Dicen que a perro flaco todo se le vuelven pulgas. Según eso, yo debo ser un perro flaquísimo porque no paro de recibir malas noticias y mi nave ha entrado en una espiral espantosa donde el tumor es el único capaz de gobernar y mantenerse a los mandos. Parece que los dioses se vengan de mí por el poco respeto que les tengo y por mi filosofía de vida tan anti dioses y me castigan con un “te vas a enterar” cargado de malos deseos, malos actos y venganza ciega.
Y, sinceramente, yo no me lo merezco.
Seguramente nadie se lo merezca pero, desde luego, yo no. Lo digo porque no conozco a todo el mundo pero sí me conozco a mí y siempre fui una buena persona. Los que me conocen saben que soy un cabezota incorregible, que siempre quiero tener razón y que me pierde ese punto de egocentrismo que tengo por creerme más inteligente que el resto, pero soy lo que las abuelas llamarían un buen chico, nunca he hecho daño a nadie, nunca he cometido excesos con el alcohol ni con el tabaco ni con nada de nada, he viajado mucho, he mantenido una dieta equilibrada y sana aunque algo abundante y como siempre he sido propenso a engordar, los últimos años era un habitual de piscinas y gimnasios. Siempre me ha gustado mucho la lectura, la charla, el mar, cantar y disfrutar de la vida, amigo de trasnochar y de madrugar, de la luna pero no del sol, de la playa pero no de la arena, del amor, del buen vino y del champán.
Un tio normal y corriente, sin más.
Por eso no lo entiendo ni nadie lo entiende. ¿A qué vienen estos puñetazos en la cara que no paran de darme? ¿Por qué esta especie de venganza incontrolable y rabiosa que no me suelta y me da y me vuelve a dar y sigue sin soltarme? Me siento como un muñeco de trapo con olor a grasa de caballo en poder de un par de perros. Me están destrozando por dentro y por fuera sin que tenga la más mínima posibilidad de igualar el combate. Es una paliza monumental, desigual y desesperada. ¿Cuál es mi misión en todo esto? ¿Qué papel debo cumplir? ¿Dejarme hacer? ¿Relajarme y gozar? Tantos palos no son normales.
Ahora resulta que la quimioterapia se ha comido el hueso que soporta los dientes y me tienen que quitar cuatro. ¿Hasta cuando van a seguir? ¿Quién ordenó empezar con esto?
Podría seguir con las preguntas, podría escribir cientos, miles, millones de putas preguntas y seguiría siendo una voz en las montañas que lo único que recibe como respuesta es su propio eco. O más bien una voz en el desierto que ni siquiera el eco recibe.
Nada. Eso es lo que siento que hay y eso es lo que siento que me espera. Una gran nada, porque cualquier otra idea no encaja con lo que me está pasando, no tendría sentido pensar en Dios, en energía, o en cualquier tipo de justicia universal y divina. No la hay. Yo soy la prueba de ello. Basta un solo caso que no se ajuste al patrón para que entendamos que el patrón está fallido. ¿La excepción que confirma la regla? Es posible. Ojalá sea de verdad una excepción porque nadie se merece pasar por esto a los fucking 40 años. Es demasiado pronto. Faltan aún demasiadas cosas por vivir y por hacer. Es demasiado injusto.
Espero, de verdad, ser la excepción.