El actual entorno de crisis económica y financiera general que estamos viviendo está afectando muy negativamente al valor de las empresas, pero muy especialmente a las empresas familiares debido a los siguientes rasgos distintivos de las mismas:
l El reducido tamaño y bajo nivel de diversificación (de producto y geográfica) de una gran mayoría de las mismas hacen que su grado de vulnerabilidad y riesgo sean elevados.
l Su limitada capacidad para incrementar su base de fondos propios, más allá de los autogenerados por la propia empresa, reduce significativamente su capacidad para mantener y crear valor.
l Carencias derivadas de una falta de separación entre el rol personal, accionarial y de gestión de los miembros de la familia, produce, en muchas ocasiones, graves ineficiencias en la gestión así como una gran inestabilidad accionarial y societaria. Los casos de Eulen y Gullón, entre otros, ilustran actualmente muy bien los efectos de dichas carencias.
No obstante, existen también elementos en la empresa familiar que contribuyen muy positivamente a la generación de valor de la misma, como son:
l Su visión industrial y a largo plazo, habitualmente con una larga trayectoria en su sector.
l La mayor fidelidad y compromiso con sus stakeholders (empleados, clientes, proveedores, entidades financieras, administraciones públicas, etc.).
l Su mayor agilidad y flexibilidad en la toma de decisiones empresariales, que la permiten poder identificar y aprovechar mejor las oportunidades de creación de valor que se les presentan.
En cualquier caso, y con independencia de la situación coyuntural actual, la empresa familiar debería concentrarse en crear valor a largo plazo, a través de la potenciación de sus fortalezas y en la superación de sus principales debilidades, basándose en los siguientes elementos:
l Incremento de su tamaño y grado de diversificación de productos y mercados geográficos, a través de procesos de fusión y/o alianzas estratégicas con otras empresas del sector, lo que redundará en una mejora de su posición competitiva, en un fortalecimiento de su capacidad de crecimiento y en una reducción de su nivel de riesgo.
l Entrada en el capital de socios financieros (fondos de capital riesgo, inversores privados, salidas a Bolsa, etc.), que permitan incrementar su base de fondos propios y la capacidad de inversión/financiación de la empresa así como profesionalizar su gestión.
l Establecimiento de protocolos familiares que separen nítidamente los roles personales, accionariales y de gestión de los miembros de la familia, y que establezcan procedimientos claros de valoración y liquidez de las acciones.
l Mantener y potenciar las ventajas competitivas mencionadas anteriormente, tales como su visión industrial a largo plazo, fidelidad de sus stakeholders y flexibilidad.
En síntesis, aunque el entorno económico y financiero actual no ayude demasiado, la empresa familiar no debería distraerse demasiado con objetivos y acciones cortoplacistas e implementar estrategias de creación de valor a largo plazo basadas en superar sus debilidades y en potenciar sus fortalezas, que son muchas e importantes. Al final, el futuro está en sus manos, y los ejemplos de empresas familiares exitosas son numerosos: Mercadona, Ferrovial, Acciona, Osborne,… y cientos de empresas más de menor tamaño y notoriedad pública.
Eduardo Pérez. Socio de Finanzas Corporativas de BDO
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