¡Esta casa es un caos!

Por Mamás_besos @mama_besos

Muy, muy ordenada, la verdad que nunca lo he sido. No soy de esas personas que tienen un lugar para cada cosa, sino más bien de las que cada cosa puede ir en cualquier lugar. Experta en tener mi propio orden en el desorden. Qué queréis que os diga, priorizo muchas otras cosas antes que pasar el mocho y la fregona o pasarme una tarde guardando cosas. Y la verdad, aunque lo intente, no soy buena en estos menesteres.

Pero hasta la llegada del Peque, más o menos sobrevivía y más o menos siempre tenía la casa “apañada”, sobre todo cuando venía alguna visita. Ya sabéis que, cuando hay visitas, una intenta recoger un poco no sea que digan… Ains, sí, el dichoso ¡qué dirán! pues eso, al menos lo intentaba y oye, hasta parecía algo ordenada.

Pero si hay una cosa que te cambia la maternidad es precisamente el ¡qué dirán! y el sentido de la vergüenza, el cual desaparece por completo. Vamos, que si antes te importaba tres pimientos lo que pensaran los demás ahora te importa uno (y ni eso). Yo creo que ese sentido de la vergüenza lo perdemos todas minutos antes de parir, cuando medio hospital ya te ha visto el coño tus partes íntimas y metido esos dichosos dedos palpado para ver si el niño baja o no baja. A partir de ese momento hay un antes y después en la vida (y vergüenza) de toda mujer.

Pero de mi orden dentro del desorden a…

…hay un buen trecho.

Al principio intentas ser una madre Ikea, comprando cajas, estanterías y mueblecillos varios para guardar los juguetes. Todavía no he dado con el motivo, pero incluso nos da por organizar los juguetes. Este cajón para los coches, este otro para los animales, aquí los puzles…qué bonito todo, ¿verdad? pero el tiempo y la acumulación de trastos,  juguetes y libros dan al traste con estas buenas intenciones. Llega un momento en que los libros empiezan a invadir los cajones de la tele, los puzles el cajón de la cubertería, los coches las estanterías del comedor…y sin darte cuenta toooodo tu comedor se transforma y…ya nunca más será el mismo.

Al principio intentas recoger al final del día el comedor, con la más o menos colaboración del Peque. Pero llega un día en que se te inflan lo ovarios y te llega esta gran reflexión: “¿para qué coño recogemos cada noche si a la mañana siguiente vuelve a estar igual?“.  Y así, pasamos de ser una madre Ikea a ser una malamadre descaradamente desordenada, pero oye, más feliz. ¿Sabéis la de horas que se distrae el Peque construyendo todo este desorden? ¿Inventándose aventuras con los muñequitos y los coches? ¿Por qué hacerle pasar un mal trago recogiéndolo cada día, con el trabajo que ha tenido en colocarlo? Así que un día llegamos a un pacto: sólo recogeremos un día a la semana para poder fregar a fondo el suelo.

¿Qué la gente tiene que ir con mil ojos para no pisar un cochecito y romperse la crisma? ¿Qué la gente piensa “vaya casa que tienen”? ¿Qué la gente piensa que estoy mal de la cabeza por dejar que mi hijo lie tal lio en la habitación principal de la casa? ¡Y qué! a quién no le guste que no venga. Él es feliz, y yo soy feliz si él es feliz y mucho más si encima no tengo que recoger cada día.

Y vosotr@s, ¿también habéis sucumbido a la “invasión”? o ¿todavía lucháis en contra?