En ese “tinglado de la antigua farsa” que es la política española, un político tenaz y con muy pocos escrúpulos ha tumbado a otro político más veterano, aparentemente menos ambicioso, pero dubitativo, irresoluto y rendido a la pasividad.
Ha sido el triunfo de la ambición desmedida de poder a cualquier precio frente a la vergüenza de los abusos y corrupciones de toda clase, que han defenestrado al líder. Sumado ello a la ciego y temeraria confianza en el devenir de los
Muy felices se las prometía el Partido Popular cuando consiguió el apoyo del Partido Nacionalista Vasco a sus Presupuestos Generales, a cambio de una generosísima concesión de fondos y ventajas para el País Vasco.
Era un remedo de la historia de Esaú y Jacob, porque por el “plato de lentejas” de la aprobación presupuestaria, el partido gobernante cedió en sus principios y regaló descaradamente ofendiendo a las comunidades autónomas no favorecidas.
Y esa misma historia ha vuelto a repetirse, pero ahora para lacerar las carnes, las posibilidades, del partido gobernante, porque los vascos, tan suyos ellos, han dado su apoyo a un temerario aspirante a presidente del gobierno, cuyo
Sobran los calificativos y faltan los lamentos ante tan esperpéntica realidad de la vida política española.
El gobierno ha caído, fruto de los muchos errores y hasta delitos cometidos por algunos de sus integrantes y los militantes del partido que lo sostenía, cuando gestionaban la cosa pública. Pero también por su timorata inacción y la falta de perspicacia ante la realidad social.
Hoy no es un buen día para el pueblo español, porque aunque los socialistas y los de izquierda se regocijen con la caída del gobierno conservador, se va a producir la paradoja de querer conducir la nación por derroteros (los presupuestos) marcados por otros. Y condicionado todo ello a las ideologías y avidez de poder, de unos partidos comunista (Unidos P(j)odemos, Compromís, etc.), independentistas/nacionalistas/secesionistas (catalanes, vascos, canarios), más el veleidoso y oscilante partido de Ciudadanos, que no es ni carne ni pescado, y que acabará “vomitado” de la
En fin, que nos guste o no se nos va a instaurar lo que Luis María Anson vaticina con su certera prosa en “El Imparcial”: El Frente Popular.
No el de 1930 y pico, sino el de 2018, que es peor, porque en su seno todos se venden a todos y todos se enfrentan con todos. Con el enorme riesgo de que la convivencia democrática se quiebre más aún.
Ojalá no vuelva la vieja historia de “las dos Españas”. Y menos convertida en “las muchas exEspañas”.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA