El caso es que ayer prácticamente me tiré del coche (conducía Nacho. Ojo, no me tiré porque condujese él, sino por algo que me llamó la atención), y me lancé a coger espigas. Sí, sí, de esas que nos tirábamos de pequeños y que se te metían por el cuerpo y luego te picaban lugares insospechados. De esas que probablemente "aliñan" los perros. De esas tan monas que ahora le van que ni pintado al rollo rústico.
Y se me ocurrió esto, por si os gusta y os da ideas.