“La irresponsabilidad políticaObrar de acuerdo con nuestras convicciones sin preocuparnos de las consecuencias de nuestras acciones es propio de una lógica religiosa, no política. El principal efecto es que los actores se exoneran a sí mismos de lo que sus decisiones deparen
"Obra bien y deja el resultado en manos de Dios”. Esa es la lógica que se ha impuesto en la política española, una lógica religiosa, ejemplo paradigmático de lo que Max Weber describiera como “ética de las convicciones”. El efecto principal de actuar exclusivamente en función de las convicciones, como señalara el sociólogo alemán, es que los actores se
Esa lógica pseudo-religiosa actúa como un inhibidor que impide tanto aprender del pasado como anticipar el futuro. Que la legislatura pasada desembocara en una repetición de las elecciones cuyo resultado no solo mantuvo al Partido Popular en el poder sino que reforzó a Mariano Rajoy a costa de los demás líderes
Lamentarse sobre la irresponsabilidad política tiene un fin: reivindicar una política basada en razones pragmáticas, en cálculos y beneficios, costes y oportunidades, una política, esta vez sí, pensando en la gente,pero no en la gente en abstracto, sino como individuos cuyas vidas pueden ser mejoradas marginalmente gracias a esa cosa tan detestada llamada política. Que se sepa, la política (democrática) sirve para cambiar la vida de la gente a mejor. El político ansía el poder porque es un medio de lograr esos fines. Si tiene mucho poder puede cambiar muchas cosas, si tiene poco puede cambiar menos. Es solo una cuestión de grado. Y los partidos son instrumentos para lograr esos fines, no fines en sí mismos.
Pero hay otra política posible, una que reconozca que en una sociedad democrática todas las opciones que estén dentro del marco de derechos y libertades compartidos son igualmente legítimas. En Alemania gobiernan los conservadores y los socialistas en coalición. ¿Cómo lo hicieron? Con un método tan sencillo como el de repartirse las diferencias: Merkel intercambió, entre otras cosas, la austeridad presupuestaria por la elevación del salario mínimo. Aquí PP y PSOE podrían hacerlo igual: no hay entre ellos diferencias que no puedan ser graduadas y repartidas, aunque se parta de cero. El PSOE podría lograr la derogación de la LOMCE, subir el salario mínimo, invertir en políticas activas de empleo, etcétera. Y si Rajoy es un problema moral, pues que ponga el problema encima de la mesa y pacte un candidato alternativo. ¿O es que alguien piensa que si Rajoy fuera el único problema del PSOE estaríamos donde estamos?Gobernará la derecha, pero habremos sido coherentes, sostiene orgullosa la izquierdaEl mismo razonamiento sobre el reparto de diferencias serviría para un Gobierno de izquierdas, a la portuguesa (si los números dieran, cosa que no hacen por más que se pretenda). Pero eso requeriría un Podemos que entendiera la diferencia entre llegar al poder para mejorar las cosas (cambiar el sistema)
Podemos tendría que dejarse de fábulas y sentarse a pensar qué es lo que puede ofrecer a sus votantes, hoy, aquí y ahora, a cambio de su votos, porque cada minuto cuenta a la hora de devolver a sus votantes las políticas de igualdad y justicia social que les prometieron. ¿Pero eso es lo que quiere Podemos? ¿Seguiría siendo Podemos después de aceptar el juego pragmático de la política democrática, que siempre es incremental?Es posible otra política. Pero en lugar de asumir responsabilidades, muchos prefieren huir de ellas. En el fondo, Rajoy no es el problema, es la excusa perfecta para que nadie, a izquierda y derecha, tenga que asumir responsabilidades. Y mientras, los votantes siguen huérfanos de políticas que mejoren sus vidas. La política en España se ha convertido en una inmensa huida adelante para evitar asumir responsabilidades.”(Por José Ignacio Torreblanca, en “El País”, 26/09/2016)…
Ya el profesor Torreblanca pone en su sitio a cada grupo y líder, pero con el ciudadano Sánchez se queda corto, porque lo peor es que su conducta y su empecinamiento irritan a cualquiera que tenga un poco de sensatez. Si habrá o no nuevas elecciones generales resulta imposible de vaticinar, y más bien parece que hacia eso nos encaminamos. Pero que la degradación de la clase política está alcanzando menos que mínimos, es algo innegable. ¡Váyanse todos a paseo!, da ganas de decir, siguiendo la castiza exclamación.