Recomendada para nostálgicos a los que guste un cine amable, emotivo desde la evocación de otros tiempos siempre desde la inocente perspectiva de la infancia. Si se quiere penetrar en la 2ª guerra mundial y en cómo ésta afectó a los civiles en Londres sin sumergirse en el drama, esta película es perfecta. Deja ver la tragedia como telón de fondo, pero la esperanza y el deseo de seguir adelante pese a todo dominan el pulso del argumento de inicio a fin.
No suelo encontrar muchos adeptos cuando defiendo esta película británica de John Boorman (por cierto, director que me encanta) y tampoco el recuerdo cinéfilo de la crítica suele ensalzarla y recordarla y en cambio a mí me parece poderosamente evocadora, rezuma melancolía por una infancia especial a pesar de los sinsabores de la guerra que relata (sabemos que tiene algunos aspectos autobiográficos de su director) y ofrece siempre un visionado nostálgico, agridulce, que te hace conmoverte y también sonreír, que te deja un magnífico estado de ánimo, esperanzador a pesar de que el telón de fondo es la segunda guerra mundial reduciendo a escombros el viejo Londres. Asumo pues que la valoro desde un disfrute esencialmente subjetivo y personal y que decir que me encanta no sirva como referencia demasiado válida.
Quizás para muchos espectadores el argumento resulte insustancial y en el apartado interpretativo nadie destaca especialmente. Como caras conocidas quizás sólo Sarah Miles, a la que se recordará por “La hija de Ryan” y David Hayman, actor de reparto bastante habitual en películas posteriores. El que me parece que se sale es Ian Bannen en el papel de abuelo (impagables las escenas en las que recuerda a sus amantes mientras su mujer refunfuña o aquella en la que juega al criquet con su nieto).
Pese a haber quedado desplazada en el imaginario cinéfilo, en su día estuvo nominada al óscar a la mejor película, acumuló hasta 5 candidaturas (película, director, fotografía, guión original y dirección artística) aunque no ganó ninguna y fue muy bien recibida tanto por la crítica como por el público dejando unos buenos ingresos en taquilla, bastante por encima de lo que había costado hacerla. Aquel año, el de “El último emperador”, desplazó en los premios de la Academia a una película de temática similar, también centrada en la perspectiva y vivencias de un niño durante la 2ª guerra mundial, “El imperio del Sol”, más dramática y uno de los títulos más injustamente tratados en los premios de Hollywood de la filmografía de Steven Spielberg.
Boorman, que también firma el guión, cuenta desde la perspectiva de un niño londinense de una familia de clase media, los días en que Gran Bretaña entró en la segunda guerra mundial (año 1939) y soportó los bombardeos nazis que redujeron a escombros gran parte de la ciudad. Sabemos que el director introduce recuerdos personales y dota a la película de una profunda carga nostálgica que se percibe en la puesta en escena, en el tono, en la ambientación, fotografía y música, todo muy cuidado gracias a un extraordinario trabajo de dirección artística. Además yo destacaría también un impecable trabajo de dirección, muy elegante, que realza muchas escenas con estudiados travellings y encuadres….Una toma tan simple como el chico caminando hacia el colegio por las calles llenas de escombros de su barrio se ha convertido en icónica gracias un estudiado contrapicado.
El argumento coral, realmente sin otra estructura que la yuxtaposición de situaciones cotidianas que vive el chaval posee, pese al drama que rodea a la familia protagonista, la inocencia de la mirada infantil y a menudo sortea el dolor con un fino sentido del humor que se hace especialmente patente en el tramo final, cuando coincidiendo con el final de la guerra y la estancia en casa de sus abuelos en la campiña inglesa, todo se vuelve más optimista y esperanzador. La película tiene por ello un aire inocente y amable, rezuma nostalgia y provoca una cierta melancolía.
