Una humilde opinión sobre espontaneidad e institucionalidad revolucionarias.
Lo primero manifestar mi respeto y admiración para ese grupo de jóvenes que sin indicaciones tomaron la iniciativa de defender la Revolución. Eso tiene un valor enorme y un capital simbólico que ha descolocado a nuestros enemigos. Ellos, los imperialistas y sus mascotas, no pueden entender esta fórmula, como no pudieron entenderla cuando el Trillo. El impacto, que a nadie le quepa dudas, ha sido favorable para el proceso, y es tenido alcance internacional.
¿Cómo es posible que de manera espontánea, al margen de las instituciones, la juventud cubana defienda «la dictadura»? Pues nada, que aún andan estudiando el fenómeno jaja.
Por otro lado, compañeros muy queridos participaron en la sentada. Gente que no duda en defender la Revolución y el Socialismo.
A diferencia del Trillo, en que existió cierta pereza institucional en romper la inercia, en el caso de la sentada pude constatar, y así lo han manifestado varios de mis compañeros participantes, que las autoridades políticas mediaron, conciliaron, acompañaron y aprobaron la iniciativa presentada por este grupo de jóvenes.
He de confesar, que tengo algunas diferencias conceptuales con varios de los participantes, lo cual he podido comprobar leyendo entrevistas y escuchando declaraciones que han ofrecido; pero eso no me espanta, pues ni soy el portador de la verdad absoluta, ni entiendo la fuerza revolucionaria como un frente homogéneo. De igual modo, puedo mencionar nombres de personas que usaron sus pañuelos con los cuáles me siento totalmente identificado.
Me ha costado trabajo definir el fenómeno Pañuelos Rojos, sobre todo porque ellos mismos aclaran que no son un movimiento. Por eso intento definir no el hecho de la sentada, sino el colectivo juvenil que la organizó y articuló.
He podido observar un grupo de jóvenes de alto nivel intelectual-cultural, muchos de los cuales se encuentran agrupados en proyectos y movimientos no institucionales, que se han articulado a través de las redes sociales o determinados espacios gremiales que les han sido ofrecidos. Es un grupo diverso, heterogéneo, ecuménico, que se indentifica como «izquierda», y que, en esencia, se siente comprometido con los principios de la Revolución, presentando un marcado carácter antimperialista.
Algunos han declarado, que ante fricciones e incompresiones con las instituciones y organizaciones, han buscado vías alternativas de organización.
El saldo positivo es evidente. Tanto desde el punto de vista comunicacional como simbólico cultural. Al tiempo que nos demuestra la posibilidad- necesidad de hacer cosas nuevas, atractivas, sinceras, marcadas por el sello de la épica revolucionaria. Asimismo transmite un mensaje de apoyo popular al proceso, y reafirma lo enriquecido y heterogéneo del pensamiento revolucionario cubano.
Ahora bien, no puedo dejar de sentir preocupación por ciertas manifestaciones que dan por perdido el trabajo original, creador y efectivo desde el interior de las organizaciones. He luchado toda mi corta vida por defender y construir la Revolución, desde dentro de las organizaciones. Por supuesto, me ha tocado chocar y choco con trabas, incompresiones y obstáculos, que a veces siento me derrotan, pero entiendo este proceso como parte del proceso natural de hacer la Revolución.
De sobra tenemos ejemplos nuestro americanos de procesos que han luchado al margen de organizaciones durante largos años sin lograr hacer triunfar sus revoluciones.
Con esto no me refiero a nadie en particular, porque además, conozco que no ha sido la opinión- actitud unánime ni imperante en los participantes. Es una observación personal, una preocupación sincera, y creo que hay responsabilidad también en aquellos que en algún momento hemos podido dirigir alguna organización.
Tengo una convicción: la Revolución sin sus instituciones es un cuerpo sin esqueleto. Podemos tener mil iniciativas, grupos de telegram, influencers, movimientos, minorías reconocidas y organizadas, canales de todo tipo; eso nos fortalece y hay que intencionar que fructifique cada vez más; pero en el estadio actual de construcción del socialismo en Cuba, ante los retos histórico geográficos, la Revolución sin su Partido, UJC, FEU, etc…. duraría lo mismo que un merengue al Sol.
Ambos extremos nos llevarían a la debacle.
Ni las instituciones pueden ser entes cerrados, metafísicos portadores de la verdad absoluta que niegan todo tipo de espontaneidad y diversidad; ni los proyectos independientes, auténticamente revolucionarios, deben renunciar a participar en el perfeccionamiento de las organizaciones, a trabajar con su apoyo, y a reconocer la institucionalidad revolucionaria.
No digo que esto nos haya sucedido en el caso de los Pañuelos, solo creo debemos tenerlo presente, estar alertas.
La sentada y otras iniciativas tienen todo el derecho a existir y a seguir surgiendo. Corresponderá a todos, los revolucionarios, lograr la simbiosis necesaria.
Al respecto, cuando el Trillo, pude reflexionar un poco:
«Revolución es un fenómeno mucho más amplio e inclusivo que Estado, que gobierno, y que institución; aunque el aparato institucional tenga que jugar un papel esencial como instrumento del proceso de transformaciones. Es la comunión más clara de todos aquellos elementos del sistema político, incluso los que exponen contradicciones más o menos acentuadas, que desean mejorar la realidad social sin comprometer la soberanía e independencia del proyecto país, ni retrotraernos por imposición a un estadío inferior del desarrollo histórico, negando las aspiraciones de justicia y progreso socialistas refrendadas por la inmensa mayoría de los cubanos en el actual texto constitucional. La Revolución es más que sus instituciones, pero es también sus instituciones. La distinción entre institucionalidad y espontaneidad ha sido exacerbada y amplificada por un sector reaccionario como parte de su oportunismo discursivo. No existe la institución como un ente metafísico, sino que son las personas, con criterio y pensamiento propios, quienes integran y articulan la institucionalidad.Comparto y me siento identificado con el Derecho proclamado a la «espontaneidad revolucionaria», pero sin promover la desvinculación radical entre iniciativa popular y apoyo institucional; cuestión que solo contribuye al plan zanjonista del siglo XXI. Debe existir una simbiosis de construcción permanente; a medida que nos alejemos de ese equilibrio estaremos favoreciendo al divisionismo sin contradicciones antagónicas. Los que parten del fetiche teórico, que niega la realidad y el tracto social, de una división irreconciliable entre sistema político y sociedad civil, no podrán jamás entender eso» ( y esos son los burgueses con su cacareada separación entre sociedad política y sociedad civil, que Marx y Lenin hicieron trizas).
En Cuba existe, y debe consolidarse el diálogo entre todos; excepto con aquellos que responden a la agenda del enemigo histórico de la nación ( sean mercenarios o lo hagan de gratis, al fin y al cabo, son anexionistas).
También debe existir un ejercicio de ponderación, jerarquización, desde las estructuras colegiadas de poder, de aquellas ideas dentro del entramado de la conciencia social, que contribuyan de manera directa y constante a lo que hemos definido como proyecto país hasta el 2030 (definido por el Partido pero discutido y aprobado en todas las cuadras de este país.)
Para finalizar, dejaría algunas propuestas, que he discutido y defendido en el seno de mi organización, que es la Unión de Jóvenes Comunistas:
Disculpen lo extenso. Pero llevo varios días reflexionando sobre todo esto. Espero tenga alguna utilidad para el debate que se ha llevado a cabo durante días.