Esta españa nuestra: lanzarote. una navidad entre volcanes (i)

Por Salpebu
La decisión, los preparativos y la arribadaEra un sábado por la tarde cuando, después de reposar la comida, mi esposa me comentó que se ofrecían vuelos muy baratos, especialmente a la isla de Lanzarote, en el archipiélago de las canarias. Me dijo el precio de la oferta de una compañía “low cost” y casi no pude creerlo, pues dos billetes de ida y vuelta, más el coste de facturación de una maleta de 15 kgs. Para ida y retorno, apenas superaba los cien euros. Me preguntó mi amada cónyuge si valía la pena hacer una “escapada” como ésa en los tiempos navideños, especialmente refiriéndose a los encantos y atractivos de la isla, y tuve ocasión de contarle, porque ya conocía esa isla de anteriores
viajes y estancias, que podía ser una ocasión de oro para disfrutar de paz y tranquilidad, al tiempo de sentir la sensación de hallarse en otro mundo, porque Lanzarote es la “isla de los volcanes”.Así que después de consultar el calendario y comprobar que nuestras obligaciones laborales nos podían permitir el viaje y la holganza, reservamos nuestros billetes de avión para ir al comienzo de la semana de Navidad y regresar dos días después de ésta.Cuando ya teníamos reservados los vuelos, acometimos la tarea de buscar alojamiento, y después de minucioso examen a través de las distintas webs que ofrecen estancias y apartamentos, hallamos una proposición sugestiva, en Muñique (en el centro-norte de la isla, municipio de Teguise), pues se trataba de
una habitación privada con baño en una casa rural lanzaroteña, aislada, en las afueras de la población, cuyas fotografías denotaban un ambiente y amueblamiento minimalista pero digno, con una buena cocina y espacios exteriores. Ocho días de estancia iban a suponernos alrededor de doscientos euros. Y faltaba hallar un buen alquiler de coche, porque el automóvil es indispensable en cualquier isla canaria --y más aún en Lanzarote-- para contar con libertad de desplazamiento a los distintos enclaves y atractivos. Inicialmente la compañía aérea “low cost” sugería el alquiler a través de una agencia (Goldcar) por unos ciento setenta euros, kilometraje ilimitado, pero con seguro solamente frente a terceros, y la exigencia de una retención de más de mil euros por si el coche no se devolvía en perfecto estado (mediante bloqueo del importe en la tarjeta de crédito) que al final se remontaba a más de doscientos euros, apareciendo en la web pésimas opiniones sobre el servicio y la gestión económica del contrato. Por ello, tras anular la orden de alquiler inicial, recalamos en otra agencia que
presentaba la apariencia diametralmente opuesta, hasta el punto que era más moderada en los precios, contaba con muchos despachos en Lanzarote, y no efectuaba ninguno de los cargos (“estafas”) de la inicialmente consultada. Y todo fueron facilidades y hasta ahorros, porque el vehículo se alquilaba asegurado a todo riesgo desde el primer momento y no se retenía importe alguno en garantía. Con todos los trámites y gestiones efectuados, esperamos con cierta curiosidad la arribada de la fecha prevista para el viaje, el lunes de la semana de Navidad, y en el aeropuerto de Valencia acudimos el vuelo de la “low cost” (no publico el nombre, porque no hago publicidad de quien cobra hasta por pensar en ella), que se presentó con un pequeño retraso en la salida, que llegó a demorarse unos cuarenta minutos, aunque finalmente, con alguna que otra estrechez (¡qué manera de apretar asientos en la cabina de pasaje!), viajamos sin contratiempos durante dos horasveinte minutos hasta aterrizar en el aeropuerto de Lanzarote, en el que los trámites de recogida de equipaje fueron casi inmediatos y la obtención del vehículo alquilado muy rápida. Para llegar a nuestra estancia en Muñique conecté el navegador GPS del móvil, pero la noche era negra y las indicaciones en algunos casos nada precisas, de manera que me vi envuelto en una especie de rondó circular entre poblaciones de toda la isla, hasta que por fin atiné con tomar la dirección hacia el municipio de San Bartolomé, y de ahí seguir por Tao, Tiagua, sobrepasando por despiste
Muñique y llegando a Soo, donde no tuvimos más remedio que telefonear a la anfitriona, Claudia, que nos esperaba (ya era la una de la madrugada, hora canaria), quien nos reorientó para volver atrás y llegar hasta la casa, que se hallaba en una zona alejada del pueblo. En su interior era de equipamiento minimalista, con una cocina bien dotada, pero lo que más necesitábamos era beber unos vasos de agua y meternos en la cama, que nos acogió mullida y cómoda, en nuestra primera noche lanzaroteña. SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA