¿Sabéis de esas historias que se te hacen bola, que no comprendes y que parece que están escritas por varios autores?
¿Sabéis de esos libros en los que pasa todo lo anterior pero a los que, al final, acabas queriendo?
¿No? Entonces soy yo. Que no tengo criterio cuando una historia reúne las siguientes características:
1. Historia2. Edad Media3. España
Porque yo pareceré muy pro-brit, pero a MI Cid Campeador que no me lo toque nadie, que muerdo. A mí dame halcones, castillos, peleas con los moros, órdenes militares y llámame tonta. Y si ya me das Románico, puedes hacer conmigo lo que quieras, que es, básicamente, lo que ha hecho Peridis con este libro.
Lo que ha querido. Porque a ratos no hay por dónde cogerlo, porque la narrativa es extraña, los años pasan muy deprisa y porque los personajes sufren el síndrome de la Wikipedia, ya sabéis, esas parrafadas inmensas que yo sólo consiento y disculpo en los personajes (benditos sean) de las series de Aaron Sorkin (loado sea). Pero en los libros queda mal que el prota se marque un speech de dos páginas lleno de datos. Por ahí no paso. Y me da igual que haya ganado el Alfonso X de novela histórica. Que, por cierto, aún estoy esperando a un ganador de este premio que iguale a Romance de ciego de Ángeles de Irisarri (obra ganadora en 2005), pero, en fin, ese es otro cantar.
Eso sí, dicho todo esto, vuelvo a lo de antes. Que me ha gustado, oye. Que les he cogido un cariño a los personajes que no es ni medio normal y que, incluso, me he emocionado a veces. No en vano una procede de esos terruños, y la disputa Castilla vs. León aún está presente en la toponimia, por ejemplo. Y ya cuando he empezado a reconocer personajes e historias de otros libros (la judía Raquel), pues ya he dado palmas con las orejas y me he declarado fan absoluta. Y no, no es casualidad que escriba esta entrada hoy, 29 de diciembre, día de Santo Tomás Becket, esto es, el también llamado Día Internacional de Los Pilares de la Tierra, otro libro que, sin ser perfecto, es muy especial para esta que os aburre.
Y es que Esperando al Rey acaba donde Los Pilares empiezan, en el asesinato de Tomás de Canterbury, el 29 de diciembre de 1170. En su honor se levantaron iglesias en toda la cristiandad. Por una de ellas, la primera que se construyó bajo el nombre de Santo Tomás fuera de Inglaterra, pasa servidora casi todos los días.
¿Cómo no amar, entonces, a libros como este? Soy débil, no me lo tengáis en cuenta.