorre el cerebro nada más terminar el primero o el segundo de los relatos. Adviertes la maestría y la solidez en el manejo del lenguaje, de la estructura, del tempo; y desde ahí te dedicas a disfrutar anticipadamente con las sorpresas que te depararán las siguientes narraciones. Es una delicia. Frente a la ingente cantidad de morralla desdeñable que se publica, estos libros funcionan como oasis o como reconciliación. Y se les tributa una gratitud imborrable.Me ha ocurrido con Especies en extinción, de Faustino Lara Ibáñez, un volumen que obtuvo el premio XXI Concurso de Cuentos – Manuel Llano y que publica Tantín Ediciones. Sabiamente dirigido por el autor he asistido a escenas terribles que se desarrollaban bajo las botas nazis (“El autocar de los cobardes”), a relatos vampíricos de llamativo final (“Aniversario”), a ajustes de cuentas entorpecidos por el azar (“El rencor”), a ilusiones filiales que se adivinan melancólicamente condenadas al fracaso (“Bajo la discreta luz del McDonald’s de Aldock Place”), a distopías inquietantes (“La liturgia de los aprendices”), a largas paciencias que se nutren del rencor (“La venganza”) o a amores salpicados por el desequilibrio y la angustia (“La lógica del amor”).Ceremonias narrativas de una espléndida ejecución, en las que no habría venido mal eliminar los abundantes laísmos y loísmos que afean el libro. Salvado ese escollo lingüístico, el resto es para ponerle un marco y aplaudir.
Cuando se tiene ante los ojos un buen libro de cuentos se nota enseguida. Es un pálpito que te recorre el cerebro nada más terminar el primero o el segundo de los relatos. Adviertes la maestría y la solidez en el manejo del lenguaje, de la estructura, del tempo; y desde ahí te dedicas a disfrutar anticipadamente con las sorpresas que te depararán las siguientes narraciones. Es una delicia. Frente a la ingente cantidad de morralla desdeñable que se publica, estos libros funcionan como oasis o como reconciliación. Y se les tributa una gratitud imborrable.Me ha ocurrido con Especies en extinción, de Faustino Lara Ibáñez, un volumen que obtuvo el premio XXI Concurso de Cuentos – Manuel Llano y que publica Tantín Ediciones. Sabiamente dirigido por el autor he asistido a escenas terribles que se desarrollaban bajo las botas nazis (“El autocar de los cobardes”), a relatos vampíricos de llamativo final (“Aniversario”), a ajustes de cuentas entorpecidos por el azar (“El rencor”), a ilusiones filiales que se adivinan melancólicamente condenadas al fracaso (“Bajo la discreta luz del McDonald’s de Aldock Place”), a distopías inquietantes (“La liturgia de los aprendices”), a largas paciencias que se nutren del rencor (“La venganza”) o a amores salpicados por el desequilibrio y la angustia (“La lógica del amor”).Ceremonias narrativas de una espléndida ejecución, en las que no habría venido mal eliminar los abundantes laísmos y loísmos que afean el libro. Salvado ese escollo lingüístico, el resto es para ponerle un marco y aplaudir.