Esperando a Beckett, por Jordi Bonells

Publicado el 10 febrero 2013 por David Pérez Vega @DavidPerezVeg

Editorial Funambulista. 113 páginas. 1ª edición de 2006.
Ya comenté en el blog, hace unas semanas, el libro El premio Herralde de novela de Jordi Bonells (Barcelona, 1951), y escribí entonces que me apetecía leer alguna obra más del autor. Paseando por la biblioteca de Móstoles, y consultando en un ordenador de la sala su base de datos, me fijé en que tenían esta otra novela, Esperando a Beckett, aunque en la biblioteca se hubiesen confundido al clasificarla y la hubieran ubicado en la sección de Biografías en vez de en la de Narrativa. Un error que parece un guiño a las primeras páginas del libro, pues en ellas Bonells declara –con la arbitrariedad de argumentos que empiezo a considerar una de las características de su estilo– que principalmente hay dos tipos de escritores, los escritores B y los K; y él está unido a Beckett por la B. Así que le haría gracia a Bonells saber que en la biblioteca de Móstoles, en vez de estar clasificado por N/Bon (Narrativa/Bonells) está clasificado como B/Bon (Biografías/Bonells), escapando así de ser un escritor N para tener que ser irremediablemente un escritor B.
He decidido llamar a Esperando a Beckett narración en vez de novela, pues en ella Bonells vuelve a jugar al memorialismo y al ensayo digresivo. Muchos de los temas autobiográficos de los que el autor habla aquí los trata también en El premio Herralde de novela: en Esperando a Beckett aparecen los dos tíos que tanto le inspiraron; la casa en la que vivía en uno de los mejores barrios de Barcelona, donde su padre trabajaba de chófer para una familia de alemanes; la imprenta en la que empieza a trabajar; la librería que visita... pero ahora el enfoque, en vez de ser (principalmente) el de hablarnos de su vocación literaria, es el de hablar de la vocación lectora, simbolizada en la temprana admiración por la obra de Samuel Beckett: “Hoy en día no deja de sorprenderme que un adolescente no muy ducho en cosas literarias se haya sentido subyugado de forma espontánea e inmediata por la escritura de Samuel Beckett” (pág. 59); y Samuel Beckett simboliza también la autoafirmación y la madurez, ya que hasta entonces los gustos lectores de Bonells venían determinados por las recomendaciones de su tío Flores; pero a Beckett llega por sí mismo y de casualidad, a través de una obra de teatro (Esperando a Godot) vista en un televisor en el que falla la imagen. Me gusta también la exposición de la teoría de los agujeros a que da lugar el visionado de obras de teatro en ese televisor que perdía la imagen. Creo que debido a un comentario de El premio Herralde de novela, en Esperando a Beckett pensaba que Bonells iba a hablar más de la figura del alemán en cuya finca vivía (uno de los tres “nazis hipoputas” de su vida), y lo hace, pero no hasta el grado en que yo había supuesto; en realidad, Esperando a Beckett es una narración bastante corta: las escasas 100 páginas de texto están amenizadas con fotografías, en las que se muestran objetos, lugares o personas citadas en la obra.
En la página 93 Bonells habla de nuevo, igual que en El premio Herralde de novela, del double bind o la doble atadura; es decir, del deseo de algo y a la vez del deseo de no conseguir ese algo, recurso con el que en El premio Herralde de novela jugaba a la contradicción continua. Ese recurso está presente en su anterior obra; por ejemplo, leemos en la página 32: “Sólo la diferencia permite el parecido”. El lenguaje vuelve a tener rasgos orales en muchas ocasiones; por ejemplo, leemos en la página 74: “Yo pensaba que como el libro era delgadito iba a ser barato. ¡Un cuerno! Era carísimo. Para mí. No me alcanzaba con lo que tenía. No me alcanzaba, no. Ni con lo que tenía ni con lo que no tenía”. En este párrafo volvemos a encontrarnos con recursos que ya señalé en la otra obra comentada, como el de colocar puntos en lugares aparentemente inapropiados para dar a su prosa un aire entrecortado propio del discurso oral.
La digresión literaria es profusa; así, escribe Bonells cuando trata de aclararnos las coincidencias que encuentra entre él y Beckett: “La segunda coincidencia es caligráfica: Beckett tiene una letra minúscula. No tanto como la de Robert Walser, pero casi. La mía está entre las dos: más pequeña que la de Beckett, pero menos que la de Walser, dificultándome bastante la relectura de lo que escribo a mano –sospecho que cuando uno escribe con letra minúscula es para no tener que releerse” (págs. 22-23). Además de las reflexiones literarias me han llamado la atención los comentarios puramente bibliófilos, como éste: “Recuerdo siempre dónde he comprado los libros que han contado en mi vida, e incluso dónde he comprado algunos que no han contado. Es importante el lugar donde uno compra los libros” (pág. 52). Coincido con él: a mí también me parece importante el lugar donde uno compra los libros; y sé que en muchos casos me causa una impresión distinta un libro sacado de la biblioteca, prestado o comprado; si es de primera o segunda mano; si es una edición de bolsillo o de tapa dura; si la letra del libro es diminuta o no..., lo que probablemente sea absurdo salvo si considero que no lo es para mí, y con esto, para una pasión personal, basta.
Me ha dado la impresión de que Esperando a Beckett es en cierto modo una avanzadilla de El premio Herralde de novela. Siento que en la primera de estas obras Bonells ensaya recursos y trata temas con los que va a trabajar con más profundidad en la siguiente obra. Mucho de lo mostrado en un libro se muestra en otro; aun así, las diferencias hacen interesante la suma de ambos, que pueden leerse como complementarios. No obstante, para mí El premio Herralde de novela es una obra superior a su predecesora.
Sigo teniendo curiosidad por la obra de Jordi Bonells, y creo que el siguiente libro que voy a leer de él va a ser La segunda desaparición de Majorana, porque me parece que las intenciones narrativas varían respecto a los libros comentados; aquí Bonells investiga el rastro del físico Ettore Majorada, desaparecido en 1938 en extrañas circunstancias.