Puede que sea una debilidad personal, pero las películas que recuperan la infancia como un paraíso perdido me conmueven especialmente, máxime cuando el humor sobrevuela muchas escenas (en cierto modo y en ese sentido me recuerda a “Amarcord”). Además en este caso se hace una muy cuidada reconstrucción de época, que también posee una importante carga emotiva en lo que viaje al pasado se refiere (enseguida entras en situación con ese arranque con Glenn Miller, los noticiarios de la radio informando del transcurso del conflicto bélico y la voz en off del protagonista).
El visionado, pese a los horrores de la guerra, es una experiencia serena, agradable y te deja un buen sabor final, es una de esas películas que los norteamericanos etiquetan como “feelgood” porque te hacen sentir bien. Especialmente recomendable para los más mayores, que no tienen ganas de grandes dramas y para los más pequeños, como un acceso edulcorado a parte de la historia más dramática de nuestro tiempo.
MIS ESCENAS FAVORITAS
- Los niños ven desde las escaleras a sus padres con unos amigos y antes de ir a dormir le dice “Tranquila Lucy, no seremos como ellos de mayores, no lo somos ya”.- El padre se alista porque lo considera su obligación (son otros tiempos y otra mentalidad completamente distinta a la actual, incluso la guerra se ve con cierta inocencia).- Tras alistarse, el amigo del padre corriendo junto al coche…..parece que está bromeando, pero es que se ha pillado una mano con la puerta.- El chico caminando hacia el colegio por la calle de su barrio con cascotes por el suelo y filmado en contrapicado se ha convertido en una imagen icónica de esta película, así como cuando anda con su hermana pisando los trozos de cristales rotos.- Los niños jugando en las ruinas de los edificios, destrozando todo lo que queda en pie. Incluso recogen balas y proyectiles que han caído. Alguno está cargado.- En el colegio les llevan a un bunquer antiaéreo cuando se escucha la alarma y les ponen máscaras.- La escena de los aviones sobrevolando el barrio. El piloto alemán al que derriban y que acaba en el barrio detenido por la policía local es un guiño al argumento de “La señora Míniver”.- El chaval tienen sueños en blanco y negro (por momentos conecta con la serie “Cuéntame”, de la que esta película seguramente sea referencia para los guionistas).- Tras un bombardeo un chaval cacarea que han matado a la madre de Pauline y la pobre chica tiene que aguantar a todos los que le van a preguntar por ello.- Pauline enseñando sus partes íntimas a los chavales en la casucha derruida donde tienen su guarida (inocente primer encuentro con el sexo).
- El padre lleva a casa una lata de mermelada alemana en un bote roñoso y nadie quiere comerla.- Un zeppelin de los que usan como barrenas a la deriva por encima de las casas.- El novio canadiense de la hija haciendo muecas tras la ventana mientras todos se ponen firmes mientras escuchan el God save the queen.- El abuelo borracho por navidad recordando sus amores de juventud mientras su mujer refunfuña.- Tras volver de la playa encuentran la casa incendiada. El chico se preocupa de que sus soldados de plomo se han fundido….Su madre relativiza el drama “Sólo son cosas, nos seguimos teniendo el uno al otro”. Representa la posición de toda una generación frente al desastre.- El abuelo disparando a una rata desde la mesa donde comen….el crío le dice que cree que le ha dado, que se ha ido cojeando y todos ríen.- Van por el río con una barca y el chaval se queda colgado en la pértiga que usan para impulsarse porque se ha quedado atascada en el fondo.- El abuelo a su nieto: “Sabes porque tus tías y tu madre se llaman Fe, Esperanza, Gloria y Caridad. Son las virtudes que yo no tengo”.- La escena del abuelo humillado por su nieto jugando al criquet es muy divertida y anticipa otra muy pícara con el padre al final.- El abuelo obliga a pescar a sus nietos en el río y les dice que hasta que no pesquen no deben volver. Una bomba perdida les proporciona una pesca abundante. La situación es irónica y muy divertida.- Genial cuando otra bomba perdida alcanza la escuela y anulan las clases. Los chicos bailan en el patio y uno de ellos grita “Gracias Adolf”.