La siguiente frase, pronunciada por Aguirre, "Cuando un juez sospecha que un político usa su cargo para un proyecto personal, existen responsabilidades políticas que hay que sustanciar", es una lección de democracia elemental que necesitan aprender en España los grandes partidos políticos, que no se merecen el voto de los ciudadanos demócratas y decentes por su fácil y fructífera convivencia y colaboración con la corrupción.
España es un país atormentado y degradado por la corrupción, un fenómeno que infecta la política, la vida cotidiana y la convivencia, colocando a España en niveles más próximos a Haití y Zimbawe que de las democracias avanzadas del mundo.
En algunas autonomías españolas, como Cataluña, Andalucía y Valencia, la corrupción ha superado todos los límites y afecta ya a la misma existencia futura de la nación, sometida a un desquiciante proceso de descomposición, con los políticos como grandes protagonistas. El robo de dinero público, la mentira, el enriquecimiento personal, el nepotismo, el amiguismo y otras decenas de variantes de la peor corrupción posible e imaginable están presentes en España, donde los dirigentes han dejado de ser fiables y ya son incapaces de garantizar la ecuanimidad, la prevalencia del bien común y el imperio de la verdad y de la ley.
La inclusión de políticos imputados en las listas electorales es el último "asalto" de la corrupción española, una lacra de proporciones tan grandes que merece el rechazo de todos los ciudadanos decentes y dignos del país, Votar a partidos que incluyen a corruptos en sus listas es, además de indecente, humillante para la ciudadanía y para la democracia.