Tengo la convicción plena de que ETA es consciente de que su tiempo ha tocado a su fin; la colaboración internacional y la eficacia policial han contribuido, junto a una legislación regresiva que penaliza a la izquierda abertzale, a poner en evidencia que el uso de la violencia para alcanzar objetivos políticos está condenado al fracaso. Sin duda alguna, interiorizar esta realidad, tras cuarenta años ejerciendo el terrorismo y/o legitimándolo, necesita un tiempo de maduración, que la izquierda abertzale ha vivido aunque sea tarde, pero ETA, a tenor de su último comunicado, no ha asumido todavía en toda su extensión.
Se trata de un viaje largo, con estaciones intermedias, que requiere introspección, empatía y convicción, pero sobre todo exige responsabilidad y capacidad para saber admitir una derrota y transformarla en un paso hacia adelante, apostando por la defensa de los derechos humanos, el diálogo democrático, la reconciliación social, el reconocimiento del dolor generado y la voluntad de escuchar y respetar la voz de la ciudadanía, que ansía la paz y confía en la superación definitiva de la violencia por y para siempre, y sin condiciones.
Personalmente creo en la sinceridad de la ponencia “Zutik Euskal Herria” y en la adhesión de la izquierda abertzale a los principios Mitchell y a la Declaración de Bruselas. Me consta que el camino que han emprendido no tiene marcha atrás, aunque esté lleno de obstáculos y su estrategia sufra avances y retrocesos. ETA es, de hecho, su principal escollo en este momento. No sé cuál es el pulso en su dirección, ni cuáles son los próximos pasos a dar, pero si sé, en cambio, que el vídeo remitido a la cadena BBC no es el que la izquierda abertzale esperaba.
Resulta insuficiente, no aborda la desaparición definitiva de la violencia, ni hace suyos en su integridad los planteamientos de quienes han sido y son todavía su referente político. ETA tiene que moverse más de prisa porque la paciencia no es infinita y su ritmo debe acoplarse más pronto que tarde al que ha emprendido la izquierda abertzale. El comunicado conocido ayer prococa desconcierto, alimenta la confusión, promuve la frustración y da pábulo a quienes siempre recurren al manido discurso de la tregua trampa, lo sea o no lo sea.
Por mi parte, y aunque pueda pecar de iluso, mantengo la esperanza y pienso o quiero pensar que habrá una segunda parte, que responderá a las expectativas de paz que Euskadi alberga. Si no es así, la izquierda abertzale tendrá que hablar más alto y más claro, rompiendo amarras con ETA e instándoles a su disolución. Mientras tanto, los Gobiernos vasco y español deberían animar este proceso con gestos de distensión en política penitenciaria y liderar, a su vez, un llamamiento al diálogo político, fruto del consenso y el acuerdo entre todas las formaciones. Hay razones para la cautela y la prudencia, pero alguna vez tiene que ser la definitiva, aunque las primeras señales resulten tibias.