Valle-Inclán reflejaba en su espejo de esperpentos esta España: curas, toreros de naipe, aristócratas apolillados, letrados sacamantecas.
Goya la vio así: trajinantes, boteros, sacristanes, matarifes, poetas hambrientos, manolos con estaca y chulos de gomina.
Rajoy la hace así: ladrones del BOE, contadores de millones, banqueros del desahucio y la pensión millonaria, diputados fascistas con bigotito y cobradores de sobres. Inmatriculadores con sotana. Sotanas de rapiña.
En un Madrid de tocino rancio campan los rufianes con dieta, delincuentes con Rolex de oro, magnates y comisionistas con cuenta en las islas Caimán. Los traficantes de armas con sede ministerial, los cardenales con áticos de superlujo, los nostálgicos de la sala de banderas y la sacristía y los invertidos gallegos que no han salido del armario.
Ellos alimentan nuestra historia presente y entroncan con los espadones, tricornios con bigote, caciques y clérigos trabucaire, más los evasores a Suiza con voto de castidad, los sindicalistas come gambas, las marquesas arrolla guardias, las presentadoras de televisión analfabetas, los tertulianos lameculos de la corrupción y el poder oculto buscando “indignados” de camisa blanca y de derechas.
Es la España negra, heredera de la que quemaba judíos y herejes en los puentes, que tuvo una versión en el líder con chaqueta de pana que fuma puro en un yate anclado en el Caribe y defiende judicialmente a los capos de los carteles de la droga. Los falsos nacionalistas con el maletero del coche atiborrado de billetes.
El desfile por este sumidero de la corrupción no tiene fin. Ved sus rostros de ladrones, recién llegados del Fondo Monetario Internacional, como se ríen de los trescientos mil desahuciados de cada año o como ignoran a los jubilados estafados preferentemente.
Tantos muertos sin enterrar. Tantos chorizos para tan poco pan. Tantos enterrados en cunetas.
Mientras, los corruptos, convictos y confesos, se pasean al sol.
Y los “viva las caenas” de siempre los reeligen y vuelven a votar.
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