Entre las fotos, objetos, pequeños recuerdos y papeles varios que tenía mi madre en su casa encontré este cuaderno en el que dejó escrito, de su puño y letra, esta frase que dice el personaje que encarna Natalie Wood al final de la película "Esplendor en la hierba" (Elia Kazan, 1961).
"Aunque ya nada pueda devolvernos el esplendor en la hierba y la gloria en las flores, no debemos afligirnos, porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo"
De mi madre aprendí muchas cosas y observé con atención otras tantas, como la importancia que le daba a los detalles, aunque estuvieran en segundo plano. También compartíamos nuestro amor por el séptimo arte, ella sobre todo con los clásicos del cine norteamericano, en especial de cine negro, aunque sin desmerecer a los dramas épicos con grandes dosis de romanticismo como "Memorias de África", "Casablanca" "Lo que el viento se llevó" o "Los puentes de Madison".
A veces veíamos películas juntos, sobre todo en las épocas que vivía con mis padres. Era fan devota de Billy Wilder, Clint Eastwood, Hitchcock o Garci, y no le caía muy bien Luis Buñuel. Sentía curiosidad por algunos musicales como "Cantando bajo la lluvia" y las comedias que más le gustaban eran las blanquecinas de Cine de barrio o las de Doris Day o adaptaciones teatrales tipo "La extraña pareja" o "Descalzos en el parque", aunque nunca la vi reírse tanto como con "La vaquilla", de Berlanga. Ir al cine con ella también era toda una experiencia, como nos sucedió en "Salvar al soldado Ryan", viviendo (y sufriendo) en sus carnes ese interminable desembarco del principio. Mi infancia está llena de recuerdos festivos relacionados con cines, en cumpleaños, celebraciones varias o noches de verano. Y ella, mientras, siempre atenta a la pantalla. Vistiéndose durante un par de horas con el traje de esas vidas ajenas, quién sabe si recordando otros momentos de esplendor en la hierba, como los que me toca recordar a mí ahora, en su ausencia, a su lado.
Me preguntan últimamente sobre el dolor de la pérdida. En este bloqueo emocional que todavía siento, no sé muy bien qué responder. Miro atrás en las vidas que conocí a su lado, y pienso en las otras que no llegué a conocer y creo que, como dice la frase de la película, no debería afligirme. Esa belleza que pudo descubrir mi madre en su camino siguió presente hasta el final de sus días, y yo fui testigo de ella en cada mirada suya, cada palabra, cada fotograma que compartimos juntos y que yo guardaré en mi recuerdo. En este imperecedero recuerdo.