Ni el olfato goleador de Alexis Sánchez, ni los destellos de genio de Arturo Vidal y ni siquiera los goles de Vargas. Chile fue un equipo todo el tiempo y ganó la competición peleando y peleando. Muy exigente con sus errores y muy permisivo con las frivolidades de sus estrellas, porque se puede perdonar el chocar un Ferrari borracho si el arrepentimiento te hace seguir demostrando el porqué de ser un líder, finalmente son jóvenes millonarios de poco más de veinticinco años.
Un Claudio Bravo cuya carrera se terminó de disparar tras ganar la liga con el Barcelona, un Gary Medel, guerrero como siempre, que no dudó en dar una patada en la boca del estómago a Messi para “domesticarlo”, un pilar en la mitad de la cancha como Charles Aránguiz y un Jorge Valdivia que se sacó la fama de gafe en partidos importantes, pero sobretodo, una Argentina agridulce y desdibujada como en la final del Mundial de Brasil.
Porque esta Copa no la gana Chile, la pierde Argentina, y otra vez la “albiceleste” pierde una final, otra vez Higuaín y Messi se ven superados por la situación, otra vez el rendimiento de Agüero no es suficiente y Di María se rompe los músculos por no poder soportar la presión de un momento así, otra vez un entrenador que no da una con la elección del once inicial y con los cambios, otra vez…
Enhorabuena a Chile por el título obtenido y la reflexión para el equipo de Martino es imprescindible y obligatoria.