Las personas percibimos la espera negativamente, las grandes empresas, que lo tienen todo estudiado y saben que la demora en el servicio al cliente juega en su contra, procuran amenizar los tiempos de espera, cuidan el entorno en el que se dan los retrasos. Pensemos en las salas de espera de las grandes compañías, con sus televisiones, los ascensores con espejos para contemplarse, la música durante las esperas telefónicas, paneles o voces en off que nos advierten del tiempo que tardarán en atendernos, y que convierten la incertidumbre en certeza, o los numeritos que nos dan para que veamos en pantallitas, mientras estamos cómodamente sentados, cómo nuestro turno cada vez está más cerca. La percepción de la espera por el cliente tiene un valor económico.
Muchos estamos sorprendidos de la paciencia que está mostrando la sociedad española con aquellos que nos gobiernan, es cierto que las protestas ciudadanas en la calle se dan una y otra vez, pero hasta el momento todo ha transcurrido de una manera civilizada, supongo que es un signo de que todavía hay lugar para la esperanza; sin embargo, el tiempo juega en contra de la confianza y tarde o temprano, si no se van poniendo remedios a esta insatisfacción social, si los ciudadanos no percibimos que nuestra opinión cuenta, si no vemos que realmente la situación mejora, que se toman medidas para evitar ciertos desmanes, que no se nos intenta engañar, daremos el paso que va de la esperanza a la desesperación -quiero pensar que no le hemos dado ya-, y entonces cualquier cosa puede ocurrir. Si algo he aprendido de la historia es que el devenir de los acontecimientos se puede analizar y explicar a posteriori, pero nunca se puede predecir con absoluta certeza, si acaso meramente sospechar. No, no me gustan nada esas nubes negras que, si no cambia el aire, se van acercando desde el horizonte.
Pero dejemos de lado la filosofía barata porque yo he venido aquí a hablar de óperas, de esas óperas en la que los personajes esperan, que es como decir de todas las óperas, porque, echando mano de la célebre frase de Cremes, nada que es humano es ajeno a la ópera; y es por esto que no vamos a poder ser muy exhaustivos, la entrada se haría interminable, sólo voy a recoger, de una forma caótica, algunas escenas, las que se me han ocurrido hasta hace un momento o vayan haciéndolo sobre la marcha, el objetivo es disfrutar de la música durante el trayecto, aunque, insistiendo en el caos, con el que tan bien me llevo, no todo va a ser ópera:
"Il mio ben. Ahimè! Non vien?". Ésta es la desesperación de Nina, la protagonista de la ópera de Paisiello, no escuchamos la cavatina en la antológica versión de Teresa Berganza sino en un vídeo de Anna Catherina Antonacci, cantante que gana muchos enteros cuando sus interpretaciones van acompañadas del correspondiente vídeo de la actuación en vivo :
Nina espera como también lo hace Ariana en la célebre cantata de Haydn, escuchamos ahora a Cecilia Bartoli con Harnoncourt y en versión para orquesta, ya decía que no todo iba a ser ópera, aunque hay quien define la cantata como una ópera en pequeñito:
Y en la ópera postromántica si hay una protagonista que representa la espera, y basada en una candidez absolutamente inconsistente, que va a ser el secreto del encanto que ejerce sobre el espectador, esa tiene que ser Butterfly y escuchamos "Un bel di vedremo" por Tebaldi:
Otra Ariana, la de Richard Strauss, no es exactamente la imagen de la espera, que ya pasó, sino de una de las posibles manifestaciones de sus posibles efectos, la desesperación, la decepción tras el abandono:
Pero si hemos de hablar de abandono tendremos que pasar por Dido, las más famosas Didos son las de Purcell y Berlioz, con permiso de JL hoy nos quedamos con la última:
O tras un sacrificado abandono puede llegar la espera, aunque quizás sea ya tarde, que es lo que dice Violetta, entonces es tiempo de nostalgia, la más pura añoranza del pasado, tiempo también de perdón, una de las cumbres de La traviata:
También hay breves esperas que se hacen tan inútiles como eternas:
No sé si el conformismo, no desesperar y pensar que si no tenemos suerte en algunas cosas la podemos tener en otras será mejor que adoptar una actitud activa que intente modificar la realidad, Cleopatra-Dessay, que es muy lista, intenta convencer a su hermano de que es mejor esperar que actuar; por cierto, también nos descubre por qué tantas esculturas de la antigüedad nos han llegado sin nariz: