Cuando su padre murió, en 1344, Santa Brígida se dedicó con más atención al monasterio fundado por ella en Vastedna. En 1439, en medio de una intensa vida de piedad, emprendió un viaje piadoso a Roma, en el cual Catalina le acompañó. Veneraron muchas reliquias y santos lugares, ayudaron a muchos enfermos y moribundos que hallaron en su camino y aprendieron mucho de las monjas con las que se hospedaban. En Roma se establecieron en una casa, hoy iglesia, junto al Tíber. Estando en Roma murió Edgar, dejando a Catalina viuda con 18 años. En Roma algunos parientes quisieron buscarle marido, siendo noble y hermosa. Sin embargo, Catalina alentada por su madre, rechazaba todo pretendiente. Uno de ellos pretendió secuestrarla, tendiéndole una emboscada una mañana cuando Catalina iba a la iglesia, pero en el momento en que iban a raptarla, un ciervo del que nadie supo de donde salió, defendió a la santa. Aquel acoso la sumió en una profunda tristeza y en un fuerte deseo de volver a Suecia. Enfermó gravemente de melancolía, y supo su madre por revelación que aquella tristeza era tentación del maligno. Ambas entonces redoblaron sus oraciones y penitencias, quedando sana y consolada al poco tiempo.
Oración, trabajo, lectura y caridad era el día a día de Catalina y su madre. Sus conversaciones eran todas sobre temas espirituales. Catalina acompañó a Brígida en su peregrinación a Tierra Santa, un viaje que les fue durísimo. Allí Brígida enfermó y supo que debía volver a Roma, donde entraría en el cielo. Así, el 23 de julio de 1373 Brígida falleció. Catalina y algunos de sus amigos trasladaron sus reliquias el 7 de octubre del mismo año a Vastedna. Catalina, solo entonces, tomó el hábito "brigidino" en la Orden del Santísimo Salvador, fundada por su madre. Su ejemplo y cercanía a Brígida la hicieron muy amada por las demás monjas, que la hicieron abadesa. Solo abandonó el monasterio para volver a Roma a solicitar del papa Urbano VI la canonización de Santa Brígida. El papa la concedió gustoso, pero los problemas político-religiosos del Cisma de Avignon impidieron la celebración. Catalina regresó a Suecia, sabiendo que pronto se iría al cielo.
Madre e hija
en peregrinación.
El papa Inocencio VIII la canonizó en 1484, permitiendo fuera llamada segunda fundadora de la Orden.
Fuente:
- "Nuevo Año Cristiano". Tomo 3. Editorial Edibesa, 2001.
A 24 de marzo además se celebra a
San Donard de Maghera, ermitaño.
San Simón de Trento, niño mártir.
Santa Hildelith de Barking, viuda y abadesa.